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    el Equipo de Elvenar

Lluvia de Hojas

Estado
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Hace mucho tiempo que no leemos vuestras historias y tenemos muchas ganas de ello. Un caluroso verano se acaba y un colorido otoño empieza, ¿nos ayudas a despedirnos y darle la bienvenida a estas estaciones?

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Bases generales del concurso

  • El objetivo del concurso es que desarrolléis una historia, ambientada en Elvenar, en la que se hable del final del verano y la entrada del otoño. Para ello, os proponemos un par de ideas que podéis utilizar (si queréis; no es obligado):
    • Se puede hablar de cómo esperan esta nueva estación vuestros habitantes.
    • También se puede desarrollar una especie de evento que se vive en vuestra ciudad.
    • O incluso de las vacaciones que han tenido y la vuelta al trabajo que les espera.
  • No se permite la multicuenta. En caso de que un familiar o amigo use la misma conexión de Internet para el foro y quiera participar, previamente deberá mandar un Mensaje Privado a Kakashi-sensei informando de ello. De lo contrario será considerado como multicuenta y no optará a los premios.
  • Será preciso un mínimo de 7 obras para que el concurso siga adelante. Aunque para el 4º premio se necesitarán 10 participantes.
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Participación

  1. Cada participante solo podrá enviar una única historia. La obra deberá ser un texto narrativo (aunque se pueden incluir pasajes descriptivos y dialogados).
  2. Las obras deberán respetar las normas generales del foro, en especial en cuanto a ser aptas para menores.
  3. La extensión de los relatos oscilará entre las 400 palabras como mínimo y las 800 como máximo. Con titulo incluido, es decir, es obligatorio que haya título.
  4. Por favor, vuestras obras (participación) dejadlas en ESTE TEMA >CLICK<. El post será invisible al resto de usuarios pero el Equipo de moderación y tú podremos verlo.
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Fechas & Premios

  • El concurso empezará el miércoles, 19 de septiembre de 2018 y finalizará el martes, 25 de septiembre de 2018.
  • El Equipo de Elvenar será el encargado de decidir a los ganadores. Para ello, se basará en los siguientes aspectos:
    • Originalidad de la obra.
    • Importancia de las estaciones (verano y otoño).
    • Ambientación en Elvenar.
    • Faltas de ortografía y gramaticales (no seremos meticulosos en este punto pero, queremos evitar dejarnos los ojos).
  • Los ganadores se publicarán a lo largo de esa semana. Previsiblemente (aunque con posibles cambios), el viernes, 28 de septiembre.
  • Los premios para los ganadores son los siguientes:
    • 1º Puesto: 500 diamantes
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    • 2º Puesto: 400 diamantes
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    • 3º Puesto: 350 diamantes
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    • 4º Puesto: 250 diamantes
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      *mínimo 10 participantes.

Por favor, dejadnos vuestras opiniones y posibles dudas sobre el concurso AQUÍ.

¡Esperamos con muchas ganas vuestras obras!

Atentamente,
el Equipo de Elvenar
 

Deleted User - 848946564

Querida comunidad,

Os traemos todos las historias para que podáis disfrutar de ellas mientras el Equipo debate y elige a los ganadores.

TITULO
PRIMER OTOÑO EN ELVENAR

Ha pasado un verano más... Mis pequeños seres azules han estado recorriendo mundo y por fin han decidido asentarse. Han elegido un pequeño paraíso en la región de Arendyll, en el mágico mundo de Elvenar. Ha sido un verano intenso en el que mis habitantes han estado de festival, un festival que lo han vivido como nunca ya que es una pequeña aldea en crecimiento y estos eventos no los conocían.

Han trabajado duro durante esta estación tan calurosa del año y esto ha dado sus frutos. Han crecido y se han unido a un hermandad donde esperan prosperar rápidamente.
Es un reto la llegada del otoño, su primer otoño en Elvenar. Llenos de grandes expectativas para esta nueva etapa en compañía de sus nuevos hermanos. Son ambiciosos mis pequeños seres azules!!:cool:, Desean más festivales divertidos y aventuras emocionantes y para eso están currando de lo lindo.
A este ritmo van a terminar quemando sus talleres y fábricas de tanto que las están forzando, trabajando las 24h del día para que cuando llegue ese festival de otoño que tanto esperan lo disfruten al máximo y tengan su recompensa.

