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    el Equipo de Elvenar

Jugamos a... Elige tu propia aventura

DeletedUser

Os planteo un nuevo juego, a ver cómo resulta.

Se trata de elegir una de las opciones planteadas por el que escribió antes y continuar a partir de ese punto la historia. Se intentará escribir uno o dos párrafos, no demasiado extensos, al final de los cuales se plantearán las opciones para el siguiente jugador. No hará falta copiar el texto de los que participaron antes, simplemente elegir una opción y hacer tu aportación a la historia. Si vemos que en un momento dado la historia se ha embarullado mucho, que ha llegado a una especie de punto final o, simplemente, nos apetece comenzar una nueva, pues se hace y punto.

¿Cómo lo véis? Comienzo yo, a ver si la cosa funciona.

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Para mayor claridad, por favor indicad al comienzo de vuestro mensaje el número del post que vais a continuar (el numerito con un hashtag en la parte inferior derecha del post, al lado de Multi-cita y Citar -en este caso sería el 1-), y la letra de la opción elegida (en este caso a, b o c).

Añado un spoiler con la historia completa (hasta ahora), incluyendo al final un enlace que lleva al último capítulo (con las distintas alternativas que propone). Lo iré actualizando con las nuevas aportaciones:

La noche... desde aquel día, me aterra la noche...

Los árboles pasaban velozmente a su lado mientras corría en la oscuridad. Sus ágiles piernas de elfo eran una máquina perfecta, devorando una colina tras otra. La Luna llena, allí en lo alto, iluminaba su delgada figura mientras galopaba. Ningún sonido, sólo su respiración entrecortada, con unos pulmones puestos a prueba. De pronto se detuvo en seco; una pared de piedra inmensa cerraba el paso, mientras ellos estaban más y más cerca. Miró atrás y observó serio la luz de las lejanas antorchas creando un arco que iba encerrándole en su interior. Sofocado pero sereno escudriñó la pared de la montaña, buscando alguna sombra que delatase una grieta, un resquicio. Y la encontró, justo cuando la brisa nocturna traía ya el sonido de los perros de batalla, ladrando furiosos y excitados por su olor.

---

La vieja yaya de su aldea siempre había contado historias de las sinuosas grietas que surcaban la vieja montaña. Decía que algunas llevaban a cavernas subterráneas llenas de tesoros, otras a simas insondables donde sólo se encontraría la muerte y una, sólo una de ellas, al valle secreto donde moraban las hadas, aunque era bien sabido que no recibían de buen grado a las visitas y que en ocasiones encontrarlas podía ser más peligroso que caer en una sima. No podía hacer frente a sus perseguidores y no podía escalar la inmensa montaña ni rodearla, así que buscó entre las grietas cuál sería más prometedora. En un recoveco a su derecha pudo ver que se abrían tres grietas con amplitud suficiente para que él cupiera.

---

Le costó decidirse pero finalmente optó por el agujero que, en ese momento, le parecía la mejor oportunidad de salir. No tenía ninguna intención de encontrarse con un pozo poco profundo donde le podían ver desde dentro y la idea de escuchar voces desde el otro lado del túnel no le causaba mucha gracia. Por ello, decidió sumergirse en la más fría y extraña aventura. Mientras se lanzaba recordaba unas pocas líneas de las viejas escrituras de su hogar, unas escrituras que en su aldea se consideraban sagradas. Pero, no podía pensar en ese momento en ello, la espalda chocaba interrumpidamente contra una de las paredes mientras sus manos empezaban a herirse al intentar frenarse y quedarse en medio del agujero, atrapado. A punto de llegar lo que parecía ser el final de una caída libre eterna, se encontró con una rama tan gruesa que le detuvo, no sin antes haberle causado un gran daño en sus partes traseras.
Una de sus manos, sin darse cuenta, tocó una piedra en la pared que acabó cayendo al retirarla y juntase las manos en su pecho, a causa del frío y viento que llegaba del gran campo de nieve que había abajo de él.

---

Apoyando los pies con cuidado en la rama que soportaba su peso, se acercó a la pared rocosa de donde se había desprendido la piedra. Sus sospechas se vieron confirmadas al retirar algunos cascotes y comprobar como tras el pequeño derrumbe, se escondía una apretada abertura.

Ignorando el dolor de sus magullados miembros, se introdujo a rastras por el estrecho y oscuro túnel mientras dejaba atrás los ladridos de los furibundos perros de caza que reverberaban en la caverna, desde las alturas donde perdieron su rastro.

La negrura inicial fue consumida gradualmente por una luz desconocida que iluminaba su avance a través de aquél misterioso pasaje. En la distancia, se escuchaban voces.

El túnel desembocaba en una desvencijada rejilla metálica que lo separaba de la habitación de donde provenía la luz y las voces que había oído en su trayecto. Se acercó un poco y agarrado a los oxidados barrotes, observó lo que parecía ser una sala de tortura.

Un enorme orco de espaldas a él, se decidía por qué herramienta utilizar mientras canturreaba en su horrible idioma. Una elfa maniatada y herida parecía ser el objetivo de las malas artes de la criatura.

---

Sacó fuerzas de donde ya no le quedaban, y derribo la oxidada rejilla de una certera patada con sus magulladas piernas, el pestilente orco dió un salto hacia atrás sorprendido de que un insignificante elfo le molestara en su divertimento, cuando la horrible mole cogió impulso para darle con toda su fuerza, notó como le chorreaba sangre por la cara. De repente tras la bestia se levanto una silueta portando una barra de hierro, que habia atravesado el horrible ojo del orco, quitandole la vida.
Era la elfa que gracias al descuido había podido liberarse de sus ataduras y por fin vengarse de su torturador.
Cuando se acercó a ella, y le vio con la luz de la triste vela, la reconoció. ¡Era ella!, era la elfa que siempre le sonreia cuando practicaban con el arco en los campos de caryophas. ¿Que hacia ella alli? ,¿porqué la tenian los orcos?, ¿comó saldrian de alli?

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Los dos se miraron fíjamente a los ojos durante unos segundos. Un fuerte sonido metálico llegó desde más allá de la pesada puerta de roble que había al fondo de la estancia. Como si fueran uno solo, se encaminaron rápidamente a la abertura para auparse al tunel por el que él había llegado. Le sorprendió su increíble agilidad para desplazarse por el túnel, como si fuera una alimaña, apenas podía seguir su ritmo. Detrás de ellos se escuchó el bramido furioso de varios orcos, un sonido que inundó la estrecha cavidad como si fuera una flecha recién disparada. No le hizo falta más para poner todo su cuerpo en tensión y tratar de alcanzarla.

Tan concentrado iba que no se dió cuenta de que habían llegado al punto desde el que él había caído, y chocó de bruces contra la elfa, que le estaba esperando mirando hacia arriba. El empujón fue tan fuerte, que ambos cayeron hechos un amasijo contra la rama, que se rompió ruidosamente, precipitando sus cuerpos enredados sobre un campo helado. Dolorido, trató de mirar alrededor, y a pesar de la escasa luz pudo observar que estaban en un prado sin apenas vegetación, cubierto por completo de nieve.

---

Cerró los ojos, y apoyó de nuevo su cabeza sobre la suave nieve en un intento de calmar por un instante el alocado golpeteo de su corazón. Notó movimiento bajo sus piernas, acompañado de un tenue gemido de dolor e inmediatamente le invadió una apremiante sensación de peligro.
Se incorporó de un salto y miró a su alrededor intentando ver de dónde provenía. Su improvisada compañía imitó sus movimientos y respondió a su interrogante mirada con un leve gesto de asentimiento de su cabeza. Se encontraba bien y estaba lista para seguirle. El intenso frío y el opresivo silencio que les rodeaba les hizo estremecer.

Frente a ellos un espeso bosque de viejas hayas, oscuro como boca de lobo, les ofrecía una incierta protección; a su derecha y a sus espaldas su vista se extendía sobre una suave superficie blanca que parecía no tener fin; y a su izquierda, a unos escasos cien metros de ellos, brillaba la plateada superficie de un caudaloso y en apariencia sereno río. Al otro lado de este, una gran pared de piedra en cuyo pie una pequeña gruta atrajo sus miradas. Prometía descanso a sus maltrechos y ahora también ateridos cuerpos.

---

La luna era lentamente engullida por negras nubes.
Los primeros copos de una nueva nevada descendían suavemente, para cubrir de blanco los campos de plata.; debían decidirse pronto si no querían añadir la oscuridad a su creciente lista de problemas.
Así que echaron un rápido vistazo a su alrededor,intercambiaron una mirada y de la mano, cruzaron raudos la extensión de terreno que los separaba del bosque de hayas.

Antes de llegar al bosque alguien les salió al paso.
Se trataba de un elfo de mediana edad, con largos cabellos azabache y vestimenta de explorador. Tras éste, surgieron de la espesura y en completo silencio las figuras de una decena de arqueros con los arcos bajados pero cargados y prestos, flanqueando al que parecía ser su oficial.

- ¡Elvandor! -los saludó el explorador-. Sabemos que huyes de los invasores para preservar la reliquia de tu pueblo. Nosotros también estamos interesados en ella, pero te propondré un trato más amable. Si nos acompañas, podríamos negociar un acuerd-

La propuesta quedó en el aire al verse interrumpidos por unos ladridos provenientes de las colinas, que se iban haciendo cada vez más audibles.

El explorador volvió de nuevo la vista hacia ellos con gesto serio y preocupado.

- Parece que no tendremos tiempo de entrar en detalles -musitó- ¿Qué decís a mi propuesta?

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Ahora ya sabía dónde estaban, habían llegado al Bosque Hechizado, poblado por elfos que se habían apartado del camino de la luz y se habían adentrado en el de las oscuras artes arcanas, que usaban en su beneficio para defenderse de sus enemigos pero también para aprovecharse de sus propios hermanos. Habían traicionado en el pasado a los pueblos elfos que rodeaban el Bosque, ahora todos ellos habían desaparecido, y se habían apropiado de las runas antiguas de sus antepasados. Sabía que estarían igual de muertos tanto si sus perseguidores les alcanzaban como si aceptaba la ayuda del elfo oscuro.

Tenían que alejarse de allí, al menos él tenía que hacerlo para poder tener una oportunidad de seguir adelante. La runa que portaba era la única posibilidad de deshacer el hechizo que el Nigromante había lanzado sobre su aldea, dejando petrificados a todos sus habitantes menos a él, que en ese momento no estaba allí. Debía llevarla a la Ninfa del Lago de las Estrellas para que ella la purificara y liberara a su pueblo. Pero las huestes del Nigromante le perseguían y los Elfos Oscuros le acechaban y aunque no podían quitarle la runa, ya que esta sólo podía ser cedida voluntariamente, sabía que podrían chantajearle amenazando a la elfa que acababa de rescatar para conseguirla.

Miró a su compañera y, antes de salir huyendo del bosque, le dijo: "Debo continuar con mi camino sólo ¿Confías en mi? ¿Vendrás conmigo a donde debo ir?"

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Justo en el momento en que ambos se pusieron de nuevo en marcha, el aire retumbó con el sonido de los cuernos de caza de las tropas del Nigromante. El elfo no pudo evitar detenerse en seco, notando como su piel se erizaba y la vista se le nublaba. El ulular de los cuernos penetraba en su mente y su cuerpo, anulando cualquier decisión de su voluntad. Apenas podía respirar... Cuando estaba convencido de que se iba a desmayar, sintió una mano cálida en la nuca y oyó unas palabras susurradas que nunca podría olvidar: "Yo confío en ti".

Levantó la vista, aún temblando, y vio sus ojos fijos en él, azules y oscuros como una laguna sin fondo. Supo que ya nada podría detenerle. Se puso a correr de inmediato, notando la respiración de ella a su lado, unos pasos más atrás. Corrieron sin parar durante un tiempo que no sabría precisar. Tenía la sensación de que llevaban días, semanas, sin descanso. Un río enorme apareció entonces justo delante de él y consiguió sacarle de aquel estado semionírico en el que había estado atrapado. Ella llegó a su lado unos segundos después y juntos, contemplaron absortos el caudal de agua más inmenso que habían visto en sus vidas.

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La noche avanzaba implacable, pero ellos necesitaban un descanso. Recorrieron la ribera del río buscando un lugar donde resguardarse del frío y tras unos minutos, optaron por la cobertura que les ofrecía el tronco de un viejo árbol hueco alejado de la orilla.

No se arriesgaron a encender un fuego. Pegaron sus cuerpos y se arrebujaron lo mejor posible con el escaso abrigo que tenían a mano, taparon la abertura del árbol con cortezas y ramas y por fin, se relajaron un rato.

- Tanto tiempo alejados y fíjate en qué circunstancias volvemos a reunirnos -le dijo ella con una sonrisa triste y la mirada perdida-. Por cierto -continúo mientras se incorporaba un poco para poder mirarlo al rostro- ¿Adonde te diriges?, ¿Buscas algún lugar donde poner a salvo la reliquia de tu pueblo? Si no me equivoco, éste río es el Nejadh. Al norte cerca de su nacimiento existe un antiguo templo de dioses olvidados custodiado por hombres sabios, puede que ellos sepan ayudarte.
Por otra parte, un poco más al sur cuando el río se bifurca se encuentra la posada "El Tejón y la Nutria"; es una parada recurrente para las caravanas de mercaderes que recorren las aldeas del Nejadh, quizá desde allí podríamos desplazarnos más rápidamente y alejarnos de aquí lo más posible...

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Sabía que no podía ir hacia la posada, se había convertido en un proscrito con una misión y cuantos menos ojos les vieran menos comprometida se vería la misma. Además, una caravana no les brindaría protección frente al Nigromante, sólo haría que aumentara el número de sus víctimas.

Decidieron quedarse un día más en su escondrijo, no había señales de persecución, todo estaba muy tranquilo. Salieron afuera con cautela y recogieron bayas silvestres y algunas almejas de río sin alejarse demasiado y se dispusieron a comer para reponer fuerzas mientras decidían cuál sería el mejor camino para llegar al Lago de las Estrellas y la elfa le contaba la historia de por qué había sido apresada y qué quería el orco de ella.

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Satisfecha su hambre y un poco más serenos, elian, pues así dijo llamarse ella, le contó en voz muy baja y un poco avergonzada que en las suaves noches de primavera acostumbraba a alejarse de la aldea, hasta la pequeña laguna situada al pie de la montaña, y darse un largo chapuzón para descansar su cuerpo y despejar su mente del largo día de entrenamiento. Así lo había hecho ese día, y tras ello decidió tumbarse apenas unos minutos a contemplar el claro manto de estrellas que esa noche parecían querer hablarla.
No vio, ni oyó al orco. Seguramente ya estaba allí cuando ella llegó y por eso pudo sorprenderla.
A pesar de su apurada situación, extrañamente no sintió miedo. Sabía que ese no era su destino, no entendía cómo, ni por qué, dijo mirándole a los ojos por primera vez desde que comenzara su relato. Era por ello que reaccionó tan rápidamente cuando él apareció.

Con un leve roce de su mano en la mejilla y un asomo de sonrisa, la tranquilizó. Nunca cuestionaba al destino y ella parecía formar parte natural de él.
Relajados, estiraron sus cuerpos muy juntos para darse calor mutuo y se dispusieron a dormir siquiera un par de horas, hasta el amanecer.
Un fuerte sonido les despertó bruscamente ....

