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DeletedUser65

Pero lo primero es lo primero, tengo que hacer el de la hadita rosa.
 

DeletedUser

:p Que bien voy a ser una estrella de Hollywood :rolleyes: igual me ponen una piedrecita de esas en el paseo de la fama y todo o_O
¡¡¡¡ Tiembla Campanilla !!!! muajajaaja me voy a reir en tu caraaaa chavalaaaa :p
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DeletedUser

No soy yo, es la fama que me ha corrompido :rolleyes:
Los autógrafos hablad con mi maganer por favor, que estará encantado de atenderos :)
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DeletedUser203

Jajajajajaja Hanady, no tienes ni idea de lo supone ver eso de buena mañana!!! o_O Dan ganas de irse a la cama otra vez :D:D:D:D
 

DeletedUser

Pues en la cama se esta muy bien la verdad :rolleyes: asique si todas las malas ideas que te he producido es irte a tu cama a relajarte y dormir me parece acertadamente correcto :cool:
 

DeletedUser2432

Reactivo el post, espero os guste.

"Hateku llamaba en silencio a la Dama, aquella que un día reposara en sus alas se convirtió en flor. La flor más hermosa del mundo nació en el lugar más inhóspito de la tierra. Sembrada en el dolor, se fortaleció con las lágrimas que en la fría madrugada se confundían con el rocío. Sus pétalos dorados permanecían cerrados, ni la brisa suave del mar, ni el sol radiante, ni siquiera las más bellas canciones de amor consiguieron que esa flor reflejara toda su hermosura. Quienes conocían la leyenda decían que un alma noble vivía allí, en el interior de la flor; que en las largas noches de verano se podía escuchar su dulce voz llamando al caballero que un día le arrebató el corazón. ¿Era caballero? O quizás sólo un simple mortal que en un mundo de fantasía fingió ser aquello que nunca podría alcanzar en la cotidianidad de la existencia. Pero la Dama Blanca no sabía de la existencia de monstruos que en las noches de luna se alimentan de sueños, de sentimientos ajenos. Seres obscuros despojados de todo sentimiento que buscan un cuerpo cálido al que arrebatarle el corazón. Mas ella no conocía el rencor, miró su vestido blanco tintado ahora de un rojo intenso, buscó los ojos de Selok y sólo encontró frialdad. Saciada su hambre la bestia marchó, se alejó por el camino en busca, quien sabe… quizá de otro corazón con el que saciar su vacío.

Aquí empezó la leyenda… bajo un árbol, abrazándose a su dolor, su luz blanca fue apagándose lentamente. ¿Qué fue de ella? ¿Realmente vive en el interior de esa hermosa flor?

El Ángel Negro la vigila, la cuida, la protege de todo mal. En las frías noches de invierno extiende sus alas hacia ella con la esperanza de que algún Día sus pétalos se abran y la Dama vuelva, etérea, como siempre fue, como nunca dejó de ser."
 

DeletedUser2452

De nuevo, se encontraba en el bosque sin saber por qué. No era muy normal que un simple trabajador del mármol se sientiera tan atraído hacia aquella masa de árboles, piedras y animalejos salvajes. A él siempre le gustó el mármol; admiraba la fortaleza y la dureza de la roca, le gustaba contemplar su brillo cada vez que localizaba una nueva veta. Su fuerza, su pureza... Además, él no conocía otra cosa. Realizaba el trabajo que su familia había llevado adelante generación tras generación, vida tras vida. Jamás había salido de su pueblo, jamás había pensado en otra ocupación... Ni tampoco lo había deseado jamás.
Y sin embargo, soñaba con aquellos parajes todas las noches. Valles, montañas, bosques, lagos,... Soñaba con grandes espacios abiertos, con horizontes lejanos, con ardillas y mariposas y otros seres que ni siquiera sabía si existían de verdad. Y, cada vez más, se encontraba soñando despierto con ellos. Y cada vez más, después del trabajo, se encontraba con que sus pies le habían llevado a los paisajes agrestes de alrededor del pueblo, en vez de a la taberna donde acostumbraba a compartir el hidromiel con sus vecinos y amigos de toda la vida.
Se dio cuenta de que se sentía más vivo que de costumbre. Respiró con fuerza y saboreó olores que no había notado antes, el lugar era el mismo de siempre pero aquel día parecía tener más color, más fuerza, más presencia. Miró los árboles y se dio cuenta por primera vez de que cada uno era diferente. Le pareció que le sonreían. Era como si pudiera sentir como su alma vibraba, como si algo dentro de su pecho se hiciera más grande y también un curioso calor y hormigueo entre sus cejas.
Vagó por aquellos lugares, sorprendido con todas aquellas nuevas sensaciones y, entonces, notó una sensación más: tenía sed. Se había alejado bastante del pueblo, no tanto como para encontrarse perdido pero sí lo bastante como para no saber dónde estaría el rio más cercano. Tampoco le importó. Aguzó el oído, olfateó el aire con cuidado y ladeó un poco la cabeza al lado derecho. Él siempre había creído que eso le ayudaba a oir mejor. No tardó en sentir que cerca, por la vereda de la derecha había un arroyo. Caminó un poco, con paso ligero y pronto lo encontró. Bebió hasta estar satisfecho y pensó en tumbarse un rato sobre aquella roca que tenía la curiosa forma de un sofá pero entonces escuchó un nuevo sonido. Nunca había oído algo igual.
Un poco más allá, detrás de una curiosa formación de sauces que, por alguna razón, habían crecido en círculo, vio a una criatura misteriosa que cantaba como en susurros una extraña melodía. Notó como su corazón palpitaba y se dio cuenta de que no podía dejar de mirarla. Vestía ropas, así que debía ser algún tipo de criatura inteligente. Sin embargo eran unas ropas extrañas que le daban un aspecto estrafalario. Tenía brazos y piernas como los de él aunque algo más redondeados y su piel era de un extraño color rosado. Sus orejas eran muy pequeñas, apenas podía distinguirlas entre su largo pelo de color rojizo. Sus ojos, de un extraño tono verde, brillaban pero su mirada se perdía en el infinito. Cantaba abrazada lo que parecía un enorme huevo de color dorado.
De repente, terminó su melodía y empezó a sollozar suavemente. Él quiso acercarse y consolarla de algún modo pero cuando se movió hizo crujir una rama. Ella se levantó rápidamente, se irguió y le miró de frente con gran dignidad. Sus ojos centelleaban con un punto salvaje, su cuerpo estaba tenso, abrazaba aun el huevo con suavidad pero con gran firmeza. Parecía a punto de atacar. Él, dentro de su fascinación, sintió miedo pero, aun así, deseó que ese momento no acabara jamás. Habría pasado toda su vida mirando aquellos ojos. Sin embargo, el momento duró apenas unos segundos. Ella se dio la vuelta y rápidamente desapareció entre la maleza. Era sorprendente la agilidad con la que se movía.