Y como no!!! mis pequeños seres azules también son unos guerreros! Ansiosos de descubrir mundo y conquistar territorio están de batalla en batalla, aunque también hay que decir que son unos fanfarrones:D, mucha batallita dicen que van a ganar y terminan negociando hasta la ropa interior!:oops:
Están en busca de guerreros mas poderosos para poder conquistar a todo bicho viviente que se tope en su camino, no quieren dejar títere con cabeza.
El verano ha sido intenso y el otoño se avecina todavía más duro, comienza el frío que precede al crudo invierno y tienen que preparar sus viviendas para ello, las casitas de madera no son suficiente, los ingenieros trabajan estrujándose la cabeza para conseguir que los edificios sean lo más seguros y robustos y les protejan de lo que esta por llegar. Aun tienen todo el otoño por delante.... Han oído hablar de un tesoro....
Van buscando el gran tesoro. Ese tesoro que cuenta la leyenda que contiene un arca llena de diamantes que les ayudaría a subir como la espuma, pero será verdad la leyenda?

Pero mis bichitos azules tienen la cabeza bien puesta sobre los hombros y saben que no pueden confiar en que esa leyenda sea cierta, así que siguen trabajando tan duro como este verano por si el tesoro no aparece.
Ahora están empeñados en construir maravillas antiguas, se las han visto a algunos de sus hermanos y ellos no quieren ser menos, andan liados buscando runas como locos pero los pobres no encuentran ni pedazos para construir una runa entera:(, esperan que este otoño les sonría la suerte y aparezcan las dichosas runas.

También andan locos buscando más terreno para expandir su aldea, se les ha quedado pequeño el espacio, el resto de la tribu quiere mudarse y como no caben más viviendas están en la frontera esperando su pase a la aldea, aquí el que no tiene casa no entra, nada de andar por las calles vagando!
Este otoño estaría genial que algún evento trajera grandes viviendas para poder dar cobijo a todos aquellos que se han quedado fuera y tanta falta les hace para poder seguir adelante, porque manda narices que hay trabajo de sobra y lo que falta es espacio para los elfos!, al final se van a quedar sin nada de tanto que negocian para conseguir el tan ansiado espacio!

Este otoño esperan no tener que negociar tanto, se les ha unido a su ejercito los treants, no son gran cosa pero son más fuertes que cualquier soldado del que ya disponían, pero no es suficiente, necesitan mejores tropas y para eso necesitan más población y más recursos.
A ver si es verdad la leyenda del tesoro y lo encuentran!
Sea como sea, con tesoro o sin él mis pequeños seres azules van a pasar su PRIMER OTOÑO EN ELVENAR.