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El sonido de las voces de los hombres gritando a los animales ateridos, reacios a moverse, inundaba la ribera del río. Los grandes búfalos de cuernos labrados mugían ruidosamente, moviendo sus cabezas en ademanes violentos. Los dos elfos contemplaron el espectáculo, que bajo la luz de la luna adquiría un matiz irreal y fantástico. Se fijaron en los grandes estandartes que portaban las caravanas, de un rojo sangriento y con una calavera burlona y negra en el centro. Pudo notar el estremecimiento de ella a su lado, inoculándole su terror como un rayo que atravesara su sistema nervioso.

"Esclavistas... Ghamên...", escuchó en un susurro entrecortado. Recordó de inmediato las historias que contaban los ancianos de su aldea en las noches más oscuras, y cómo los niños se escabullían de sus camas para poder escucharlas desde las ramas de los árboles cercanos. En cuanto empezaban a oir los relatos, se iban abrazando unos a otros, mientras temblaban ostensiblemente. Historias de raptos y violaciones, aldeas incendiadas hasta sus cimientos, decapitaciones masivas de quienes no se doblegaban ante ellos... Jamás olvidaría aquellas palabras resonando en las noches frías, mientras todo el pueblo escuchaba absorto. Pero... ¿existían de verdad? ¿eran reales? Los ojos fijos, aterrados, de ella se lo confirmaron.

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Refugiados en su escondite observaron pasar la caravana de esclavistas; cuerpos largos pero encorvados, de rostros torvos y ropajes sucios y remendados. No había niños entre el grupo y las pocas mujeres que lo componían se veían tanto o más peligrosas que los varones. Era una partida de caza bien armada y pertrechada.

La única captura del grupo yacía en una enorme plataforma compuesta por recios tablones de madera, que sustentaban la figura durmiente y encadenada de lo que parecía ser...¿un Treant?

Cuando la yunta de bueyes que tiraban del carro pasó frente a ellos, la reliquia en forma de colgante de puro acero comenzó a agitarse en su pecho y brillar con luz ambarina.

Entonces, el Treant cautivo empezó a moverse y despertar...

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Se miraron el uno al otro con terror pero con determinación y mutuo entendimiento. Pese a ser tan diferentes, la relación entre el pueblo elfo y el treant era tan íntima como ancestral, de alguna manera, los treants eran para los elfos sus abuelos y ancianos más sabios y los elfos eran para los treant sus vástagos más queridos. No podían dejar al treant en manos de los esclavistas sin intentar ayudarle, aunque con ello pusieran en peligro sus vidas.

Ocultó la reliquia lo mejor que pudo entre sus ropas para que la intensidad de su brillo no les delatara prematuramente. Sigilosamente, salieron de su escondrijo y empezaron a acercarse lentamente, emboscándose entre los arbustos, a la caravana. La runa ahora no sólo brillaba cada vez con más intensidad, apenas contenida por las ropas, sino que además, el elfo la notaba palpitar contra su piel y cuanto más se acercaban, más despierto y alerta estaba el treant, hasta el punto que su forcejeo por liberarse de sus ataduras hizo detenerse a la caravana. Los esclavistas estaban desconcertados, su brujo había hecho un hechizo que debería haberlo mantenido inerme hasta el final de su viaje, ahora no sabían muy bien cómo podrían contenerlo.

Al darse cuenta de ello, los elfos decidieron apresurar el paso, dejando de un lado la cautela, ya que la situación apremiaba, antes de que los esclavistas atacaran al treant, ya que aunque era una captura valiosa, le tenían más apego a sus infames pellejos.

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La reliquia que portaba el muchacho cada vez iluminaba más, delatando a la pareja. Los esclavistas fijaron sus miradas en el pecho del elfo, se quedaron atónitos, observando la belleza del brillo, hasta que de repente, el artefacto emitió una luz tan fuerte que cegó a todo ojo que estuviera presente.

Parecía que había pasado una eternidad hasta que los elfos recobraran la vista. Yacían sobre un el terreno de piedras musgosas, pues se dieron cuenta de que el poder de la reliquia los había dejado inconscientes. Rápidamente recordaron la situación en la que se encontraban así que se pusieron en pie. Observaron que el treant se había liberado, era evidente que el destello no había causado efecto negativo en él, sino lo contrario, era diferente, ahora emitía luz propia, luz color cian y era más fuerte, más poderoso. Los humanos, por su parte, estaban destrozados. Sus movimientos eran vagos y apenas tenían fuerzas para coger sus armas.

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No querían matar a nadie, pero era necesario neutralizar lo más posible a los esclavistas, así que saquearon su caravana, liberaron a algunos humanos que también se habían convertido en mercancía y recogieron provisiones para poder continuar su viaje. El treant, de nuevo plenamente despierto y fortalecido, decide unirse a ellos en su viaje después de saber cuál es su misión, pero se muestra osco y poco comunicativo, no quiere contarles cómo fue apresado ni nada relativo a él mismo, ni siquiera les quiere revelar su nombre.

Aunque el cansancio hace mella en ellos, deciden acelerar el paso para poner la mayor distancia entre ellos y los esclavistas, antes de que se recuperen. El cielo comienza a oscurecerse por el este y les queda poco tiempo de luz para avanzar con seguridad. Pero algo más extraño está ocurriendo en el cielo, allí donde debería estar alzándose la luna, un círculo más oscuro que la incipiente noche comienza a elevarse en su lugar.

El treant se muestra muy nervioso ante esta aparición y comienza a canturrear una canción en su antigua lengua ancestral...

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Mientras el Treant canturrea esa cación con movimientos bruscos, el cálido color de su resplandor corporal comienza a cambiar. Adquiere un tono morado, terrible y muy intenso, capaz de quemar cualquier elemento que se le acerque, de derretir el acero de las espadas. Fija su mirada en el cielo y recubre su cuerpo con ramajes más sólidos. Ante un brote de locura, ataca al elfo, quien desarmado, pues se disponía a descansar, se resiste.

Su compañera reconoce el círculo que yacía en el cielo: era un ojo nigromante. Estaba claro, ¡el Treant estaba hechizado!

¿Qué podía hacer ella? ¿Cómo iba a salvar a su compañero de las garras de aquel enemigo amigo?

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Elian mira alrededor, aterrorizada, buscando a alguien que pueda ayudarles. La oscuridad creciente le impide saber qué se esconde unos pasos más allá. Echa a correr, sin saber a dónde dirigirse, acercándose al camino que bordea el río, pero cae de bruces a los pocos pasos. Con el rostro hundido en la tierra húmeda, llora como jamás lloró de niña. Llora de terror, de desesperación, de rabia y de impotencia. Llora, y clava sus uñas en el musgo y las piedras.

Un grito informe comienza a nacer en su garganta, una explosión que condensa todas sus emociones. Y mientras su grito llena la noche, ocultando el sonido de las ramas del treant cayendo pesadamente, una y otra vez, sobre el cuerpo del elfo inconsciente, una explosión de luz hace detenerse el tiempo. Y otra después, y otra más. Los destellos se suceden cada pocos segundos, creando un ambiente fantástico e irreal. Atónita, Elian contempla un extraño espectáculo que no puede comprender.

Poco después todo termina, la noche se adueña de los rincones que antes fueron suyos, y una extraña calma inunda todo. La elfa teme moverse, permanece totalmente quieta, casi sin respirar. ¿Qué diablos fue todo eso?

a) La reliquia del elfo, que sintiendo la cercana muerte de este, emitió unos pulsos de luz que consiguieron anular el hechizo que pesaba sobre el treant.
b) El treant hechizado, que en el clímax de su posesión nigromántica, concentró toda su fuerza vital en un ataque final sobre el elfo.
c) Un sacerdote que caminaba solo en la noche y que, al oír a la elfa gritar, se acercó y lanzó una serie de ataques sobre el treant, hasta neutralizarlo.

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La noche... desde aquel día, me aterra la noche...

Los árboles pasaban velozmente a su lado mientras corría en la oscuridad. Sus ágiles piernas de elfo eran una máquina perfecta, devorando una colina tras otra. La Luna llena, allí en lo alto, iluminaba su delgada figura mientras galopaba. Ningún sonido, sólo su respiración entrecortada, con unos pulmones puestos a prueba. De pronto se detuvo en seco; una pared de piedra inmensa cerraba el paso, mientras ellos estaban más y más cerca. Miró atrás y observó serio la luz de las lejanas antorchas creando un arco que iba encerrándole en su interior. Sofocado pero sereno escudriñó la pared de la montaña, buscando alguna sombra que delatase una grieta, un resquicio. Y la encontró, justo cuando la brisa nocturna traía ya el sonido de los perros de batalla, ladrando furiosos y excitados por su olor.


¿Qué harás? a) Entrar por la estrecha grieta en la montaña b) Enfrentarte a aquellos que te persiguen c) Buscar otra solución a esta apurada situación
 
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Deleted User - 1287

#1 a)

La vieja yaya de su aldea siempre había contado historias de las sinuosas grietas que surcaban la vieja montaña. Decía que algunas llevaban a cavernas subterráneas llenas de tesoros, otras a simas insondables donde sólo se encontraría la muerte y una, sólo una de ellas, al valle secreto donde moraban las hadas, aunque era bien sabido que no recibían de buen grado a las visitas y que en ocasiones encontrarlas podía ser más peligroso que caer en una sima. No podía hacer frente a sus perseguidores y no podía escalar la inmensa montaña ni rodearla, así que buscó entre las grietas cuál sería más prometedora. En un recoveco a su derecha pudo ver que se abrían tres grietas con amplitud suficiente para que él cupiera:

a) la de la derecha, en cuyo suelo la luz de la luna hacía relumbrar una moneda de oro perdida,
b) la del centro, desde la que salía una bocanada de aire muy frío y húmedo,
c) la de la izquierda, cuyas pareces relucían tenuemente en algunos salientes. Prestando un poco de atención, un murmullo musical llegaba desde las profundidades.

¿Por cuál de las grietas entrarás?
 

DeletedUser6

b)

Le costó decidirse pero finalmente optó por el agujero que, en ese momento, le parecía la mejor oportunidad de salir. No tenía ninguna intención de encontrarse con un pozo poco profundo donde le podían ver desde dentro y la idea de escuchar voces desde el otro lado del túnel no le causaba mucha gracia. Por ello, decidió sumergirse en la más fría y extraña aventura. Mientras se lanzaba recordaba unas pocas líneas de las viejas escrituras de su hogar, unas escrituras que en su aldea se consideraban sagradas. Pero, no podía pensar en ese momento en ello, la espalda chocaba interrumpidamente contra una de las paredes mientras sus manos empezaban a herirse al intentar frenarse y quedarse en medio del agujero, atrapado. A punto de llegar lo que parecía ser el final de una caída libre eterna, se encontró con una rama tan gruesa que le detuvo, no sin antes haberle causado un gran daño en sus partes traseras.
Una de sus manos, sin darse cuenta, tocó una piedra en la pared que acabó cayendo al retirarla y juntase las manos en su pecho, a causa del frío y viento que llegaba del gran campo de nieve que había abajo de él.


Ahora, se encuentra en una situación donde:
a) Puede intentar mover las piedras y descubrir un posible túnel.
b) Lanzarse a la nieve, a unos 10metros de donde se encontraba.
c) Buscar una alternativa como escalar nuevamente.
 

DeletedUser

#3. a)

Apoyando los pies con cuidado en la rama que soportaba su peso, se acercó a la pared rocosa de donde se había desprendido la piedra. Sus sospechas se vieron confirmadas al retirar algunos cascotes y comprobar como tras el pequeño derrumbe, se escondía una apretada abertura.

Ignorando el dolor de sus magullados miembros, se introdujo a rastras por el estrecho y oscuro túnel mientras dejaba atrás los ladridos de los furibundos perros de caza que reverberaban en la caverna, desde las alturas donde perdieron su rastro.

La negrura inicial fue consumida gradualmente por una luz desconocida que iluminaba su avance a través de aquél misterioso pasaje. En la distancia, se escuchaban voces.

El túnel desembocaba en una desvencijada rejilla metálica que lo separaba de la habitación de donde provenía la luz y las voces que había oído en su trayecto. Se acercó un poco y agarrado a los oxidados barrotes, observó lo que parecía ser una sala de tortura.

Un enorme orco de espaldas a él, se decidía por qué herramienta utilizar mientras canturreaba en su horrible idioma. Una elfa maniatada y herida parecía ser el objetivo de las malas artes de la criatura.


¿Qué harás?:

a) Derribar la rejilla y entrar de súbito en la habitación para tratar de sorprender al orco.

b) Correr el riesgo de que la prisionera pueda resultar herida, pero tomar el tiempo necesario para desencajar la rejilla silenciosamente y entrar furtivamente en la estancia.

c) Ni te va ni te viene la suerte de la prisionera, vas a esperar tu mejor momento para colarte en la sala o volver sobre tus pasos si lo consideras necesario.
 
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DeletedUser431

#4. a)

Sacó fuerzas de donde ya no le quedaban, y derribo la oxidada rejilla de una certera patada con sus magulladas piernas, el pestilente orco dió un salto hacia atrás sorprendido de que un insignificante elfo le molestara en su divertimento, cuando la horrible mole cogió impulso para darle con toda su fuerza, notó como le chorreaba sangre por la cara. De repente tras la bestia se levanto una silueta portando una barra de hierro, que habia atravesado el horrible ojo del orco, quitandole la vida.
Era la elfa que gracias al descuido había podido liberarse de sus ataduras y por fin vengarse de su torturador.
Cuando se acercó a ella, y le vio con la luz de la triste vela, la reconoció. ¡Era ella!, era la elfa que siempre le sonreia cuando practicaban con el arco en los campos de caryophas. ¿Que hacia ella alli? ,¿porqué la tenian los orcos?, ¿comó saldrian de alli?

qué harás?

a)le confiesas a la elfa tu amor hacia ella y la besas a pesar del sitio donde estais
b) cogeis las herramientas del orco a modo de armas y os lanzais a la aventura entrando de lleno en la morada de los orcos
c) volveis por la rejilla que has derribado a ver que hay al otro lado del oscuro tunel
 
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DeletedUser

#5 c)

Los dos se miraron fíjamente a los ojos durante unos segundos. Un fuerte sonido metálico llegó desde más allá de la pesada puerta de roble que había al fondo de la estancia. Como si fueran uno solo, se encaminaron rápidamente a la abertura para auparse al tunel por el que él había llegado. Le sorprendió su increíble agilidad para desplazarse por el túnel, como si fuera una alimaña, apenas podía seguir su ritmo. Detrás de ellos se escuchó el bramido furioso de varios orcos, un sonido que inundó la estrecha cavidad como si fuera una flecha recién disparada. No le hizo falta más para poner todo su cuerpo en tensión y tratar de alcanzarla.

Tan concentrado iba que no se dió cuenta de que habían llegado al punto desde el que él había caído, y chocó de bruces contra la elfa, que le estaba esperando mirando hacia arriba. El empujón fue tan fuerte, que ambos cayeron hechos un amasijo contra la rama, que se rompió ruidosamente, precipitando sus cuerpos enredados sobre un campo helado. Dolorido, trató de mirar alrededor, y a pesar de la escasa luz pudo observar que estaban en un prado sin apenas vegetación, cubierto por completo de nieve.