Él volvió a su pueblo. Se sentía feliz por haber vivido toda aquella experiencia. Notaba su corazón cálido aunque algo triste. Entonces fue consciente de lo que deseaba, de lo que había deseado siempre en el fondo de su ser: sería un elfo explorador.
Y no pararía hasta volver a encontrarla.
 
Última edición por un moderador:
@Cheya,estoy impaciente de saber como continua ,ainssss,que ansia,¿quien es la estraña criatura? porfavor quiero saberrr
 

DeletedUser1701

Wwwwaw, me han encantado los relatos!! A ver si no se me va la olla y os cuelgo uno yo también!!

Edito: A ver si os gusta :oops:


Trhéthiel, la de cabellos trenzados.

Trhéthiel, la del arco a su espalda.

Trhéthiel… Trhéthiel… ¡Despierta!

Abrió los ojos. Parpadeó. Pero no vio a nadie a su alrededor. Y, sin embargo, seguía oyendo aquella voz… Trhéthiel…

Estaba en el bosque. Confusa. Llena de rasguños. En el aire flotaba cierto olor a madera chamuscada. Tenía hambre. Y sed. No sabía cuánto tiempo llevaba tendida entre los tréboles.

Se incorporó al fin, tras unos segundos de incertidumbre y vio una pequeña ardilla. La llamó, y, sin saber cómo, consiguió que se acercara hasta ella. Estoy dolorida y hambrienta, pensó, pero, ¿qué podrías hacer tú, pequeña, para ayudarme? Y, justo en ese momento, el animal corrió al árbol más cercano, trepó hasta sus ramas y, con sus diminutas patitas, hizo caer una lluvia de frutos junto a ella, que Trhéthiel comió ávidamente. Eran aguanelas, las jugosas frutas del aguanel, que aplacaron su hambre y su sed al momento. Cuando era pequeña, pensó, mi madre me las daba. Y aquel recuerdo la sobresaltó. Mamá



Pero estaba sola…



Volvió la cabeza hacia la ardilla, que ya se alejaba entre la maleza… Y sintió aquella soledad extraña que te invade los ojos de lágrimas. Pero no lloró. Se puso en pie. Sacudió el polvo y la hojarasca que se había quedado prendida en su ropa. En el suelo estaba su arco, pero no su funda, ¿qué habría sido de ella?, y su carcaj, con algunas flechas en él todavía. Esto le infundió algunos ánimos. Se colgó el carcaj a la espalda, asió su arco, delicadamente tallado con hojas y ramas, y se dirigió, decidida, hacia la columna de denso humo negro que se vislumbraba en la distancia.

No sabía quién era, ni dónde iba, ni para qué; pero algo invisible la empujaba a aquel lugar. Quizás, se dijo, encuentre respuestas.
 