¿OTRO OTOÑO?
Para cuando los habitantes de Avalon empezaron a darse cuenta de la proximidad del invierno, estaban a mediados de Octubre. ¿Qué había pasado este año, que el otoño estaba pasando sin darse cuenta? El verano transcurrió entre una ola de calor y otra; las cosechas se recogieron antes de tiempo, la fiesta de la siembra se interrumpió por culpa de los incendios que asolaban todo. No era la primera vez que sufrían una sequía de proporciones bíblicas, pero este año todo tenía un aire distinto, el tiempo pasaba a cámara lenta, los animales estaban a la espera de algo, pero ese algo nadie sabía qué era. La Madre debía haber abandonado esos lugares. ¿No caían las hojas como todos los otoños? Caer, si caían, pero era diferente, y todo el mundo era consciente de ello.
Llegaba el final de la estación de la cosecha cuando todo el mundo se reunió en el centro de la plaza -lugar feliz antaño- donde las concentraciones solían ser festivas. En esta ocasión serviría para buscar respuestas.
Todo el mundo tenía algo que decir, una idea sobre lo que estaba ocurriendo, algunas plausibles, otras muy peregrinas y rozando la mas clara paranoia.
Le tocó el turno de palabra al mas joven de todos los forestales que recorrían los bosques circundantes; él tenía clarísimo qué era lo que estaba pasando. Llevaban años sin acercarse a las Simas Sagradas, lugares donde las energías eran tan fuertes que atraían las lluvias, aumentaban la fertilidad de humanos y cosechas, y creaban un ambiente de armonía que día a día se iba rompiendo.
No tardó en empezar el griterío, todo el mundo hablaba a la vez, nadie escuchaba a nadie y todo el mundo quería imponer su voluntad; no necesitó escuchar más para reafirmarse en su opinión. Sacando la voz de lugares donde creía que no podría hallarla, consiguió captar la atención de todos sus vecinos.
-Sabéis todos lo que está pasando, y pocos serán los que no sepan cuál es la solución, así que no me extenderé mas. ¿Estáis todos dispuestos a hacer lo necesario para volver a gozar de la vida y de la paz de estos lugares?
No esperó contestación y empezó a andar internándose poco a poco en un bosque sombrío y hostil deseando no ser el único que emprendiese el camino.
Llegaron a las Simas, sí, digo bien llegaron, porque no fue solo; cuando se dio la vuelta, se encontró con sus dos mejores amigos, y su fiel mascota, un híbrido entre dragón de Komodo y perro que no podía ser mas fiel y divertido.
Hacía mucho que no visitaba el lugar, así que cuando vio en qué había quedado convertido, su horror no tuvo límites. Los árboles otrora verdes, frondosos, majestuosos, no eran mas que simples troncos secos sin vida; la entrada a la Sima principal que emitía un frescor primaveral en cualquier época del año y que conseguía hacer florecer las primeras flores de primavera hasta en diciembre, expulsaba un aire fétido que agostaba la poca vegetación que había nacido en su cercanía.
No era tiempo para escrúpulos, y la solución era fácil, sólo debía entrar, limpiar la cueva de todas las inmundicias que la llenaban y el agua volvería a brotar limpia y pura, al igual que el aire. A partir de ahí el mundo seguiría girando como debía.
¿Fue fácil limpiar años de abandono? ¿Fue rápido? No, mentiría quien dijera que fue cosa de coser y cantar. Llevó tiempo, trabajo y mucho sacrificio. Se consiguió gracias al amor de algunos, e incluso de su vida, pero eso es historia para otro momento, para otro lugar y en otras condiciones. De momento sabed que el equilibrio se ha recuperado, por cuánto tiempo, no lo se, probablemente por el tiempo en qué decidamos seguir cuidando de todo lo que está vivo.

LA LUZ NOCTURNA DE ELVENAR

- Ya oscurece. Es hora de iluminar Elvenar.
- Sí maestro, cada vez el sol se oculta antes. ¡Es como si quisiera rendirle homenaje a la Luna, dándole más tiempo para disfrutar de nuestra maravillosa tierra, Elvenar!
- Glisal, ¿de dónde viene la luz nocturna de Elvenar?
- Ahhh, queridos niños. Eso es algo que existe desde tiempos inmemoriales, y la historia de su creación ha llegado hasta nuestros días gracias a que nuestros antepasados lo dejaron escrito en uno de sus códices sagrados.
- ¿Podrías contarnos la historia, por favor?
- Está bien. Dejad vuestros manuscritos por hoy, y prestad mucha atención. Esta historia se mantiene eterna aquí escrita, pero bien podréis contarla a vuestros descendientes:
# i < ª º 5 0 [ < º * / 4 i ” 4 º * ¿.
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- Maestro, ¡por favor !!
- Ja,ja,ja. Está bien, lo traduciré para que todos y todas podáis conocer y trasmitir la historia de La Luz Nocturna de Elvenar, ya seáis Elfos, Humanos, o cualquier otra raza que habita en Elvenar.

Elfos y humanos consiguieron vivir en paz y armonía una vez que comprendieron que la aceptación mutua sería el único camino que los conduciría hacia la felicidad. Y así, después de una cruenta batalla, comenzaron a forjar un nuevo Elvenar.

Todo ese tiempo de guerra los había sumido en una oscuridad en el que sólo existía un invierno negro, frío y húmedo. Cuando la guerra acabó, ese invierno dio paso a un verano en principio cálido, pero que se fue tornando cada vez más tórrido y asfixiante. Parecía que Elvenar quisiera castigar a las razas supervivientes por el daño que había ocasionado en sus tierras la guerra entre elfos y humanos, con vestigios todavía en ella de sangre y lucha.