¿Qué harás ahora? a) Aprovechar este momento de calma para hablar con ella e interesarte por su situación b) Incorporarte de inmediato, explorar la zona y trazar un plan antes de que las cosas se compliquen de nuevo c) Quedarte quieto, cerrar los ojos y descansar tu magullado cuerpo
 
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DeletedUser203

b)

Cerró los ojos, y apoyó de nuevo su cabeza sobre la suave nieve en un intento de calmar por un instante el alocado golpeteo de su corazón. Notó movimiento bajo sus piernas, acompañado de un tenue gemido de dolor e inmediatamente le invadió una apremiante sensación de peligro.
Se incorporó de un salto y miró a su alrededor intentando ver de dónde provenía. Su improvisada compañía imitó sus movimientos y respondió a su interrogante mirada con un leve gesto de asentimiento de su cabeza. Se encontraba bien y estaba lista para seguirle. El intenso frío y el opresivo silencio que les rodeaba les hizo estremecer.

Frente a ellos un espeso bosque de viejas hayas, oscuro como boca de lobo, les ofrecía una incierta protección; a su derecha y a sus espaldas su vista se extendía sobre una suave superficie blanca que parecía no tener fin; y a su izquierda, a unos escasos cien metros de ellos, brillaba la plateada superficie de un caudaloso y en apariencia sereno río. Al otro lado de este, una gran pared de piedra en cuyo pie una pequeña gruta atrajo sus miradas. Prometía descanso a sus maltrechos y ahora también ateridos cuerpos.

Sabiéndose vulnerables, emprendieron sus pasos hacia ... a)El bosque de hayas que pese a su oscuridad les parecía atrayente y protector como Elfos. b) La gran extensión que parecía desplegarse hasta el infinito y por la cual parecía fácil avanzar rápido. c) Cruzar el río a nado y cobijarse en la pequeña gruta, dando prioridad y gusto a sus maltrechos cuerpos y tiempo para preparar sus siguientes movimientos
 
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DeletedUser

#7. a)


La luna era lentamente engullida por negras nubes.
Los primeros copos de una nueva nevada descendían suavemente, para cubrir de blanco los campos de plata.; debían decidirse pronto si no querían añadir la oscuridad a su creciente lista de problemas.
Así que echaron un rápido vistazo a su alrededor,intercambiaron una mirada y de la mano, cruzaron raudos la extensión de terreno que los separaba del bosque de hayas.

Antes de llegar al bosque alguien les salió al paso.
Se trataba de un elfo de mediana edad, con largos cabellos azabache y vestimenta de explorador. Tras éste, surgieron de la espesura y en completo silencio las figuras de una decena de arqueros con los arcos bajados pero cargados y prestos, flanqueando al que parecía ser su oficial.

- ¡Elvandor! -los saludó el explorador-. Sabemos que huyes de los invasores para preservar la reliquia de tu pueblo. Nosotros también estamos interesados en ella, pero te propondré un trato más amable. Si nos acompañas, podríamos negociar un acuerd-

La propuesta quedó en el aire al verse interrumpidos por unos ladridos provenientes de las colinas, que se iban haciendo cada vez más audibles.

El explorador volvió de nuevo la vista hacia ellos con gesto serio y preocupado.

- Parece que no tendremos tiempo de entrar en detalles -musitó- ¿Qué decís a mi propuesta?




¿Qué harás?:



a) La reliquia es algo que te pertenece como único superviviente de tu pueblo; no es negociable. Rechazas la propuesta del explorador y continuáis bajo vuestra propia cuenta y riesgo.

b) No te gusta la idea de negociar con la reliquia, pero es una situación apurada y probablemente lo más sensato sea aceptar la ayuda de los elfos y abandonar el lugar lo antes posible.

c) Aludes a la hermandad racial, que tus problemas son también sus problemas y tratas de convencerlos para que te ayuden a enfrentar a tus perseguidores y vengar los caídos.
 

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#8 a)

Ahora ya sabía dónde estaban, habían llegado al Bosque Hechizado, poblado por elfos que se habían apartado del camino de la luz y se habían adentrado en el de las oscuras artes arcanas, que usaban en su beneficio para defenderse de sus enemigos pero también para aprovecharse de sus propios hermanos. Habían traicionado en el pasado a los pueblos elfos que rodeaban el Bosque, ahora todos ellos habían desaparecido, y se habían apropiado de las runas antiguas de sus antepasados. Sabía que estarían igual de muertos tanto si sus perseguidores les alcanzaban como si aceptaba la ayuda del elfo oscuro.

Tenían que alejarse de allí, al menos él tenía que hacerlo para poder tener una oportunidad de seguir adelante. La runa que portaba era la única posibilidad de deshacer el hechizo que el Nigromante había lanzado sobre su aldea, dejando petrificados a todos sus habitantes menos a él, que en ese momento no estaba allí. Debía llevarla a la Ninfa del Lago de las Estrellas para que ella la purificara y liberara a su pueblo. Pero las huestes del Nigromante le perseguían y los Elfos Oscuros le acechaban y aunque no podían quitarle la runa, ya que esta sólo podía ser cedida voluntariamente, sabía que podrían chantajearle amenazando a la elfa que acababa de rescatar para conseguirla.

Miró a su compañera y, antes de salir huyendo del bosque, le dijo: "Debo continuar con mi camino sólo ¿Confías en mi? ¿Vendrás conmigo a donde debo ir?"

a) La elfa le miró, todavía conmocionada y agotada, y le dijo que ella se quedaría en el bosque, no tenía fuerzas para seguir huyendo y aquel era un lugar familiar y seguro, o eso pensaba ella. Esto te hace sentir indeciso y mientras tratas de convencerla las fuerzas del Nigromante os alcanzan.

b) La elfa desconfía también de la "hospitalidad bajo condiciones" del elfo oscuro y decide partir contigo saliendo del bosque.

c) No hay tiempo para respuestas, las huestes del enemigo están casi encima. Los ojos del elfo oscuro brillan con una mezcla de confianza en su capacidad para defenderse y de avaricia por la reliquia. Sales corriendo y esperas que la elfa te siga aunque no sabes qué es lo que ella hará ni qué te encontrarás en tu huída.
 
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#10 b)

Justo en el momento en que ambos se pusieron de nuevo en marcha, el aire retumbó con el sonido de los cuernos de caza de las tropas del Nigromante. El elfo no pudo evitar detenerse en seco, notando como su piel se erizaba y la vista se le nublaba. El ulular de los cuernos penetraba en su mente y su cuerpo, anulando cualquier decisión de su voluntad. Apenas podía respirar... Cuando estaba convencido de que se iba a desmayar, sintió una mano cálida en la nuca y oyó unas palabras susurradas que nunca podría olvidar: "Yo confío en ti".

Levantó la vista, aún temblando, y vio sus ojos fijos en él, azules y oscuros como una laguna sin fondo. Supo que ya nada podría detenerle. Se puso a correr de inmediato, notando la respiración de ella a su lado, unos pasos más atrás. Corrieron sin parar durante un tiempo que no sabría precisar. Tenía la sensación de que llevaban días, semanas, sin descanso. Un río enorme apareció entonces justo delante de él y consiguió sacarle de aquel estado semionírico en el que había estado atrapado. Ella llegó a su lado unos segundos después y juntos, contemplaron absortos el caudal de agua más inmenso que habían visto en sus vidas.


¿Qué harás ahora? a) Descansar tu maltrecho y exhausto cuerpo en la ribera de este río b) Tratar de encontrar cuanto antes una manera de cruzarlo c) Hablar con ella y descubrir qué hacía en la sala de torturas de aquellos orcos
 
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#11. a

La noche avanzaba implacable, pero ellos necesitaban un descanso. Recorrieron la ribera del río buscando un lugar donde resguardarse del frío y tras unos minutos, optaron por la cobertura que les ofrecía el tronco de un viejo árbol hueco alejado de la orilla.

No se arriesgaron a encender un fuego. Pegaron sus cuerpos y se arrebujaron lo mejor posible con el escaso abrigo que tenían a mano, taparon la abertura del árbol con cortezas y ramas y por fin, se relajaron un rato.

- Tanto tiempo alejados y fíjate en qué circunstancias volvemos a reunirnos -le dijo ella con una sonrisa triste y la mirada perdida-. Por cierto -continúo mientras se incorporaba un poco para poder mirarlo al rostro- ¿Adonde te diriges?, ¿Buscas algún lugar donde poner a salvo la reliquia de tu pueblo? Si no me equivoco, éste río es el Nejadh. Al norte cerca de su nacimiento existe un antiguo templo de dioses olvidados custodiado por hombres sabios, puede que ellos sepan ayudarte.
Por otra parte, un poco más al sur cuando el río se bifurca se encuentra la posada "El Tejón y la Nutria"; es una parada recurrente para las caravanas de mercaderes que recorren las aldeas del Nejadh, quizá desde allí podríamos desplazarnos más rápidamente y alejarnos de aquí lo más posible...

¿Qué harás?

a) Suena razonable viajar hasta la posada y embarcarse en alguna caravana que os pueda sacar de allí antes de que los elfos o las tropas del nigromante den con vosotros.

b) Poner a salvo la reliquia o ver que puedes hacer con ella con la información que puedan darte esos hombres sabios parece el mejor curso de acción.

c) Lo mejor será meditarlo con la almohada y pasar la noche allí que parece un sitio tranquilo, y partir por la mañana con las fuerzas renovadas.
 

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#12 c)

Sabía que no podía ir hacia la posada, se había convertido en un proscrito con una misión y cuantos menos ojos les vieran menos comprometida se vería la misma. Además, una caravana no les brindaría protección frente al Nigromante, sólo haría que aumentara el número de sus víctimas.

Decidieron quedarse un día más en su escondrijo, no había señales de persecución, todo estaba muy tranquilo. Salieron afuera con cautela y recogieron bayas silvestres y algunas almejas de río sin alejarse demasiado y se dispusieron a comer para reponer fuerzas mientras decidían cuál sería el mejor camino para llegar al Lago de las Estrellas y la elfa le contaba la historia de por qué había sido apresada y qué quería el orco de ella.

a) El orco estaba al servicio del Nigromante y quería que le dijera dónde se encontraban él y la runa de su aldea porque ella poseía el don de la videncia y podía saberlo.

b) El orco la había encontrado de casualidad y sólo estaba divirtiéndose por su cuenta con ella.

c) Después de haber comido y cuando la elfa se disponía a contarle por fin su historia, un extraño resplandor verde-azulado comenzó a cubrir el cielo y un silencio ominoso se apoderó del mundo, la elfa cayó en un raro trance y comenzó a hablar con otra voz...


La noche... desde aquel día, me aterra la noche...

Los árboles pasaban velozmente a su lado mientras corría en la oscuridad. Sus ágiles piernas de elfo eran una máquina perfecta, devorando una colina tras otra. La Luna llena, allí en lo alto, iluminaba su delgada figura mientras galopaba. Ningún sonido, sólo su respiración entrecortada, con unos pulmones puestos a prueba. De pronto se detuvo en seco; una pared de piedra inmensa cerraba el paso, mientras ellos estaban más y más cerca. Miró atrás y observó serio la luz de las lejanas antorchas creando un arco que iba encerrándole en su interior. Sofocado pero sereno escudriñó la pared de la montaña, buscando alguna sombra que delatase una grieta, un resquicio. Y la encontró, justo cuando la brisa nocturna traía ya el sonido de los perros de batalla, ladrando furiosos y excitados por su olor.

La vieja yaya de su aldea siempre había contado historias de las sinuosas grietas que surcaban la vieja montaña. Decía que algunas llevaban a cavernas subterráneas llenas de tesoros, otras a simas insondables donde sólo se encontraría la muerte y una, sólo una de ellas, al valle secreto donde moraban las hadas, aunque era bien sabido que no recibían de buen grado a las visitas y que en ocasiones encontrarlas podía ser más peligroso que caer en una sima. No podía hacer frente a sus perseguidores y no podía escalar la inmensa montaña ni rodearla, así que buscó entre las grietas cuál sería más prometedora. En un recoveco a su derecha pudo ver que se abrían tres grietas con amplitud suficiente para que él cupiera.

Le costó decidirse pero finalmente optó por el agujero que, en ese momento, le parecía la mejor oportunidad de salir. No tenía ninguna intención de encontrarse con un pozo poco profundo donde le podían ver desde dentro y la idea de escuchar voces desde el otro lado del túnel no le causaba mucha gracia. Por ello, decidió sumergirse en la más fría y extraña aventura. Mientras se lanzaba recordaba unas pocas líneas de las viejas escrituras de su hogar, unas escrituras que en su aldea se consideraban sagradas. Pero, no podía pensar en ese momento en ello, la espalda chocaba interrumpidamente contra una de las paredes mientras sus manos empezaban a herirse al intentar frenarse y quedarse en medio del agujero, atrapado. A punto de llegar lo que parecía ser el final de una caída libre eterna, se encontró con una rama tan gruesa que le detuvo, no sin antes haberle causado un gran daño en sus partes traseras.

Una de sus manos, sin darse cuenta, tocó una piedra en la pared que acabó cayendo al retirarla y juntase las manos en su pecho, a causa del frío y viento que llegaba del gran campo de nieve que había abajo de él.

Apoyando los pies con cuidado en la rama que soportaba su peso, se acercó a la pared rocosa de donde se había desprendido la piedra. Sus sospechas se vieron confirmadas al retirar algunos cascotes y comprobar como tras el pequeño derrumbe, se escondía una apretada abertura.

Ignorando el dolor de sus magullados miembros, se introdujo a rastras por el estrecho y oscuro túnel mientras dejaba atrás los ladridos de los furibundos perros de caza que reverberaban en la caverna, desde las alturas donde perdieron su rastro.

La negrura inicial fue consumida gradualmente por una luz desconocida que iluminaba su avance a través de aquél misterioso pasaje. En la distancia, se escuchaban voces.

El túnel desembocaba en una desvencijada rejilla metálica que lo separaba de la habitación de donde provenía la luz y las voces que había oído en su trayecto. Se acercó un poco y agarrado a los oxidados barrotes, observó lo que parecía ser una sala de tortura.

Un enorme orco de espaldas a él, se decidía por qué herramienta utilizar mientras canturreaba en su horrible idioma. Una elfa maniatada y herida parecía ser el objetivo de las malas artes de la criatura.

Sacó fuerzas de donde ya no le quedaban, y derribo la oxidada rejilla de una certera patada con sus magulladas piernas, el pestilente orco dió un salto hacia atrás sorprendido de que un insignificante elfo le molestara en su divertimento, cuando la horrible mole cogió impulso para darle con toda su fuerza, notó como le chorreaba sangre por la cara. De repente tras la bestia se levanto una silueta portando una barra de hierro, que había atravesado el horrible ojo del orco, quitándole la vida.

Era la elfa que gracias al descuido había podido liberarse de sus ataduras y por fin vengarse de su torturador.
Cuando se acercó a ella, y le vio con la luz de la triste vela, la reconoció. ¡Era ella!, era la elfa que siempre le sonreía cuando practicaban con el arco en los campos de caryophas. ¿Que hacia ella allí? ,¿porqué la tenian los orcos?, ¿Cómo saldrían de allí?