Última edición por un moderador:

DeletedUser2452

¡Mola mucho! :)

La verdad es que no pensaba continuar mi relato, pensaba en dejarlo así en plan final abierto pero ya que os ha gustado veré si se me ocurre algo más... ¿Sabéis? podría ser guay que Trhéthiel y el marmolero se encontraran algún día :D:D
 

Deleted User - 1287

¡Quiero respuestas! :) ¡Me encanta, Solecito!

jajajjajja ¡Una idea estupenda, @Cheya ! :D:D:D:D
 

DeletedUser2452

Habían pasado ya varios años desde que dejó su trabajo en el mármol para lanzarse a ver mundo como explorador. Y no se había arrepentido de ello, ni por un momento. No es que lo hubiera pasado mal en la cantera ¡Qué va! Había sido feliz trabajando la roca. Pero aquello había quedado atrás. ¡Espacios abiertos! ¡Horizontes lejanos! ¡Nuevos lugares, gentes, sabores! Siker abrió la cantimplora de hidromiel que llevaba en su cinto y bebió un largo trago. Desde luego, en el último pueblo sabían hacer hidromiel delicioso como en ningún otro. Se sentó en una roca cubierta de musgo y miró hacia la montaña cercana con algo parecido a la nostálgia. Hasta aqui había llegado. Aquel enorme macizo le cortaba el paso, nadie lo había atravesado nunca. Aunque había numerosas leyendas de gentes salvajes y criaturas misteriosas que vivían más allá y sobre aquella inmensa roca. Su patrón le había pedido que volviera, la aventura se terminaba. Lo que más le pesaba es que no había conseguido encontrar aquella hermosa criatura de los ojos verdes. Ni el más mínimo rastro de ella.
Suspiró largamente y se echó hacia atrás, dejando que el musgo de la roca le acariciara la espalda. No era una postura muy cómoda, tendría que levantarse aunque le daba pereza, si no después le dolería la espalda. Quiso levantar los puños, gritar e insultar a la montaña que le cortaba el paso, que le alejaba de sus sueños pero no lo hizo porque vio algo que le dejó atónito. Una nube que volaba en contra del viento, eso fue lo que creyó ver. Fue una visión fugaz, la nube desapareció rápidamente tras un risco de la montaña. La prudencia le aconsejaba que se alejara de alli, ya estaba, de hecho, demasiado cerca de un lugar considerado maldito. Pero él era curioso.
Se acercó aun más a la ladera de la montaña sin dejar de mirar al lugar donde había desaparecido aquella nube. Quería volver a verla. Tal era su empeño en volver a ver aquella nube, que no se dio cuenta de que había empezado a subir por la ladera de la montaña prohibida. Llevaba ya un rato andando cuando cayó en la cuenta de lo que estaba haciendo. La nube no había vuelto a aparecer ¿Lo habría imaginado? ¿Valía la pena el riesgo por aquella imágen que sólo había visto fugazmente? Sería mejor volver al pueblo y empezar a recoger sus cosas, le quedaba un buen trecho para volver a su pueblo natal donde le esperaba su patrón. Echó una última mirada a los riscos, se sentía triste. Cabizbajo empezaba a bajar cuando un crujido a sus pies le llamó la atención. Había pisado lo que parecía ser un trozo de cáscara de huevo, nacarado por dentro, dorado por fuera ¿Dónde había visto él un huevo de ese color? La imágen de la criatura que tanto había buscado le golpeó en la cabeza tan de repente que casi le hizo daño. Ya no pensó en nada más, cuando se quiso dar cuenta, ya estaba en la collada de la montaña, jadeando, con el viento silbando en sus oídos. Ahora sabía que de ningún modo volvería a casa. No ahora que tenía su primera pista sobre ella.
No se dio cuenta de cómo ni de con qué tropezó, sus ojos estaban puestos en las rocas más altas buscando algo que se pareciera a un nido. Y, de repente, los riscos desaparecieron, el cielo desapareció, todo se convirtió en una maraña de ruidos, piedras y ramas que giraban rápidamente a su alrededor. Notó un golpe fuerte en la cabeza. No le llegó a doler pero toda a la algarabía a su alrededor desapareció de repente y quedó sustituída por un silencio blanco infinito.
Se dio cuenta de que su cuerpo descansaba tendido sobre una superfície mullida y cálida. Siker seguía perdido en aquella blancura sin fin y no sabía cuanto tiempo llevaba en ella pero se dio cuenta de que era consciente de ello y se alegró de recordar su propio nombre. Notó que tenía los ojos cerrados y los abrió lentamente. Durante unos minutos, siguió inmerso en blanco, siendo consciente poco a poco de sus brazos, sus piernas, un pequeño peso suave que le cubría por encima, el latido de su corazón en su ojo derecho. Poco a poco, todo a su alrededor empezó a tomar colores suaves y formas poco definidas como si el mundo se hubiera convertido en una acuarela muy aguada pintada por un niño algo torpón. Sintió un sabor salado en su boca y un olor a hierbas aromáticas en el aire. Poco a poco, las formas y colores se fueron haciendo más nítidos a su alrededor. Vio un techo sobre su cabeza pero no lo reconoció. Por fin, comenzó a notar los sonidos que le rodeaban por todas partes. Escuchó las voces desconocidas que parecían venir de otras habitaciones. Con la consciencia, también el dolor regresó a él y supo que no podría moverse aunque lo intentara.
Aun así, quiso saltar de la cama cuando notó que, desde la puerta, una cara le observaba. Una mirada verde, en una cara sonrosada enmarcada de pelo rojizo.
¿La había encontrado al fin?
 
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