Cuando el sol llegó a su zenit, los sabios de todas las razas existentes: Elfos, Humanos, Hadas, Orcos y Goblins, Elfos del Bosque, Hechiceros y Dragones, Medianos, Elementales y hasta los inalcanzables Amuni, se reunieron alrededor de la Piedra del Firmamento con el propósito de poner fin a ese verano que se presumía eterno y parecía no querer abandonarlos, y conseguir así que pudiera dar comienzo un maravilloso y templado otoño que tiñera de los colores del fuego los árboles y las tierras de Elvenar.

Tras largas reuniones donde los sabios buscaron medidas para volver a equilibrar el mundo de Elvenar, todos estuvieron de acuerdo en que la mejor solución era quitarle al sol un minuto de su luz durante el verano y dárselo después a la luna, a fin de que cuando las noches se hicieran más largas, hubiera luz suficiente en Elvenar para alumbrar a sus habitantes y no volver a caer en una oscuridad infinita.

Decidieron llamar a las brujas para que, unidas en aquelarre en la Roca de Elvenar, invocaran el poder de la luna; y llamaron también a los hechiceros para que unieran sus poderes al del sol, buscando entre todos el beneplácito y la bendición de ambos astros. Cuando hubieron obtenido el favor de éstos, el consejo de sabios, de entre todos los valientes de Elvenar, eligió al centauro Glisal para que llevara a cabo su misión.

Así y para toda la eternidad, desde el momento en el que el verano llegaba a su zenit y hasta su ocaso, Glisal le arrebataría al día un minuto de luz que debería guardar bajo Eldrasil, el árbol mágico de Elvenar. La señal para que Glisal supiera que el verano había llegado a su fin sería cuando la primera hoja de Eldrasil cayera al suelo, dando comienzo al tan esperado y deseado otoño de Elvenar.

A partir de ese momento y hasta que ya no quedasen más hojas en el árbol, Glisal deberá entregar cada día a la luna ese minuto de luz que arrebató al sol, y que la luna convertirá en una luz de plata que todos conoceremos por La Luz Nocturna de Elvenar.

La Luz que nos alumbra en las noches de otoño y que tiñe de plata los campos regados por la lluvia mientras el fuego de las hojas caídas hacen bailar las sombras ahuyentándolas de los sueños de los niños.

Renacer

Ocaso. Estío. La luna asoma pálida en el firmamento sin la fuerza necesaria para coronarlo, pero con la suficiente para indicar su presencia. Los últimos calores abrazan a los habitantes de Groucholand, que esperan ávidos los vientos de otoño provenientes de las comarcas del sur. Los árboles de las laderas, al ir cambiando su tonalidad de verdes a rojizos y ámbares dan un tinte pintoresco al paisaje, presagiando el arribo de la nueva estación.

Si bien, aún resuenan en el valle los acordes de una sinfonía desafinada provocada por el huracán “Aventura”, los ocasionales visitantes pueden disfrutar de todas formas, los colores, los aromas, la cocina y la clásica hospitalidad de los lugareños. Tras un derrotero de emoción, vértigo y destrucción que duró algunos días, antiguas casonas, edificios fastuosos, estatuas, monumentos culturales y arsenales, dieron paso a un sinfín de noveles talleres que alteraron la fisonomía de la ciudad, al mismo tiempo que las arterias, antiguamente ordenadas, pasaron a ser un conglomerado de laberintos que harían feliz al minotauro. El frenesí desencadenado en los días pasados, no solo alteraron la paz habitual del lugar con el sonido de las fraguas y el martilleo en los yunques, sino que fortificaron los lazos en la hermandad. El comercio y las comunicaciones crecieron a niveles nunca antes vistos en la región. Simples compañeros de aventuras pasaron a ser aliados poderosos que demostraron que la cantidad no importa. Que pocos con y dedicación pueden llegar tan lejos como su imaginación lo permita.

Ya tarde, bien entrada la noche, los pasos cansinos de los últimos elfos despiertos musicalizan las calles desiertas. Las hojas crujientes y herrumbrosas, que otrora fueran verdes y lozanas, yacen ahora marchitas a merced del viento, quejándose bajo las pisadas elfas y la de algunos humanos foráneos. Las pocas luces amarillentas encendidas que se vislumbran en las ventanas de los hogares comienzan a apagarse una tras otra.