Los dos se miraron fijamente a los ojos durante unos segundos. Un fuerte sonido metálico llegó desde más allá de la pesada puerta de roble que había al fondo de la estancia. Como si fueran uno solo, se encaminaron rápidamente a la abertura para auparse al túnel por el que él había llegado. Le sorprendió su increíble agilidad para desplazarse por el túnel, como si fuera una alimaña, apenas podía seguir su ritmo. Detrás de ellos se escuchó el bramido furioso de varios orcos, un sonido que inundó la estrecha cavidad como si fuera una flecha recién disparada. No le hizo falta más para poner todo su cuerpo en tensión y tratar de alcanzarla.

Tan concentrado iba que no se dio cuenta de que habían llegado al punto desde el que él había caído, y chocó de bruces contra la elfa, que le estaba esperando mirando hacia arriba. El empujón fue tan fuerte, que ambos cayeron hechos un amasijo contra la rama, que se rompió ruidosamente, precipitando sus cuerpos enredados sobre un campo helado. Dolorido, trató de mirar alrededor, y a pesar de la escasa luz pudo observar que estaban en un prado sin apenas vegetación, cubierto por completo de nieve.

Cerró los ojos, y apoyó de nuevo su cabeza sobre la suave nieve en un intento de calmar por un instante el alocado golpeteo de su corazón. Notó movimiento bajo sus piernas, acompañado de un tenue gemido de dolor e inmediatamente le invadió una apremiante sensación de peligro.
Se incorporó de un salto y miró a su alrededor intentando ver de dónde provenía. Su improvisada compañía imitó sus movimientos y respondió a su interrogante mirada con un leve gesto de asentimiento de su cabeza. Se encontraba bien y estaba lista para seguirle. El intenso frío y el opresivo silencio que les rodeaba les hizo estremecer.

Frente a ellos un espeso bosque de viejas hayas, oscuro como boca de lobo, les ofrecía una incierta protección; a su derecha y a sus espaldas su vista se extendía sobre una suave superficie blanca que parecía no tener fin; y a su izquierda, a unos escasos cien metros de ellos, brillaba la plateada superficie de un caudaloso y en apariencia sereno río. Al otro lado de este, una gran pared de piedra en cuyo pie una pequeña gruta atrajo sus miradas. Prometía descanso a sus maltrechos y ahora también ateridos cuerpos.

La luna era lentamente engullida por negras nubes.
Los primeros copos de una nueva nevada descendían suavemente, para cubrir de blanco los campos de plata.; debían decidirse pronto si no querían añadir la oscuridad a su creciente lista de problemas.
Así que echaron un rápido vistazo a su alrededor,intercambiaron una mirada y de la mano, cruzaron raudos la extensión de terreno que los separaba del bosque de hayas.

Antes de llegar al bosque alguien les salió al paso.
Se trataba de un elfo de mediana edad, con largos cabellos azabache y vestimenta de explorador. Tras éste, surgieron de la espesura y en completo silencio las figuras de una decena de arqueros con los arcos bajados pero cargados y prestos, flanqueando al que parecía ser su oficial.

- ¡Elvandor! -los saludó el explorador-. Sabemos que huyes de los invasores para preservar la reliquia de tu pueblo. Nosotros también estamos interesados en ella, pero te propondré un trato más amable. Si nos acompañas, podríamos negociar un acuerd-

La propuesta quedó en el aire al verse interrumpidos por unos ladridos provenientes de las colinas, que se iban haciendo cada vez más audibles.

El explorador volvió de nuevo la vista hacia ellos con gesto serio y preocupado.

- Parece que no tendremos tiempo de entrar en detalles -musitó- ¿Qué decís a mi propuesta?

Ahora ya sabía dónde estaban, habían llegado al Bosque Hechizado, poblado por elfos que se habían apartado del camino de la luz y se habían adentrado en el de las oscuras artes arcanas, que usaban en su beneficio para defenderse de sus enemigos pero también para aprovecharse de sus propios hermanos. Habían traicionado en el pasado a los pueblos elfos que rodeaban el Bosque, ahora todos ellos habían desaparecido, y se habían apropiado de las runas antiguas de sus antepasados. Sabía que estarían igual de muertos tanto si sus perseguidores les alcanzaban como si aceptaba la ayuda del elfo oscuro.

Tenían que alejarse de allí, al menos él tenía que hacerlo para poder tener una oportunidad de seguir adelante. La runa que portaba era la única posibilidad de deshacer el hechizo que el Nigromante había lanzado sobre su aldea, dejando petrificados a todos sus habitantes menos a él, que en ese momento no estaba allí. Debía llevarla a la Ninfa del Lago de las Estrellas para que ella la purificara y liberara a su pueblo. Pero las huestes del Nigromante le perseguían y los Elfos Oscuros le acechaban y aunque no podían quitarle la runa, ya que esta sólo podía ser cedida voluntariamente, sabía que podrían chantajearle amenazando a la elfa que acababa de rescatar para conseguirla.

Miró a su compañera y, antes de salir huyendo del bosque, le dijo: "Debo continuar con mi camino sólo ¿Confías en mi? ¿Vendrás conmigo a donde debo ir?"

Justo en el momento en que ambos se pusieron de nuevo en marcha, el aire retumbó con el sonido de los cuernos de caza de las tropas del Nigromante. El elfo no pudo evitar detenerse en seco, notando como su piel se erizaba y la vista se le nublaba. El ulular de los cuernos penetraba en su mente y su cuerpo, anulando cualquier decisión de su voluntad. Apenas podía respirar... Cuando estaba convencido de que se iba a desmayar, sintió una mano cálida en la nuca y oyó unas palabras susurradas que nunca podría olvidar: "Yo confío en ti".

Levantó la vista, aún temblando, y vio sus ojos fijos en él, azules y oscuros como una laguna sin fondo. Supo que ya nada podría detenerle. Se puso a correr de inmediato, notando la respiración de ella a su lado, unos pasos más atrás. Corrieron sin parar durante un tiempo que no sabría precisar. Tenía la sensación de que llevaban días, semanas, sin descanso. Un río enorme apareció entonces justo delante de él y consiguió sacarle de aquel estado semionírico en el que había estado atrapado. Ella llegó a su lado unos segundos después y juntos, contemplaron absortos el caudal de agua más inmenso que habían visto en sus vidas.

La noche avanzaba implacable, pero ellos necesitaban un descanso. Recorrieron la ribera del río buscando un lugar donde resguardarse del frío y tras unos minutos, optaron por la cobertura que les ofrecía el tronco de un viejo árbol hueco alejado de la orilla.

No se arriesgaron a encender un fuego. Pegaron sus cuerpos y se arrebujaron lo mejor posible con el escaso abrigo que tenían a mano, taparon la abertura del árbol con cortezas y ramas y por fin, se relajaron un rato.

- Tanto tiempo alejados y fíjate en qué circunstancias volvemos a reunirnos -le dijo ella con una sonrisa triste y la mirada perdida-. Por cierto -continúo mientras se incorporaba un poco para poder mirarlo al rostro- ¿Adonde te diriges?, ¿Buscas algún lugar donde poner a salvo la reliquia de tu pueblo? Si no me equivoco, éste río es el Nejadh. Al norte cerca de su nacimiento existe un antiguo templo de dioses olvidados custodiado por hombres sabios, puede que ellos sepan ayudarte.

Por otra parte, un poco más al sur cuando el río se bifurca se encuentra la posada "El Tejón y la Nutria"; es una parada recurrente para las caravanas de mercaderes que recorren las aldeas del Nejadh, quizá desde allí podríamos desplazarnos más rápidamente y alejarnos de aquí lo más posible...

Sabía que no podía ir hacia la posada, se había convertido en un proscrito con una misión y cuantos menos ojos les vieran menos comprometida se vería la misma. Además, una caravana no les brindaría protección frente al Nigromante, sólo haría que aumentara el número de sus víctimas.

Decidieron quedarse un día más en su escondrijo, no había señales de persecución, todo estaba muy tranquilo. Salieron afuera con cautela y recogieron bayas silvestres y algunas almejas de río sin alejarse demasiado y se dispusieron a comer para reponer fuerzas mientras decidían cuál sería el mejor camino para llegar al Lago de las Estrellas y la elfa le contaba la historia de por qué había sido apresada y qué quería el orco de ella.
 
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#13 b)

Satisfecha su hambre y un poco más serenos, @elian , pues así dijo llamarse ella, le contó en voz muy baja y un poco avergonzada que en las suaves noches de primavera acostumbraba a alejarse de la aldea, hasta la pequeña laguna situada al pie de la montaña, y darse un largo chapuzón para descansar su cuerpo y despejar su mente del largo día de entrenamiento. Así lo había hecho ese día, y tras ello decidió tumbarse apenas unos minutos a contemplar el claro manto de estrellas que esa noche parecían querer hablarla.
No vio, ni oyó al orco. Seguramente ya estaba allí cuando ella llegó y por eso pudo sorprenderla.
A pesar de su apurada situación, extrañamente no sintió miedo. Sabía que ese no era su destino, no entendía cómo, ni por qué, dijo mirándole a los ojos por primera vez desde que comenzara su relato. Era por ello que reaccionó tan rápidamente cuando él apareció.

Con un leve roce de su mano en la mejilla y un asomo de sonrisa, la tranquilizó. Nunca cuestionaba al destino y ella parecía formar parte natural de él.
Relajados, estiraron sus cuerpos muy juntos para darse calor mutuo y se dispusieron a dormir siquiera un par de horas, hasta el amanecer.
Un fuerte sonido les despertó bruscamente ....

¿Qué era aquello ...? a)Una larga caravana de pesados y ruidosos humanos que pasaba junto a ellos rumbo a la taberna sita más al sur. b) El sonido de un gran trueno acompañado de grandes copos de nieve que taponarían rápidamente la boca de su improvisado refugio, amenazando con dejarlos aislados a saber cuánto tiempo c) El nigromante estaba cerca y ese terrible sonido lo provocaba uno de sus conjuros de luz, capaces de convertir la más cerrada noche en día, en un intento por descubrirlos.
 
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DeletedUser

#14 a)

El sonido de las voces de los hombres gritando a los animales ateridos, reacios a moverse, inundaba la ribera del río. Los grandes búfalos de cuernos labrados mugían ruidosamente, moviendo sus cabezas en ademanes violentos. Los dos elfos contemplaron el espectáculo, que bajo la luz de la luna adquiría un matiz irreal y fantástico. Se fijaron en los grandes estandartes que portaban las caravanas, de un rojo sangriento y con una calavera burlona y negra en el centro. Pudo notar el estremecimiento de ella a su lado, inoculándole su terror como un rayo que atravesara su sistema nervioso.

"Esclavistas... Ghamên...", escuchó en un susurro entrecortado. Recordó de inmediato las historias que contaban los ancianos de su aldea en las noches más oscuras, y cómo los niños se escabullían de sus camas para poder escucharlas desde las ramas de los árboles cercanos. En cuanto empezaban a oir los relatos, se iban abrazando unos a otros, mientras temblaban ostensiblemente. Historias de raptos y violaciones, aldeas incendiadas hasta sus cimientos, decapitaciones masivas de quienes no se doblegaban ante ellos... Jamás olvidaría aquellas palabras resonando en las noches frías, mientras todo el pueblo escuchaba absorto. Pero... ¿existían de verdad? ¿eran reales? Los ojos fijos, aterrados, de ella se lo confirmaron.


¿Qué haréis? a) Quedaros lo más quietos posible, observando el lento paso de la caravana a sólo unas decenas de pasos de vosotros b) Escabulliros silenciosamente hasta la orilla del río, por si alguno de sus vigías o exploradores os descubre c) Tratar de ocultaros mejor en alguno de los árboles cercanos o quizás tras alguno de los matorrales.
 
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DeletedUser

#15. a)


Refugiados en su escondite observaron pasar la caravana de esclavistas; cuerpos largos pero encorvados, de rostros torvos y ropajes sucios y remendados. No había niños entre el grupo y las pocas mujeres que lo componían se veían tanto o más peligrosas que los varones. Era una partida de caza bien armada y pertrechada.

La única captura del grupo yacía en una enorme plataforma compuesta por recios tablones de madera, que sustentaban la figura durmiente y encadenada de lo que parecía ser...¿un Treant?

Cuando la yunta de bueyes que tiraban del carro pasó frente a ellos, la reliquia en forma de colgante de puro acero comenzó a agitarse en su pecho y brillar con luz ambarina.

Entonces, el Treant cautivo empezó a moverse y despertar...



¿Qué harás?

a) Ocultas la reliquia entre tus manos esperando que lo que sea que halla sucedido deje de tener efecto y los esclavistas pasen de largo sin veros.

b) Crees que de alguna manera se ha establecido una conexión entre el Treant y tu artefacto. Ésto podría liberarlo y poner en serios aprietos a los esclavistas. Sacas de tu camisa el colgante e imploras a tus ancestros que estés en lo cierto, pues la luz crece en intensidad y acabará por delataros...

c) No comprendes lo que está sucediendo y piensas que lo mejor será que os alejéis del camino lo más discretamente posible. Nada bueno puede salir de aquí.
 

Deleted User - 1287

#16 b)

Se miraron el uno al otro con terror pero con determinación y mutuo entendimiento. Pese a ser tan diferentes, la relación entre el pueblo elfo y el treant era tan íntima como ancestral, de alguna manera, los treants eran para los elfos sus abuelos y ancianos más sabios y los elfos eran para los treant sus vástagos más queridos. No podían dejar al treant en manos de los esclavistas sin intentar ayudarle, aunque con ello pusieran en peligro sus vidas.

Ocultó la reliquia lo mejor que pudo entre sus ropas para que la intensidad de su brillo no les delatara prematuramente. Sigilosamente, salieron de su escondrijo y empezaron a acercarse lentamente, emboscándose entre los arbustos, a la caravana. La runa ahora no sólo brillaba cada vez con más intensidad, apenas contenida por las ropas, sino que además, el elfo la notaba palpitar contra su piel y cuanto más se acercaban, más despierto y alerta estaba el treant, hasta el punto que su forcejeo por liberarse de sus ataduras hizo detenerse a la caravana. Los esclavistas estaban desconcertados, su brujo había hecho un hechizo que debería haberlo mantenido inerme hasta el final de su viaje, ahora no sabían muy bien cómo podrían contenerlo.

Al darse cuenta de ello, los elfos decidieron apresurar el paso, dejando de un lado la cautela, ya que la situación apremiaba, antes de que los esclavistas atacaran al treant, ya que aunque era una captura valiosa, le tenían más apego a sus infames pellejos.

a) Los esclavistas deciden matar al treant usando antorchas para quemarlo vivo antes de que consiga liberarse pero en la vorágine de su ataque los elfos pasan desapercibidos y estos, horrorizados por la escena, regresan a su refugio.

b) Los esclavistas se percatan de la presencia de los elfos y del brillo de la runa y en el desconcierto que ello les provoca, dividen sus fuerzas para atacarles lo que da ocasión al treant de liberarse...

c) Cuando los elfos están casi junto a la caravana y el treant a punto de liberarse, la runa emite una explosión de luz que los ciega a todos ellos y cuando vuelven a recobrar la vista...

La noche... desde aquel día, me aterra la noche...

Los árboles pasaban velozmente a su lado mientras corría en la oscuridad. Sus ágiles piernas de elfo eran una máquina perfecta, devorando una colina tras otra. La Luna llena, allí en lo alto, iluminaba su delgada figura mientras galopaba. Ningún sonido, sólo su respiración entrecortada, con unos pulmones puestos a prueba. De pronto se detuvo en seco; una pared de piedra inmensa cerraba el paso, mientras ellos estaban más y más cerca. Miró atrás y observó serio la luz de las lejanas antorchas creando un arco que iba encerrándole en su interior. Sofocado pero sereno escudriñó la pared de la montaña, buscando alguna sombra que delatase una grieta, un resquicio. Y la encontró, justo cuando la brisa nocturna traía ya el sonido de los perros de batalla, ladrando furiosos y excitados por su olor.

La vieja yaya de su aldea siempre había contado historias de las sinuosas grietas que surcaban la vieja montaña. Decía que algunas llevaban a cavernas subterráneas llenas de tesoros, otras a simas insondables donde sólo se encontraría la muerte y una, sólo una de ellas, al valle secreto donde moraban las hadas, aunque era bien sabido que no recibían de buen grado a las visitas y que en ocasiones encontrarlas podía ser más peligroso que caer en una sima. No podía hacer frente a sus perseguidores y no podía escalar la inmensa montaña ni rodearla, así que buscó entre las grietas cuál sería más prometedora. En un recoveco a su derecha pudo ver que se abrían tres grietas con amplitud suficiente para que él cupiera.

Le costó decidirse pero finalmente optó por el agujero que, en ese momento, le parecía la mejor oportunidad de salir. No tenía ninguna intención de encontrarse con un pozo poco profundo donde le podían ver desde dentro y la idea de escuchar voces desde el otro lado del túnel no le causaba mucha gracia. Por ello, decidió sumergirse en la más fría y extraña aventura. Mientras se lanzaba recordaba unas pocas líneas de las viejas escrituras de su hogar, unas escrituras que en su aldea se consideraban sagradas. Pero, no podía pensar en ese momento en ello, la espalda chocaba interrumpidamente contra una de las paredes mientras sus manos empezaban a herirse al intentar frenarse y quedarse en medio del agujero, atrapado. A punto de llegar lo que parecía ser el final de una caída libre eterna, se encontró con una rama tan gruesa que le detuvo, no sin antes haberle causado un gran daño en sus partes traseras.

Una de sus manos, sin darse cuenta, tocó una piedra en la pared que acabó cayendo al retirarla y juntase las manos en su pecho, a causa del frío y viento que llegaba del gran campo de nieve que había abajo de él.

Apoyando los pies con cuidado en la rama que soportaba su peso, se acercó a la pared rocosa de donde se había desprendido la piedra. Sus sospechas se vieron confirmadas al retirar algunos cascotes y comprobar como tras el pequeño derrumbe, se escondía una apretada abertura.

Ignorando el dolor de sus magullados miembros, se introdujo a rastras por el estrecho y oscuro túnel mientras dejaba atrás los ladridos de los furibundos perros de caza que reverberaban en la caverna, desde las alturas donde perdieron su rastro.

La negrura inicial fue consumida gradualmente por una luz desconocida que iluminaba su avance a través de aquél misterioso pasaje. En la distancia, se escuchaban voces.

El túnel desembocaba en una desvencijada rejilla metálica que lo separaba de la habitación de donde provenía la luz y las voces que había oído en su trayecto. Se acercó un poco y agarrado a los oxidados barrotes, observó lo que parecía ser una sala de tortura.

Un enorme orco de espaldas a él, se decidía por qué herramienta utilizar mientras canturreaba en su horrible idioma. Una elfa maniatada y herida parecía ser el objetivo de las malas artes de la criatura.

Sacó fuerzas de donde ya no le quedaban, y derribo la oxidada rejilla de una certera patada con sus magulladas piernas, el pestilente orco dió un salto hacia atrás sorprendido de que un insignificante elfo le molestara en su divertimento, cuando la horrible mole cogió impulso para darle con toda su fuerza, notó como le chorreaba sangre por la cara. De repente tras la bestia se levanto una silueta portando una barra de hierro, que había atravesado el horrible ojo del orco, quitándole la vida.

Era la elfa que gracias al descuido había podido liberarse de sus ataduras y por fin vengarse de su torturador.
Cuando se acercó a ella, y le vio con la luz de la triste vela, la reconoció. ¡Era ella!, era la elfa que siempre le sonreía cuando practicaban con el arco en los campos de caryophas. ¿Que hacia ella allí? ,¿porqué la tenian los orcos?, ¿Cómo saldrían de allí?

Los dos se miraron fijamente a los ojos durante unos segundos. Un fuerte sonido metálico llegó desde más allá de la pesada puerta de roble que había al fondo de la estancia. Como si fueran uno solo, se encaminaron rápidamente a la abertura para auparse al túnel por el que él había llegado. Le sorprendió su increíble agilidad para desplazarse por el túnel, como si fuera una alimaña, apenas podía seguir su ritmo. Detrás de ellos se escuchó el bramido furioso de varios orcos, un sonido que inundó la estrecha cavidad como si fuera una flecha recién disparada. No le hizo falta más para poner todo su cuerpo en tensión y tratar de alcanzarla.

Tan concentrado iba que no se dio cuenta de que habían llegado al punto desde el que él había caído, y chocó de bruces contra la elfa, que le estaba esperando mirando hacia arriba. El empujón fue tan fuerte, que ambos cayeron hechos un amasijo contra la rama, que se rompió ruidosamente, precipitando sus cuerpos enredados sobre un campo helado. Dolorido, trató de mirar alrededor, y a pesar de la escasa luz pudo observar que estaban en un prado sin apenas vegetación, cubierto por completo de nieve.

Cerró los ojos, y apoyó de nuevo su cabeza sobre la suave nieve en un intento de calmar por un instante el alocado golpeteo de su corazón. Notó movimiento bajo sus piernas, acompañado de un tenue gemido de dolor e inmediatamente le invadió una apremiante sensación de peligro.
Se incorporó de un salto y miró a su alrededor intentando ver de dónde provenía. Su improvisada compañía imitó sus movimientos y respondió a su interrogante mirada con un leve gesto de asentimiento de su cabeza. Se encontraba bien y estaba lista para seguirle. El intenso frío y el opresivo silencio que les rodeaba les hizo estremecer.

Frente a ellos un espeso bosque de viejas hayas, oscuro como boca de lobo, les ofrecía una incierta protección; a su derecha y a sus espaldas su vista se extendía sobre una suave superficie blanca que parecía no tener fin; y a su izquierda, a unos escasos cien metros de ellos, brillaba la plateada superficie de un caudaloso y en apariencia sereno río. Al otro lado de este, una gran pared de piedra en cuyo pie una pequeña gruta atrajo sus miradas. Prometía descanso a sus maltrechos y ahora también ateridos cuerpos.

La luna era lentamente engullida por negras nubes.
Los primeros copos de una nueva nevada descendían suavemente, para cubrir de blanco los campos de plata.; debían decidirse pronto si no querían añadir la oscuridad a su creciente lista de problemas.
Así que echaron un rápido vistazo a su alrededor,intercambiaron una mirada y de la mano, cruzaron raudos la extensión de terreno que los separaba del bosque de hayas.

Antes de llegar al bosque alguien les salió al paso.
Se trataba de un elfo de mediana edad, con largos cabellos azabache y vestimenta de explorador. Tras éste, surgieron de la espesura y en completo silencio las figuras de una decena de arqueros con los arcos bajados pero cargados y prestos, flanqueando al que parecía ser su oficial.

- ¡Elvandor! -los saludó el explorador-. Sabemos que huyes de los invasores para preservar la reliquia de tu pueblo. Nosotros también estamos interesados en ella, pero te propondré un trato más amable. Si nos acompañas, podríamos negociar un acuerd-

La propuesta quedó en el aire al verse interrumpidos por unos ladridos provenientes de las colinas, que se iban haciendo cada vez más audibles.

El explorador volvió de nuevo la vista hacia ellos con gesto serio y preocupado.

- Parece que no tendremos tiempo de entrar en detalles -musitó- ¿Qué decís a mi propuesta?

Ahora ya sabía dónde estaban, habían llegado al Bosque Hechizado, poblado por elfos que se habían apartado del camino de la luz y se habían adentrado en el de las oscuras artes arcanas, que usaban en su beneficio para defenderse de sus enemigos pero también para aprovecharse de sus propios hermanos. Habían traicionado en el pasado a los pueblos elfos que rodeaban el Bosque, ahora todos ellos habían desaparecido, y se habían apropiado de las runas antiguas de sus antepasados. Sabía que estarían igual de muertos tanto si sus perseguidores les alcanzaban como si aceptaba la ayuda del elfo oscuro.

Tenían que alejarse de allí, al menos él tenía que hacerlo para poder tener una oportunidad de seguir adelante. La runa que portaba era la única posibilidad de deshacer el hechizo que el Nigromante había lanzado sobre su aldea, dejando petrificados a todos sus habitantes menos a él, que en ese momento no estaba allí. Debía llevarla a la Ninfa del Lago de las Estrellas para que ella la purificara y liberara a su pueblo. Pero las huestes del Nigromante le perseguían y los Elfos Oscuros le acechaban y aunque no podían quitarle la runa, ya que esta sólo podía ser cedida voluntariamente, sabía que podrían chantajearle amenazando a la elfa que acababa de rescatar para conseguirla.

Miró a su compañera y, antes de salir huyendo del bosque, le dijo: "Debo continuar con mi camino sólo ¿Confías en mi? ¿Vendrás conmigo a donde debo ir?"

Justo en el momento en que ambos se pusieron de nuevo en marcha, el aire retumbó con el sonido de los cuernos de caza de las tropas del Nigromante. El elfo no pudo evitar detenerse en seco, notando como su piel se erizaba y la vista se le nublaba. El ulular de los cuernos penetraba en su mente y su cuerpo, anulando cualquier decisión de su voluntad. Apenas podía respirar... Cuando estaba convencido de que se iba a desmayar, sintió una mano cálida en la nuca y oyó unas palabras susurradas que nunca podría olvidar: "Yo confío en ti".

Levantó la vista, aún temblando, y vio sus ojos fijos en él, azules y oscuros como una laguna sin fondo. Supo que ya nada podría detenerle. Se puso a correr de inmediato, notando la respiración de ella a su lado, unos pasos más atrás. Corrieron sin parar durante un tiempo que no sabría precisar. Tenía la sensación de que llevaban días, semanas, sin descanso. Un río enorme apareció entonces justo delante de él y consiguió sacarle de aquel estado semionírico en el que había estado atrapado. Ella llegó a su lado unos segundos después y juntos, contemplaron absortos el caudal de agua más inmenso que habían visto en sus vidas.

La noche avanzaba implacable, pero ellos necesitaban un descanso. Recorrieron la ribera del río buscando un lugar donde resguardarse del frío y tras unos minutos, optaron por la cobertura que les ofrecía el tronco de un viejo árbol hueco alejado de la orilla.

No se arriesgaron a encender un fuego. Pegaron sus cuerpos y se arrebujaron lo mejor posible con el escaso abrigo que tenían a mano, taparon la abertura del árbol con cortezas y ramas y por fin, se relajaron un rato.

- Tanto tiempo alejados y fíjate en qué circunstancias volvemos a reunirnos -le dijo ella con una sonrisa triste y la mirada perdida-. Por cierto -continúo mientras se incorporaba un poco para poder mirarlo al rostro- ¿Adonde te diriges?, ¿Buscas algún lugar donde poner a salvo la reliquia de tu pueblo? Si no me equivoco, éste río es el Nejadh. Al norte cerca de su nacimiento existe un antiguo templo de dioses olvidados custodiado por hombres sabios, puede que ellos sepan ayudarte.

Por otra parte, un poco más al sur cuando el río se bifurca se encuentra la posada "El Tejón y la Nutria"; es una parada recurrente para las caravanas de mercaderes que recorren las aldeas del Nejadh, quizá desde allí podríamos desplazarnos más rápidamente y alejarnos de aquí lo más posible...

Sabía que no podía ir hacia la posada, se había convertido en un proscrito con una misión y cuantos menos ojos les vieran menos comprometida se vería la misma. Además, una caravana no les brindaría protección frente al Nigromante, sólo haría que aumentara el número de sus víctimas.

Decidieron quedarse un día más en su escondrijo, no había señales de persecución, todo estaba muy tranquilo. Salieron afuera con cautela y recogieron bayas silvestres y algunas almejas de río sin alejarse demasiado y se dispusieron a comer para reponer fuerzas mientras decidían cuál sería el mejor camino para llegar al Lago de las Estrellas y la elfa le contaba la historia de por qué había sido apresada y qué quería el orco de ella.


Satisfecha su hambre y un poco más serenos, @elian , pues así dijo llamarse ella, le contó en voz muy baja y un poco avergonzada que en las suaves noches de primavera acostumbraba a alejarse de la aldea, hasta la pequeña laguna situada al pie de la montaña, y darse un largo chapuzón para descansar su cuerpo y despejar su mente del largo día de entrenamiento. Así lo había hecho ese día, y tras ello decidió tumbarse apenas unos minutos a contemplar el claro manto de estrellas que esa noche parecían querer hablarle.
No vio, ni oyó al orco. Seguramente ya estaba allí cuando ella llegó y por eso pudo sorprenderla.
A pesar de su apurada situación, extrañamente no sintió miedo. Sabía que ese no era su destino, no entendía cómo, ni por qué, dijo mirándole a los ojos por primera vez desde que comenzara su relato. Era por ello que reaccionó tan rápidamente cuando él apareció.

Con un leve roce de su mano en la mejilla y un asomo de sonrisa, la tranquilizó. Nunca cuestionaba al destino y ella parecía formar parte natural de él.
Relajados, estiraron sus cuerpos muy juntos para darse calor mutuo y se dispusieron a dormir siquiera un par de horas, hasta el amanecer.
Un fuerte sonido les despertó bruscamente ....

¿Qué era aquello ...?

El sonido de las voces de los hombres gritando a los animales ateridos, reacios a moverse, inundaba la ribera del río. Los grandes búfalos de cuernos labrados mugían ruidosamente, moviendo sus cabezas en ademanes violentos. Los dos elfos contemplaron el espectáculo, que bajo la luz de la luna adquiría un matiz irreal y fantástico. Se fijaron en los grandes estandartes que portaban las caravanas, de un rojo sangriento y con una calavera burlona y negra en el centro. Pudo notar el estremecimiento de ella a su lado, inoculándole su terror como un rayo que atravesara su sistema nervioso.

"Esclavistas... Ghamên...", escuchó en un susurro entrecortado. Recordó de inmediato las historias que contaban los ancianos de su aldea en las noches más oscuras, y cómo los niños se escabullían de sus camas para poder escucharlas desde las ramas de los árboles cercanos. En cuanto empezaban a oir los relatos, se iban abrazando unos a otros, mientras temblaban ostensiblemente. Historias de raptos y violaciones, aldeas incendiadas hasta sus cimientos, decapitaciones masivas de quienes no se doblegaban ante ellos... Jamás olvidaría aquellas palabras resonando en las noches frías, mientras todo el pueblo escuchaba absorto. Pero... ¿existían de verdad? ¿eran reales? Los ojos fijos, aterrados, de ella se lo confirmaron.