El silencio poco a poco comienza a dominar la noche. Si bien todos en la ciudad están cansados, saben que con el descanso reparador vendrá la esperanza del futuro soñado. Se van a dormir esperando el nuevo día, a sabiendas que será un día especial. Es cuando todo vuelve a comenzar, es el día en que la magia del mundo Winyandor renace con todo su esplendor y poderío. El día tras la aventura, donde los Elfos se unen con humanos como uno solo para que, con la ayuda de las ciudades miembro de la hermandad, comiencen la reconstrucción de sus tierras, acrecentando para la posteridad el espíritu “Elvenar”.

OTOÑO PROHIBIDO

Y sin apenas darnos cuenta, acabó el verano.

Con él, dejamos atrás la estresante temporada donde mis conciudadanos y yo hemos tenido que trabajar a destajo para poder lograr unos recursos que periódicamente los dioses nos ofrecen a cambio de nuestro sudor.
Panaderos, herreros, granjeros, y demás vecinos trabajando casi sin descanso, e intercambiando temporalmente de oficio para ayudar a los más rezagados a conseguir sus objetivos.

¿El premio?
Unas dádivas divinas con las que los dioses nos obsequian a cambio de nuestro esfuerzo, y las cuales nos desvelan una serie de "secretos inconfesables" que nos permiten evolucionar rápidamente hasta que comience el siguiente evento.

Mucho trabajo, pero merece la pena.

Una vez que todo ha acabado y dejamos de estar embelesados con tanta producción, nos damos cuenta que el paisaje se está tornando marrón.
Las hojas de muchos árboles han caído y lo que antes era de un verde brillante ahora ha asimilado tonos más oscuros.

Hoy me propuse madrugar y dar un largo paseo adentrándome en un bosque cercano para disfrutar del cambio de estación, pero al acercarme a la morada donde vive el viejo Wöölsaner, noté algo raro en el entorno.

Poco a poco, los colores marrones y oscuros volvieron a dejar paso a que los tonos brillantes se dejasen ver de nuevo.
¿Acaso hay un pedazo de comarca donde nunca llega el otoño?

Seguí avanzando con la curiosidad de un joven elfo, y al llegar a las inmediaciones de la vivienda observé que los árboles y flores que la rodean, no solo no acusaban el cambio de estación, sino que además tenían un aspecto radiante.

Extrañado, me seguí acercando sigilosamente hasta la casa tratando de descubrir quien sabe qué, pero de repente un sonido hizo que me detuviese y pusiera todos mis sentidos en averiguar lo que era.

- ¡Es un llanto! - Exclamé para mí - ¡El llanto de un niño!

Tratando de averiguar su origen, continué acercándome hasta el punto de donde parecían surgir esos lloros.
Y cual no fue mi sorpresa que al asomarme a una pequeña ventana, vi a dos niños orcos maniatados, y a Wöölsaner ante ellos portando lo que parecía un pequeño frasco transparente.

Ante mi asombro, el viejo elfo recogió en ese envase las lágrimas de uno de los niños a la vez que dijo:
- Con estas lágrimas ya tengo suficiente para un mes más.
Y dirigiéndose al otro le gruñó en tono amenazante:
- Luego te toca a tí, pero no penséis que esto os va a dar la libertad, porque me he propuesto que el otoño no llegue nunca a este pedacito de bosque.

Me quedé atónito al oir esas palabras.
¿Acaso había descubierto alguna poción para detener el paso de las estaciones?

Es cierto que no hacía ni dos años que terminó la guerra entre nuestras razas, pero secuestrar a niños aunque fuesen orcos, me pareció deleznable.

Estaba tan absorto en lo que estaba viendo y escuchando, que no me dí cuenta de que algo se me acercaba por detrás.
Sentí un dolor profundo en la cabeza, y todo se volvió oscuro... me habían pillado.

Al despertar me encontré inmovilizado de pies y manos, tumbado sobre una gran mesa en el interior de una pequeña habitación, y al lado mío al viejo elfo Wöölsaner, portando en sus grandes manos un frasco aún más enorme y extraño que el de las lágrimas.

Con una maléfica mirada me dijo:
- El ingrediente que me faltaba... me has evitado salir a buscarlo.

Aún aturdido por el golpe, le pregunté:
- El otoño también tiene su encanto, pero si querías mis lágrimas para evitar que éste llegase a tu casa, ¿por qué no me las pediste en lugar de secuestrarme?