Refugiados en su escondite observaron pasar la caravana de esclavistas; cuerpos largos pero encorvados, de rostros torvos y ropajes sucios y remendados. No había niños entre el grupo y las pocas mujeres que lo componían se veían tanto o más peligrosas que los varones. Era una partida de caza bien armada y pertrechada.

La única captura del grupo yacía en una enorme plataforma compuesta por recios tablones de madera, que sustentaban la figura durmiente y encadenada de lo que parecía ser...¿un Treant?

Cuando la yunta de bueyes que tiraban del carro pasó frente a ellos, la reliquia en forma de colgante de puro acero comenzó a agitarse en su pecho y brillar con luz ambarina.

Entonces, el Treant cautivo empezó a moverse y despertar...

Se miraron el uno al otro con terror pero con determinación y mutuo entendimiento. Pese a ser tan diferentes, la relación entre el pueblo elfo y el treant era tan íntima como ancestral, de alguna manera, los treants eran para los elfos sus abuelos y ancianos más sabios y los elfos eran para los treant sus vástagos más queridos. No podían dejar al treant en manos de los esclavistas sin intentar ayudarle, aunque con ello pusieran en peligro sus vidas.

Ocultó la reliquia lo mejor que pudo entre sus ropas para que la intensidad de su brillo no les delatara prematuramente. Sigilosamente, salieron de su escondrijo y empezaron a acercarse lentamente, emboscándose entre los arbustos, a la caravana. La runa ahora no sólo brillaba cada vez con más intensidad, apenas contenida por las ropas, sino que además, el elfo la notaba palpitar contra su piel y cuanto más se acercaban, más despierto y alerta estaba el treant, hasta el punto que su forcejeo por liberarse de sus ataduras hizo detenerse a la caravana. Los esclavistas estaban desconcertados, su brujo había hecho un hechizo que debería haberlo mantenido inerme hasta el final de su viaje, ahora no sabían muy bien cómo podrían contenerlo.

Al darse cuenta de ello, los elfos decidieron apresurar el paso, dejando de un lado la cautela, ya que la situación apremiaba, antes de que los esclavistas atacaran al treant, ya que aunque era una captura valiosa, le tenían más apego a sus infames pellejos.
 
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DeletedUser68

#17. c)

La reliquia que portaba el muchacho cada vez iluminaba más, delatando a la pareja. Los esclavistas fijaron sus miradas en el pecho del elfo, se quedaron atónitos, observando la belleza del brillo, hasta que de repente, el artefacto emitió una luz tan fuerte que cegó a todo ojo que estuviera presente.

Parecía que había pasado una eternidad hasta que los elfos recobraran la vista. Yacían sobre un el terreno de piedras musgosas, pues se dieron cuenta de que el poder de la reliquia los había dejado inconscientes. Rápidamente recordaron la situación en la que se encontraban así que se pusieron en pie. Observaron que el treant se había liberado, era evidente que el destello no había causado efecto negativo en él, sino lo contrario, era diferente, ahora emitía luz propia, luz color cian y era más fuerte, más poderoso. Los humanos, por su parte, estaban destrozados. Sus movimientos eran vagos y apenas tenían fuerzas para coger sus armas.

a) Los elfos junto al treant deciden acabar con los esclavistas ahora que se encuentran debilitados.
b) Los elfos junto al treant ignoran a los esclavistas y deciden huir antes de que estos recobren las fuerzas y así poder evitar un combate.
c) Los elfos junto al treant saquean a los esclavistas pero les perdonan la vida y prosiguen su viaje hacia el Lago de las Estrellas.
 

Deleted User - 1287

#18 b)

No querían matar a nadie, pero era necesario neutralizar lo más posible a los esclavistas, así que saquearon su caravana, liberaron a algunos humanos que también se habían convertido en mercancía y recogieron provisiones para poder continuar su viaje. El treant, de nuevo plenamente despierto y fortalecido, decide unirse a ellos en su viaje después de saber cuál es su misión, pero se muestra osco y poco comunicativo, no quiere contarles cómo fue apresado ni nada relativo a él mismo, ni siquiera les quiere revelar su nombre.

Aunque el cansancio hace mella en ellos, deciden acelerar el paso para poner la mayor distancia entre ellos y los esclavistas, antes de que se recuperen. El cielo comienza a oscurecerse por el este y les queda poco tiempo de luz para avanzar con seguridad. Pero algo más extraño está ocurriendo en el cielo, allí donde debería estar alzándose la luna, un círculo más oscuro que la incipiente noche comienza a elevarse en su lugar.

El treant se muestra muy nervioso ante esta aparición y comienza a canturrear una canción en su antigua lengua ancestral...

a) El fenómeno se debe a algo terrible que ha hecho el treant y que ahora le persigue, exponiéndolos a todos a un nuevo peligro.
b) La luna oscura es obra del Nigromante, que los está buscando a todos, deben encontrar refugio antes de que les vea.
c) El treant se vuelve loco ante la visión y ataca a los elfos.

La noche... desde aquel día, me aterra la noche...

Los árboles pasaban velozmente a su lado mientras corría en la oscuridad. Sus ágiles piernas de elfo eran una máquina perfecta, devorando una colina tras otra. La Luna llena, allí en lo alto, iluminaba su delgada figura mientras galopaba. Ningún sonido, sólo su respiración entrecortada, con unos pulmones puestos a prueba. De pronto se detuvo en seco; una pared de piedra inmensa cerraba el paso, mientras ellos estaban más y más cerca. Miró atrás y observó serio la luz de las lejanas antorchas creando un arco que iba encerrándole en su interior. Sofocado pero sereno escudriñó la pared de la montaña, buscando alguna sombra que delatase una grieta, un resquicio. Y la encontró, justo cuando la brisa nocturna traía ya el sonido de los perros de batalla, ladrando furiosos y excitados por su olor.

La vieja yaya de su aldea siempre había contado historias de las sinuosas grietas que surcaban la vieja montaña. Decía que algunas llevaban a cavernas subterráneas llenas de tesoros, otras a simas insondables donde sólo se encontraría la muerte y una, sólo una de ellas, al valle secreto donde moraban las hadas, aunque era bien sabido que no recibían de buen grado a las visitas y que en ocasiones encontrarlas podía ser más peligroso que caer en una sima. No podía hacer frente a sus perseguidores y no podía escalar la inmensa montaña ni rodearla, así que buscó entre las grietas cuál sería más prometedora. En un recoveco a su derecha pudo ver que se abrían tres grietas con amplitud suficiente para que él cupiera.

Le costó decidirse pero finalmente optó por el agujero que, en ese momento, le parecía la mejor oportunidad de salir. No tenía ninguna intención de encontrarse con un pozo poco profundo donde le podían ver desde dentro y la idea de escuchar voces desde el otro lado del túnel no le causaba mucha gracia. Por ello, decidió sumergirse en la más fría y extraña aventura. Mientras se lanzaba recordaba unas pocas líneas de las viejas escrituras de su hogar, unas escrituras que en su aldea se consideraban sagradas. Pero, no podía pensar en ese momento en ello, la espalda chocaba interrumpidamente contra una de las paredes mientras sus manos empezaban a herirse al intentar frenarse y quedarse en medio del agujero, atrapado. A punto de llegar lo que parecía ser el final de una caída libre eterna, se encontró con una rama tan gruesa que le detuvo, no sin antes haberle causado un gran daño en sus partes traseras.

Una de sus manos, sin darse cuenta, tocó una piedra en la pared que acabó cayendo al retirarla y juntase las manos en su pecho, a causa del frío y viento que llegaba del gran campo de nieve que había abajo de él.

Apoyando los pies con cuidado en la rama que soportaba su peso, se acercó a la pared rocosa de donde se había desprendido la piedra. Sus sospechas se vieron confirmadas al retirar algunos cascotes y comprobar como tras el pequeño derrumbe, se escondía una apretada abertura.

Ignorando el dolor de sus magullados miembros, se introdujo a rastras por el estrecho y oscuro túnel mientras dejaba atrás los ladridos de los furibundos perros de caza que reverberaban en la caverna, desde las alturas donde perdieron su rastro.

La negrura inicial fue consumida gradualmente por una luz desconocida que iluminaba su avance a través de aquél misterioso pasaje. En la distancia, se escuchaban voces.

El túnel desembocaba en una desvencijada rejilla metálica que lo separaba de la habitación de donde provenía la luz y las voces que había oído en su trayecto. Se acercó un poco y agarrado a los oxidados barrotes, observó lo que parecía ser una sala de tortura.

Un enorme orco de espaldas a él, se decidía por qué herramienta utilizar mientras canturreaba en su horrible idioma. Una elfa maniatada y herida parecía ser el objetivo de las malas artes de la criatura.

Sacó fuerzas de donde ya no le quedaban, y derribo la oxidada rejilla de una certera patada con sus magulladas piernas, el pestilente orco dió un salto hacia atrás sorprendido de que un insignificante elfo le molestara en su divertimento, cuando la horrible mole cogió impulso para darle con toda su fuerza, notó como le chorreaba sangre por la cara. De repente tras la bestia se levanto una silueta portando una barra de hierro, que había atravesado el horrible ojo del orco, quitándole la vida.

Era la elfa que gracias al descuido había podido liberarse de sus ataduras y por fin vengarse de su torturador.
Cuando se acercó a ella, y le vio con la luz de la triste vela, la reconoció. ¡Era ella!, era la elfa que siempre le sonreía cuando practicaban con el arco en los campos de caryophas. ¿Que hacia ella allí? ,¿porqué la tenian los orcos?, ¿Cómo saldrían de allí?

Los dos se miraron fijamente a los ojos durante unos segundos. Un fuerte sonido metálico llegó desde más allá de la pesada puerta de roble que había al fondo de la estancia. Como si fueran uno solo, se encaminaron rápidamente a la abertura para auparse al túnel por el que él había llegado. Le sorprendió su increíble agilidad para desplazarse por el túnel, como si fuera una alimaña, apenas podía seguir su ritmo. Detrás de ellos se escuchó el bramido furioso de varios orcos, un sonido que inundó la estrecha cavidad como si fuera una flecha recién disparada. No le hizo falta más para poner todo su cuerpo en tensión y tratar de alcanzarla.

Tan concentrado iba que no se dio cuenta de que habían llegado al punto desde el que él había caído, y chocó de bruces contra la elfa, que le estaba esperando mirando hacia arriba. El empujón fue tan fuerte, que ambos cayeron hechos un amasijo contra la rama, que se rompió ruidosamente, precipitando sus cuerpos enredados sobre un campo helado. Dolorido, trató de mirar alrededor, y a pesar de la escasa luz pudo observar que estaban en un prado sin apenas vegetación, cubierto por completo de nieve.

Cerró los ojos, y apoyó de nuevo su cabeza sobre la suave nieve en un intento de calmar por un instante el alocado golpeteo de su corazón. Notó movimiento bajo sus piernas, acompañado de un tenue gemido de dolor e inmediatamente le invadió una apremiante sensación de peligro.
Se incorporó de un salto y miró a su alrededor intentando ver de dónde provenía. Su improvisada compañía imitó sus movimientos y respondió a su interrogante mirada con un leve gesto de asentimiento de su cabeza. Se encontraba bien y estaba lista para seguirle. El intenso frío y el opresivo silencio que les rodeaba les hizo estremecer.

Frente a ellos un espeso bosque de viejas hayas, oscuro como boca de lobo, les ofrecía una incierta protección; a su derecha y a sus espaldas su vista se extendía sobre una suave superficie blanca que parecía no tener fin; y a su izquierda, a unos escasos cien metros de ellos, brillaba la plateada superficie de un caudaloso y en apariencia sereno río. Al otro lado de este, una gran pared de piedra en cuyo pie una pequeña gruta atrajo sus miradas. Prometía descanso a sus maltrechos y ahora también ateridos cuerpos.

La luna era lentamente engullida por negras nubes.
Los primeros copos de una nueva nevada descendían suavemente, para cubrir de blanco los campos de plata.; debían decidirse pronto si no querían añadir la oscuridad a su creciente lista de problemas.
Así que echaron un rápido vistazo a su alrededor,intercambiaron una mirada y de la mano, cruzaron raudos la extensión de terreno que los separaba del bosque de hayas.

Antes de llegar al bosque alguien les salió al paso.
Se trataba de un elfo de mediana edad, con largos cabellos azabache y vestimenta de explorador. Tras éste, surgieron de la espesura y en completo silencio las figuras de una decena de arqueros con los arcos bajados pero cargados y prestos, flanqueando al que parecía ser su oficial.

- ¡Elvandor! -los saludó el explorador-. Sabemos que huyes de los invasores para preservar la reliquia de tu pueblo. Nosotros también estamos interesados en ella, pero te propondré un trato más amable. Si nos acompañas, podríamos negociar un acuerd-

La propuesta quedó en el aire al verse interrumpidos por unos ladridos provenientes de las colinas, que se iban haciendo cada vez más audibles.

El explorador volvió de nuevo la vista hacia ellos con gesto serio y preocupado.

- Parece que no tendremos tiempo de entrar en detalles -musitó- ¿Qué decís a mi propuesta?

Ahora ya sabía dónde estaban, habían llegado al Bosque Hechizado, poblado por elfos que se habían apartado del camino de la luz y se habían adentrado en el de las oscuras artes arcanas, que usaban en su beneficio para defenderse de sus enemigos pero también para aprovecharse de sus propios hermanos. Habían traicionado en el pasado a los pueblos elfos que rodeaban el Bosque, ahora todos ellos habían desaparecido, y se habían apropiado de las runas antiguas de sus antepasados. Sabía que estarían igual de muertos tanto si sus perseguidores les alcanzaban como si aceptaba la ayuda del elfo oscuro.

Tenían que alejarse de allí, al menos él tenía que hacerlo para poder tener una oportunidad de seguir adelante. La runa que portaba era la única posibilidad de deshacer el hechizo que el Nigromante había lanzado sobre su aldea, dejando petrificados a todos sus habitantes menos a él, que en ese momento no estaba allí. Debía llevarla a la Ninfa del Lago de las Estrellas para que ella la purificara y liberara a su pueblo. Pero las huestes del Nigromante le perseguían y los Elfos Oscuros le acechaban y aunque no podían quitarle la runa, ya que esta sólo podía ser cedida voluntariamente, sabía que podrían chantajearle amenazando a la elfa que acababa de rescatar para conseguirla.

Miró a su compañera y, antes de salir huyendo del bosque, le dijo: "Debo continuar con mi camino sólo ¿Confías en mi? ¿Vendrás conmigo a donde debo ir?"

Justo en el momento en que ambos se pusieron de nuevo en marcha, el aire retumbó con el sonido de los cuernos de caza de las tropas del Nigromante. El elfo no pudo evitar detenerse en seco, notando como su piel se erizaba y la vista se le nublaba. El ulular de los cuernos penetraba en su mente y su cuerpo, anulando cualquier decisión de su voluntad. Apenas podía respirar... Cuando estaba convencido de que se iba a desmayar, sintió una mano cálida en la nuca y oyó unas palabras susurradas que nunca podría olvidar: "Yo confío en ti".

Levantó la vista, aún temblando, y vio sus ojos fijos en él, azules y oscuros como una laguna sin fondo. Supo que ya nada podría detenerle. Se puso a correr de inmediato, notando la respiración de ella a su lado, unos pasos más atrás. Corrieron sin parar durante un tiempo que no sabría precisar. Tenía la sensación de que llevaban días, semanas, sin descanso. Un río enorme apareció entonces justo delante de él y consiguió sacarle de aquel estado semionírico en el que había estado atrapado. Ella llegó a su lado unos segundos después y juntos, contemplaron absortos el caudal de agua más inmenso que habían visto en sus vidas.

La noche avanzaba implacable, pero ellos necesitaban un descanso. Recorrieron la ribera del río buscando un lugar donde resguardarse del frío y tras unos minutos, optaron por la cobertura que les ofrecía el tronco de un viejo árbol hueco alejado de la orilla.

No se arriesgaron a encender un fuego. Pegaron sus cuerpos y se arrebujaron lo mejor posible con el escaso abrigo que tenían a mano, taparon la abertura del árbol con cortezas y ramas y por fin, se relajaron un rato.

- Tanto tiempo alejados y fíjate en qué circunstancias volvemos a reunirnos -le dijo ella con una sonrisa triste y la mirada perdida-. Por cierto -continúo mientras se incorporaba un poco para poder mirarlo al rostro- ¿Adonde te diriges?, ¿Buscas algún lugar donde poner a salvo la reliquia de tu pueblo? Si no me equivoco, éste río es el Nejadh. Al norte cerca de su nacimiento existe un antiguo templo de dioses olvidados custodiado por hombres sabios, puede que ellos sepan ayudarte.

Por otra parte, un poco más al sur cuando el río se bifurca se encuentra la posada "El Tejón y la Nutria"; es una parada recurrente para las caravanas de mercaderes que recorren las aldeas del Nejadh, quizá desde allí podríamos desplazarnos más rápidamente y alejarnos de aquí lo más posible...

Sabía que no podía ir hacia la posada, se había convertido en un proscrito con una misión y cuantos menos ojos les vieran menos comprometida se vería la misma. Además, una caravana no les brindaría protección frente al Nigromante, sólo haría que aumentara el número de sus víctimas.

Decidieron quedarse un día más en su escondrijo, no había señales de persecución, todo estaba muy tranquilo. Salieron afuera con cautela y recogieron bayas silvestres y algunas almejas de río sin alejarse demasiado y se dispusieron a comer para reponer fuerzas mientras decidían cuál sería el mejor camino para llegar al Lago de las Estrellas y la elfa le contaba la historia de por qué había sido apresada y qué quería el orco de ella.


Satisfecha su hambre y un poco más serenos, @elian , pues así dijo llamarse ella, le contó en voz muy baja y un poco avergonzada que en las suaves noches de primavera acostumbraba a alejarse de la aldea, hasta la pequeña laguna situada al pie de la montaña, y darse un largo chapuzón para descansar su cuerpo y despejar su mente del largo día de entrenamiento. Así lo había hecho ese día, y tras ello decidió tumbarse apenas unos minutos a contemplar el claro manto de estrellas que esa noche parecían querer hablarle.
No vio, ni oyó al orco. Seguramente ya estaba allí cuando ella llegó y por eso pudo sorprenderla.
A pesar de su apurada situación, extrañamente no sintió miedo. Sabía que ese no era su destino, no entendía cómo, ni por qué, dijo mirándole a los ojos por primera vez desde que comenzara su relato. Era por ello que reaccionó tan rápidamente cuando él apareció.

Con un leve roce de su mano en la mejilla y un asomo de sonrisa, la tranquilizó. Nunca cuestionaba al destino y ella parecía formar parte natural de él.
Relajados, estiraron sus cuerpos muy juntos para darse calor mutuo y se dispusieron a dormir siquiera un par de horas, hasta el amanecer.
Un fuerte sonido les despertó bruscamente ....

¿Qué era aquello ...?

El sonido de las voces de los hombres gritando a los animales ateridos, reacios a moverse, inundaba la ribera del río. Los grandes búfalos de cuernos labrados mugían ruidosamente, moviendo sus cabezas en ademanes violentos. Los dos elfos contemplaron el espectáculo, que bajo la luz de la luna adquiría un matiz irreal y fantástico. Se fijaron en los grandes estandartes que portaban las caravanas, de un rojo sangriento y con una calavera burlona y negra en el centro. Pudo notar el estremecimiento de ella a su lado, inoculándole su terror como un rayo que atravesara su sistema nervioso.

"Esclavistas... Ghamên...", escuchó en un susurro entrecortado. Recordó de inmediato las historias que contaban los ancianos de su aldea en las noches más oscuras, y cómo los niños se escabullían de sus camas para poder escucharlas desde las ramas de los árboles cercanos. En cuanto empezaban a oir los relatos, se iban abrazando unos a otros, mientras temblaban ostensiblemente. Historias de raptos y violaciones, aldeas incendiadas hasta sus cimientos, decapitaciones masivas de quienes no se doblegaban ante ellos... Jamás olvidaría aquellas palabras resonando en las noches frías, mientras todo el pueblo escuchaba absorto. Pero... ¿existían de verdad? ¿eran reales? Los ojos fijos, aterrados, de ella se lo confirmaron.

Refugiados en su escondite observaron pasar la caravana de esclavistas; cuerpos largos pero encorvados, de rostros torvos y ropajes sucios y remendados. No había niños entre el grupo y las pocas mujeres que lo componían se veían tanto o más peligrosas que los varones. Era una partida de caza bien armada y pertrechada.

La única captura del grupo yacía en una enorme plataforma compuesta por recios tablones de madera, que sustentaban la figura durmiente y encadenada de lo que parecía ser...¿un Treant?

Cuando la yunta de bueyes que tiraban del carro pasó frente a ellos, la reliquia en forma de colgante de puro acero comenzó a agitarse en su pecho y brillar con luz ambarina.

Entonces, el Treant cautivo empezó a moverse y despertar...

Se miraron el uno al otro con terror pero con determinación y mutuo entendimiento. Pese a ser tan diferentes, la relación entre el pueblo elfo y el treant era tan íntima como ancestral, de alguna manera, los treants eran para los elfos sus abuelos y ancianos más sabios y los elfos eran para los treant sus vástagos más queridos. No podían dejar al treant en manos de los esclavistas sin intentar ayudarle, aunque con ello pusieran en peligro sus vidas.

Ocultó la reliquia lo mejor que pudo entre sus ropas para que la intensidad de su brillo no les delatara prematuramente. Sigilosamente, salieron de su escondrijo y empezaron a acercarse lentamente, emboscándose entre los arbustos, a la caravana. La runa ahora no sólo brillaba cada vez con más intensidad, apenas contenida por las ropas, sino que además, el elfo la notaba palpitar contra su piel y cuanto más se acercaban, más despierto y alerta estaba el treant, hasta el punto que su forcejeo por liberarse de sus ataduras hizo detenerse a la caravana. Los esclavistas estaban desconcertados, su brujo había hecho un hechizo que debería haberlo mantenido inerme hasta el final de su viaje, ahora no sabían muy bien cómo podrían contenerlo.

Al darse cuenta de ello, los elfos decidieron apresurar el paso, dejando de un lado la cautela, ya que la situación apremiaba, antes de que los esclavistas atacaran al treant, ya que aunque era una captura valiosa, le tenían más apego a sus infames pellejos.


La reliquia que portaba el muchacho cada vez iluminaba más, delatando a la pareja. Los esclavistas fijaron sus miradas en el pecho del elfo, se quedaron atónitos, observando la belleza del brillo, hasta que de repente, el artefacto emitió una luz tan fuerte que cegó a todo ojo que estuviera presente.

Parecía que había pasado una eternidad hasta que los elfos recobraran la vista. Yacían sobre un el terreno de piedras musgosas, pues se dieron cuenta de que el poder de la reliquia los había dejado inconscientes. Rápidamente recordaron la situación en la que se encontraban así que se pusieron en pie. Observaron que el treant se había liberado, era evidente que el destello no había causado efecto negativo en él, sino lo contrario, era diferente, ahora emitía luz propia, luz color cian y era más fuerte, más poderoso. Los humanos, por su parte, estaban destrozados. Sus movimientos eran vagos y apenas tenían fuerzas para coger sus armas.

No querían matar a nadie, pero era necesario neutralizar lo más posible a los esclavistas, así que saquearon su caravana, liberaron a algunos humanos que también se habían convertido en mercancía y recogieron provisiones para poder continuar su viaje. El treant, de nuevo plenamente despierto y fortalecido, decide unirse a ellos en su viaje después de saber cuál es su misión, pero se muestra osco y poco comunicativo, no quiere contarles cómo fue apresado ni nada relativo a él mismo, ni siquiera les quiere revelar su nombre.

Aunque el cansancio hace mella en ellos, deciden acelerar el paso para poner la mayor distancia entre ellos y los esclavistas, antes de que se recuperen. El cielo comienza a oscurecerse por el este y les queda poco tiempo de luz para avanzar con seguridad. Pero algo más extraño está ocurriendo en el cielo, allí donde debería estar alzándose la luna, un círculo más oscuro que la incipiente noche comienza a elevarse en su lugar.

El treant se muestra muy nervioso ante esta aparición y comienza a canturrear una canción en su antigua lengua ancestral...
 

DeletedUser68

#19. c)

Mientras el Treant canturrea esa cación con movimientos bruscos, el cálido color de su resplandor corporal comienza a cambiar. Adquiere un tono morado, terrible y muy intenso, capaz de quemar cualquier elemento que se le acerque, de derretir el acero de las espadas. Fija su mirada en el cielo y recubre su cuerpo con ramajes más sólidos. Ante un brote de locura, ataca al elfo, quien desarmado, pues se disponía a descansar, se resiste.

Su compañera reconoce el círculo que yacía en el cielo: era un ojo nigromante. Estaba claro, ¡el Treant estaba hechizado!

¿Qué podía hacer ella? ¿Cómo iba a salvar a su compañero de las garras de aquel enemigo amigo?

a) Corre a buscar ayuda, quizá encuentre a alguien dispuesto a hacerlo a cambio de algunas monedas.
b) Empuña un arma y sin pensarlo se sube al lomo del Treant para tratar de pararlo.
c) Conocedora de los terribles efectos que puede provocar un ojo nigromante, abandona en ese instante a su compañero y sale huyendo.

La noche... desde aquel día, me aterra la noche...

Los árboles pasaban velozmente a su lado mientras corría en la oscuridad. Sus ágiles piernas de elfo eran una máquina perfecta, devorando una colina tras otra. La Luna llena, allí en lo alto, iluminaba su delgada figura mientras galopaba. Ningún sonido, sólo su respiración entrecortada, con unos pulmones puestos a prueba. De pronto se detuvo en seco; una pared de piedra inmensa cerraba el paso, mientras ellos estaban más y más cerca. Miró atrás y observó serio la luz de las lejanas antorchas creando un arco que iba encerrándole en su interior. Sofocado pero sereno escudriñó la pared de la montaña, buscando alguna sombra que delatase una grieta, un resquicio. Y la encontró, justo cuando la brisa nocturna traía ya el sonido de los perros de batalla, ladrando furiosos y excitados por su olor.

La vieja yaya de su aldea siempre había contado historias de las sinuosas grietas que surcaban la vieja montaña. Decía que algunas llevaban a cavernas subterráneas llenas de tesoros, otras a simas insondables donde sólo se encontraría la muerte y una, sólo una de ellas, al valle secreto donde moraban las hadas, aunque era bien sabido que no recibían de buen grado a las visitas y que en ocasiones encontrarlas podía ser más peligroso que caer en una sima. No podía hacer frente a sus perseguidores y no podía escalar la inmensa montaña ni rodearla, así que buscó entre las grietas cuál sería más prometedora. En un recoveco a su derecha pudo ver que se abrían tres grietas con amplitud suficiente para que él cupiera.

Le costó decidirse pero finalmente optó por el agujero que, en ese momento, le parecía la mejor oportunidad de salir. No tenía ninguna intención de encontrarse con un pozo poco profundo donde le podían ver desde dentro y la idea de escuchar voces desde el otro lado del túnel no le causaba mucha gracia. Por ello, decidió sumergirse en la más fría y extraña aventura. Mientras se lanzaba recordaba unas pocas líneas de las viejas escrituras de su hogar, unas escrituras que en su aldea se consideraban sagradas. Pero, no podía pensar en ese momento en ello, la espalda chocaba interrumpidamente contra una de las paredes mientras sus manos empezaban a herirse al intentar frenarse y quedarse en medio del agujero, atrapado. A punto de llegar lo que parecía ser el final de una caída libre eterna, se encontró con una rama tan gruesa que le detuvo, no sin antes haberle causado un gran daño en sus partes traseras.

Una de sus manos, sin darse cuenta, tocó una piedra en la pared que acabó cayendo al retirarla y juntase las manos en su pecho, a causa del frío y viento que llegaba del gran campo de nieve que había abajo de él.

Apoyando los pies con cuidado en la rama que soportaba su peso, se acercó a la pared rocosa de donde se había desprendido la piedra. Sus sospechas se vieron confirmadas al retirar algunos cascotes y comprobar como tras el pequeño derrumbe, se escondía una apretada abertura.

Ignorando el dolor de sus magullados miembros, se introdujo a rastras por el estrecho y oscuro túnel mientras dejaba atrás los ladridos de los furibundos perros de caza que reverberaban en la caverna, desde las alturas donde perdieron su rastro.

La negrura inicial fue consumida gradualmente por una luz desconocida que iluminaba su avance a través de aquél misterioso pasaje. En la distancia, se escuchaban voces.

El túnel desembocaba en una desvencijada rejilla metálica que lo separaba de la habitación de donde provenía la luz y las voces que había oído en su trayecto. Se acercó un poco y agarrado a los oxidados barrotes, observó lo que parecía ser una sala de tortura.

Un enorme orco de espaldas a él, se decidía por qué herramienta utilizar mientras canturreaba en su horrible idioma. Una elfa maniatada y herida parecía ser el objetivo de las malas artes de la criatura.

Sacó fuerzas de donde ya no le quedaban, y derribo la oxidada rejilla de una certera patada con sus magulladas piernas, el pestilente orco dió un salto hacia atrás sorprendido de que un insignificante elfo le molestara en su divertimento, cuando la horrible mole cogió impulso para darle con toda su fuerza, notó como le chorreaba sangre por la cara. De repente tras la bestia se levanto una silueta portando una barra de hierro, que había atravesado el horrible ojo del orco, quitándole la vida.

Era la elfa que gracias al descuido había podido liberarse de sus ataduras y por fin vengarse de su torturador.
Cuando se acercó a ella, y le vio con la luz de la triste vela, la reconoció. ¡Era ella!, era la elfa que siempre le sonreía cuando practicaban con el arco en los campos de caryophas. ¿Que hacia ella allí? ,¿porqué la tenian los orcos?, ¿Cómo saldrían de allí?

Los dos se miraron fijamente a los ojos durante unos segundos. Un fuerte sonido metálico llegó desde más allá de la pesada puerta de roble que había al fondo de la estancia. Como si fueran uno solo, se encaminaron rápidamente a la abertura para auparse al túnel por el que él había llegado. Le sorprendió su increíble agilidad para desplazarse por el túnel, como si fuera una alimaña, apenas podía seguir su ritmo. Detrás de ellos se escuchó el bramido furioso de varios orcos, un sonido que inundó la estrecha cavidad como si fuera una flecha recién disparada. No le hizo falta más para poner todo su cuerpo en tensión y tratar de alcanzarla.