Una tétrica sonrisa se esbozó en su cara, y acto seguido me respondió con otra pregunta:
- ¿Y quién dice que además de las lágrimas de orco necesito también las de un elfo?

En ese instante se abrió la puerta de la habitación, y vi aparecer un viejo enano que blandía un gran hacha.
Fue entonces cuando comprendí que lo que necesitaba de sus compatriotas los elfos, no eran lágrimas... sino sangre.

Ángel de Otoño

El sol brillaba con fuerza a pesar de que el viento ya empezaba a soplar más fuerte. El frío estaba a punto de llegar, pero el calor estaba resistiendo más de lo esperado.

A Melissie le encantaba esa “microestación”, porque para ella el paso del verano al otoño era como una quinta estación. El sol radiante en el cielo, una brisa entre fría y cálida, los tonos marrones y anaranjados y un delicioso aroma a tierra mojada.

Salió de casa para adentrarse en los bosques de Elvenar e inundar su olfato con los olores del otoño. Cerró los ojos para disfrutarlo mejor, y después siguió caminando hacia delante hasta llegar a un lago. Miró su reflejo, su cabello castaño y alborotado recordaba a las raíces de un árbol.

Decidió tumbarse ahí, se respiraba una paz que era necesaria para Melissie desde hacía tiempo. Se quedó dormida a la orilla del lago, casi camuflada con la tierra que la rodeaba.

En otro lugar del bosque, había un elfo llamado Elrond. Iba tocando una melodía alegre con su flauta, nunca se despegaba de ella. Sus ojos amarillos eran casi tan brillantes como el sol. Aura, un espíritu del bosque, lo estaba observando y quería guiarlo hasta Melissie.

Alguien despertó a Melissie de su profundo sueño. Escuchó un chapoteo en el lago, abrió los ojos y se incorporó para ver qué pasaba. Pudo ver que a su lado, en el suelo, había una flauta.

Elrond estaba nadando en el lago, y al ver a Melissie despierta, le habló.

- Creía que te ibas a quedar ahí como una roca, humana.

Aura había llevado a Elrond hasta el lago, y observaba la escena que había creado. Por un momento la imagen se congeló, se paró el tiempo. Elrond miraba a Melissie sonriente desde el lago, mientras que Melissie permanecía en la orilla, descalza, con sus pies tocando la tierra húmeda y fría.

- Mira Ángel, esto quería enseñarte. – Dijo Aura a un joven espíritu que apareció a su lado. – En un lado tienes a Elrond, que ha disfrutado del verano y aún permanece en él, y en el otro está Melissie, que huye del verano, se mantiene tranquila pero a la vez alerta.

Siguieron observando aquella escena congelada, era hermosa, pero a la vez triste.

- Es como si Melissie quisiera escapar del verano, como si le hubiese pasado algo malo para no poder disfrutarlo. – Dijo Ángel con tristeza.

- Así es, ha sufrido. El otoño es para muchas personas el comienzo de una nueva etapa, de muchas oportunidades. – Explicó Aura. – mientras que para otros es el final de la alegría y de la libertad que brinda el verano.

Tras un rato en silencio, el tiempo volvió a pasar. Melissie y Elrond se seguían mirando y hablaban, pero los espíritus del bosque no los escuchaban.

- Entonces, al comienzo del otoño, ¿debo ser como Melissie o como Elrond? – Preguntó Ángel, que sería el futuro guardián de los bosques de Elvenar nada más entrar el otoño.

Aura le miró y sonrió, haciéndole un gesto para que volviera a mirar a la orilla del lago.

Melissie estaba dentro del lago, flotando boca arriba con una sonrisa en sus labios y los ojos cerrados, mientras que Elrond estaba sentado a la orilla sin camiseta tocando la flauta.

- Es lo bonito de esta “microestación”, aún hay tiempo para seguir disfrutando, para relajarse, y también para pensar en lo que va a venir y en observar nuestras nuevas metas. No tienes que ser ni como uno ni como otro, debes ser ambos, porque se complementan.

Aura se desvaneció para aparecer en otro lugar del bosque, un sauce donde dormiría hasta comenzar de nuevo el verano. Ángel la siguió hasta el sauce y luego volvió a la orilla del lago para ver la puesta de sol.