Tan concentrado iba que no se dio cuenta de que habían llegado al punto desde el que él había caído, y chocó de bruces contra la elfa, que le estaba esperando mirando hacia arriba. El empujón fue tan fuerte, que ambos cayeron hechos un amasijo contra la rama, que se rompió ruidosamente, precipitando sus cuerpos enredados sobre un campo helado. Dolorido, trató de mirar alrededor, y a pesar de la escasa luz pudo observar que estaban en un prado sin apenas vegetación, cubierto por completo de nieve.

Cerró los ojos, y apoyó de nuevo su cabeza sobre la suave nieve en un intento de calmar por un instante el alocado golpeteo de su corazón. Notó movimiento bajo sus piernas, acompañado de un tenue gemido de dolor e inmediatamente le invadió una apremiante sensación de peligro.
Se incorporó de un salto y miró a su alrededor intentando ver de dónde provenía. Su improvisada compañía imitó sus movimientos y respondió a su interrogante mirada con un leve gesto de asentimiento de su cabeza. Se encontraba bien y estaba lista para seguirle. El intenso frío y el opresivo silencio que les rodeaba les hizo estremecer.

Frente a ellos un espeso bosque de viejas hayas, oscuro como boca de lobo, les ofrecía una incierta protección; a su derecha y a sus espaldas su vista se extendía sobre una suave superficie blanca que parecía no tener fin; y a su izquierda, a unos escasos cien metros de ellos, brillaba la plateada superficie de un caudaloso y en apariencia sereno río. Al otro lado de este, una gran pared de piedra en cuyo pie una pequeña gruta atrajo sus miradas. Prometía descanso a sus maltrechos y ahora también ateridos cuerpos.

La luna era lentamente engullida por negras nubes.
Los primeros copos de una nueva nevada descendían suavemente, para cubrir de blanco los campos de plata.; debían decidirse pronto si no querían añadir la oscuridad a su creciente lista de problemas.
Así que echaron un rápido vistazo a su alrededor,intercambiaron una mirada y de la mano, cruzaron raudos la extensión de terreno que los separaba del bosque de hayas.

Antes de llegar al bosque alguien les salió al paso.
Se trataba de un elfo de mediana edad, con largos cabellos azabache y vestimenta de explorador. Tras éste, surgieron de la espesura y en completo silencio las figuras de una decena de arqueros con los arcos bajados pero cargados y prestos, flanqueando al que parecía ser su oficial.

- ¡Elvandor! -los saludó el explorador-. Sabemos que huyes de los invasores para preservar la reliquia de tu pueblo. Nosotros también estamos interesados en ella, pero te propondré un trato más amable. Si nos acompañas, podríamos negociar un acuerd-

La propuesta quedó en el aire al verse interrumpidos por unos ladridos provenientes de las colinas, que se iban haciendo cada vez más audibles.

El explorador volvió de nuevo la vista hacia ellos con gesto serio y preocupado.

- Parece que no tendremos tiempo de entrar en detalles -musitó- ¿Qué decís a mi propuesta?

Ahora ya sabía dónde estaban, habían llegado al Bosque Hechizado, poblado por elfos que se habían apartado del camino de la luz y se habían adentrado en el de las oscuras artes arcanas, que usaban en su beneficio para defenderse de sus enemigos pero también para aprovecharse de sus propios hermanos. Habían traicionado en el pasado a los pueblos elfos que rodeaban el Bosque, ahora todos ellos habían desaparecido, y se habían apropiado de las runas antiguas de sus antepasados. Sabía que estarían igual de muertos tanto si sus perseguidores les alcanzaban como si aceptaba la ayuda del elfo oscuro.

Tenían que alejarse de allí, al menos él tenía que hacerlo para poder tener una oportunidad de seguir adelante. La runa que portaba era la única posibilidad de deshacer el hechizo que el Nigromante había lanzado sobre su aldea, dejando petrificados a todos sus habitantes menos a él, que en ese momento no estaba allí. Debía llevarla a la Ninfa del Lago de las Estrellas para que ella la purificara y liberara a su pueblo. Pero las huestes del Nigromante le perseguían y los Elfos Oscuros le acechaban y aunque no podían quitarle la runa, ya que esta sólo podía ser cedida voluntariamente, sabía que podrían chantajearle amenazando a la elfa que acababa de rescatar para conseguirla.

Miró a su compañera y, antes de salir huyendo del bosque, le dijo: "Debo continuar con mi camino sólo ¿Confías en mi? ¿Vendrás conmigo a donde debo ir?"

Justo en el momento en que ambos se pusieron de nuevo en marcha, el aire retumbó con el sonido de los cuernos de caza de las tropas del Nigromante. El elfo no pudo evitar detenerse en seco, notando como su piel se erizaba y la vista se le nublaba. El ulular de los cuernos penetraba en su mente y su cuerpo, anulando cualquier decisión de su voluntad. Apenas podía respirar... Cuando estaba convencido de que se iba a desmayar, sintió una mano cálida en la nuca y oyó unas palabras susurradas que nunca podría olvidar: "Yo confío en ti".

Levantó la vista, aún temblando, y vio sus ojos fijos en él, azules y oscuros como una laguna sin fondo. Supo que ya nada podría detenerle. Se puso a correr de inmediato, notando la respiración de ella a su lado, unos pasos más atrás. Corrieron sin parar durante un tiempo que no sabría precisar. Tenía la sensación de que llevaban días, semanas, sin descanso. Un río enorme apareció entonces justo delante de él y consiguió sacarle de aquel estado semionírico en el que había estado atrapado. Ella llegó a su lado unos segundos después y juntos, contemplaron absortos el caudal de agua más inmenso que habían visto en sus vidas.

La noche avanzaba implacable, pero ellos necesitaban un descanso. Recorrieron la ribera del río buscando un lugar donde resguardarse del frío y tras unos minutos, optaron por la cobertura que les ofrecía el tronco de un viejo árbol hueco alejado de la orilla.

No se arriesgaron a encender un fuego. Pegaron sus cuerpos y se arrebujaron lo mejor posible con el escaso abrigo que tenían a mano, taparon la abertura del árbol con cortezas y ramas y por fin, se relajaron un rato.

- Tanto tiempo alejados y fíjate en qué circunstancias volvemos a reunirnos -le dijo ella con una sonrisa triste y la mirada perdida-. Por cierto -continúo mientras se incorporaba un poco para poder mirarlo al rostro- ¿Adonde te diriges?, ¿Buscas algún lugar donde poner a salvo la reliquia de tu pueblo? Si no me equivoco, éste río es el Nejadh. Al norte cerca de su nacimiento existe un antiguo templo de dioses olvidados custodiado por hombres sabios, puede que ellos sepan ayudarte.

Por otra parte, un poco más al sur cuando el río se bifurca se encuentra la posada "El Tejón y la Nutria"; es una parada recurrente para las caravanas de mercaderes que recorren las aldeas del Nejadh, quizá desde allí podríamos desplazarnos más rápidamente y alejarnos de aquí lo más posible...

Sabía que no podía ir hacia la posada, se había convertido en un proscrito con una misión y cuantos menos ojos les vieran menos comprometida se vería la misma. Además, una caravana no les brindaría protección frente al Nigromante, sólo haría que aumentara el número de sus víctimas.

Decidieron quedarse un día más en su escondrijo, no había señales de persecución, todo estaba muy tranquilo. Salieron afuera con cautela y recogieron bayas silvestres y algunas almejas de río sin alejarse demasiado y se dispusieron a comer para reponer fuerzas mientras decidían cuál sería el mejor camino para llegar al Lago de las Estrellas y la elfa le contaba la historia de por qué había sido apresada y qué quería el orco de ella.


Satisfecha su hambre y un poco más serenos, @elian , pues así dijo llamarse ella, le contó en voz muy baja y un poco avergonzada que en las suaves noches de primavera acostumbraba a alejarse de la aldea, hasta la pequeña laguna situada al pie de la montaña, y darse un largo chapuzón para descansar su cuerpo y despejar su mente del largo día de entrenamiento. Así lo había hecho ese día, y tras ello decidió tumbarse apenas unos minutos a contemplar el claro manto de estrellas que esa noche parecían querer hablarle.
No vio, ni oyó al orco. Seguramente ya estaba allí cuando ella llegó y por eso pudo sorprenderla.
A pesar de su apurada situación, extrañamente no sintió miedo. Sabía que ese no era su destino, no entendía cómo, ni por qué, dijo mirándole a los ojos por primera vez desde que comenzara su relato. Era por ello que reaccionó tan rápidamente cuando él apareció.

Con un leve roce de su mano en la mejilla y un asomo de sonrisa, la tranquilizó. Nunca cuestionaba al destino y ella parecía formar parte natural de él.
Relajados, estiraron sus cuerpos muy juntos para darse calor mutuo y se dispusieron a dormir siquiera un par de horas, hasta el amanecer.
Un fuerte sonido les despertó bruscamente ....

¿Qué era aquello ...?

El sonido de las voces de los hombres gritando a los animales ateridos, reacios a moverse, inundaba la ribera del río. Los grandes búfalos de cuernos labrados mugían ruidosamente, moviendo sus cabezas en ademanes violentos. Los dos elfos contemplaron el espectáculo, que bajo la luz de la luna adquiría un matiz irreal y fantástico. Se fijaron en los grandes estandartes que portaban las caravanas, de un rojo sangriento y con una calavera burlona y negra en el centro. Pudo notar el estremecimiento de ella a su lado, inoculándole su terror como un rayo que atravesara su sistema nervioso.

"Esclavistas... Ghamên...", escuchó en un susurro entrecortado. Recordó de inmediato las historias que contaban los ancianos de su aldea en las noches más oscuras, y cómo los niños se escabullían de sus camas para poder escucharlas desde las ramas de los árboles cercanos. En cuanto empezaban a oir los relatos, se iban abrazando unos a otros, mientras temblaban ostensiblemente. Historias de raptos y violaciones, aldeas incendiadas hasta sus cimientos, decapitaciones masivas de quienes no se doblegaban ante ellos... Jamás olvidaría aquellas palabras resonando en las noches frías, mientras todo el pueblo escuchaba absorto. Pero... ¿existían de verdad? ¿eran reales? Los ojos fijos, aterrados, de ella se lo confirmaron.

Refugiados en su escondite observaron pasar la caravana de esclavistas; cuerpos largos pero encorvados, de rostros torvos y ropajes sucios y remendados. No había niños entre el grupo y las pocas mujeres que lo componían se veían tanto o más peligrosas que los varones. Era una partida de caza bien armada y pertrechada.

La única captura del grupo yacía en una enorme plataforma compuesta por recios tablones de madera, que sustentaban la figura durmiente y encadenada de lo que parecía ser...¿un Treant?

Cuando la yunta de bueyes que tiraban del carro pasó frente a ellos, la reliquia en forma de colgante de puro acero comenzó a agitarse en su pecho y brillar con luz ambarina.

Entonces, el Treant cautivo empezó a moverse y despertar...

Se miraron el uno al otro con terror pero con determinación y mutuo entendimiento. Pese a ser tan diferentes, la relación entre el pueblo elfo y el treant era tan íntima como ancestral, de alguna manera, los treants eran para los elfos sus abuelos y ancianos más sabios y los elfos eran para los treant sus vástagos más queridos. No podían dejar al treant en manos de los esclavistas sin intentar ayudarle, aunque con ello pusieran en peligro sus vidas.

Ocultó la reliquia lo mejor que pudo entre sus ropas para que la intensidad de su brillo no les delatara prematuramente. Sigilosamente, salieron de su escondrijo y empezaron a acercarse lentamente, emboscándose entre los arbustos, a la caravana. La runa ahora no sólo brillaba cada vez con más intensidad, apenas contenida por las ropas, sino que además, el elfo la notaba palpitar contra su piel y cuanto más se acercaban, más despierto y alerta estaba el treant, hasta el punto que su forcejeo por liberarse de sus ataduras hizo detenerse a la caravana. Los esclavistas estaban desconcertados, su brujo había hecho un hechizo que debería haberlo mantenido inerme hasta el final de su viaje, ahora no sabían muy bien cómo podrían contenerlo.

Al darse cuenta de ello, los elfos decidieron apresurar el paso, dejando de un lado la cautela, ya que la situación apremiaba, antes de que los esclavistas atacaran al treant, ya que aunque era una captura valiosa, le tenían más apego a sus infames pellejos.


La reliquia que portaba el muchacho cada vez iluminaba más, delatando a la pareja. Los esclavistas fijaron sus miradas en el pecho del elfo, se quedaron atónitos, observando la belleza del brillo, hasta que de repente, el artefacto emitió una luz tan fuerte que cegó a todo ojo que estuviera presente.

Parecía que había pasado una eternidad hasta que los elfos recobraran la vista. Yacían sobre un el terreno de piedras musgosas, pues se dieron cuenta de que el poder de la reliquia los había dejado inconscientes. Rápidamente recordaron la situación en la que se encontraban así que se pusieron en pie. Observaron que el treant se había liberado, era evidente que el destello no había causado efecto negativo en él, sino lo contrario, era diferente, ahora emitía luz propia, luz color cian y era más fuerte, más poderoso. Los humanos, por su parte, estaban destrozados. Sus movimientos eran vagos y apenas tenían fuerzas para coger sus armas.

No querían matar a nadie, pero era necesario neutralizar lo más posible a los esclavistas, así que saquearon su caravana, liberaron a algunos humanos que también se habían convertido en mercancía y recogieron provisiones para poder continuar su viaje. El treant, de nuevo plenamente despierto y fortalecido, decide unirse a ellos en su viaje después de saber cuál es su misión, pero se muestra osco y poco comunicativo, no quiere contarles cómo fue apresado ni nada relativo a él mismo, ni siquiera les quiere revelar su nombre.

Aunque el cansancio hace mella en ellos, deciden acelerar el paso para poner la mayor distancia entre ellos y los esclavistas, antes de que se recuperen. El cielo comienza a oscurecerse por el este y les queda poco tiempo de luz para avanzar con seguridad. Pero algo más extraño está ocurriendo en el cielo, allí donde debería estar alzándose la luna, un círculo más oscuro que la incipiente noche comienza a elevarse en su lugar.

El treant se muestra muy nervioso ante esta aparición y comienza a canturrear una canción en su antigua lengua ancestral. Mientras el Treant canturrea esa canción con movimientos bruscos, el cálido color de su resplandor corporal comienza a cambiar. Adquiere un tono morado, terrible y muy intenso, capaz de quemar cualquier elemento que se le acerque, de derretir el acero de las espadas. Fija su mirada en el cielo y recubre su cuerpo con ramajes más sólidos. Ante un brote de locura, ataca al elfo, quien desarmado, pues se disponía a descansar, se resiste.

Su compañera reconoce el círculo que yacía en el cielo: era un ojo nigromante. Estaba claro, ¡el Treant estaba hechizado!

¿Qué podía hacer ella? ¿Cómo iba a salvar a su compañero de las garras de aquel enemigo amigo?
 
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