Allí seguían Elrond y Melissie, sentados uno al lado del otro a la orilla del lago, con los pies dentro del agua y sus manos apoyadas en la tierra.

Festival de Reapertura de Minas

Ori estaba bebiendo aquella tarde en la Taberna del caminante como había estado haciendo con una mayor frecuencia de la habitual para su raza durante los tres últimos meses. Con la llegada del calor veraniego trabajar en las minas se había vuelto un infierno y por ello los enanos decidieron tomarse unas largas vacaciones.

Al salir de la taberna Ori lo sintió, sintió la brisa correr tras de sí impulsando su cuerpo hacia delante y aportándole una sensación de libertad. Entonces lo supo, había llegado el momento. El verano llegaba a su fin y el otoño llamaba a la puerta y con él el festival que marcaba la reapertura de las minas y con ella una nueva etapa de aventuras y de creación de grandes maravillas.

¿Cuantos siglos hacían ya que no celebraban su tradicional festival? Ni si quiera podía recordarlo, pero algo sí tenía seguro, esta vez sería muy distinto. Desde que los enanos habían vuelto del olvido gracias a los descendientes de los Elvenars, habían estado muy ocupados reconstruyendo su modo de vida. Ori reagrupo a sus mineros y les mandó encender la llama del Templo del Fuego Sagrado y comenzar todos los preparativos.

Mientras tanto Ori se dirigió al Capitolio para invitar a elfos y humanos a celebrar esta gran fiesta junto a ellos, y a continuación recorrió las granjas diurnas y nocturnas para hacer otro tanto con las hadas. Cuando consiguió reunir a todos los invitados les condujo hasta el Templo del Fuego Sagrado y al llegar todos quedaron sorprendidos. Vieron en el lugar una gran cantidad de artilugios enanos que empleaban para divertirse. Había unos raíles que dibujaban curvas y subidas y bajadas en altura dibujando una especie de montaña por los que circulaban vagones con gente chillando, también había una especie de rueda gigante en el que los vagones se movían describiendo círculos alrededor de la rueda, ah y una locomotora que daba vueltas y entraba por una de las bocaminas de la pequeña mina que se encontraba junto al Templo y salía por otra de ellas, la gente de la locomotora salía de la mina con cara de pánico, sospecho que algún graciosillo se encontraba dentro de la mina asustando a los pasajeros de la locomotora.

Los enanos nos contaron que el fuego de su templo era mágico y concede algunos deseos en esta fecha tan remarcada. Para ello debíamos escribir nuestros deseos en un pergamino con tinta arcana y arrojarlos al fuego, comenzamos uno a uno a echar nuestros deseos al fuego con la esperanza de ser el afortunado cuyo deseo cumpliría la caprichosa llama.

Todos se dispusieron a disfrutar con estos extraños chismes de los enanos, a beber y pasarlo bien. Las hadas trajeron las últimas frutas de la temporada de verano para ofrecer un buen banquete; Y entre risas, comidas y mucha diversión, los aliados celebraron el final de una etapa y el comienza de un nuevo capítulo en el que ayudarían a traer de vuelta a muchas más razas perdidas y despejarían muchos misteriosos de su historia, pero eso sí con un poco más de fresquito.

El otoño es la estación de la cosecha

Una figura encorvada se apoya precariamente sobre una vieja guadaña que claramente ha vivido tiempos mejores. Sus frágiles huesos se resienten tras incontables años desempeñando su oficio, pero para los de su condición lamentablemente no existen las vacaciones ni el descanso.
Mientras su vista se detiene ensimismada sobre las veloces nubes oscuras que desde el horizonte auguran las primeras lluvias, no percibe que el errático jugar de un grupo de zagales les ha llevado a su lado hasta que no es demasiado tarde. Con ese descaro que solo puede acompañar a la juventud, y viendo que le han cazado en un momento de ociosidad, los pequeños tiran de su saya mientras ruegan -exigen- a coro que les cuente una historia.
Al principio se muestra reticente, manteniendo la atención fija en los nubarrones; pero la humedad hace estragos en sus articulaciones, y de repente esperar el paso del aguacero junto a la chimenea no parece tan mala idea. Usando su herramienta como bastón, se encamina con paso tambaleante hacia una choza cercana, acompañado de las risas y bailes de media docena de voces risueñas y claras.


El invierno es la estación de la artesanía.

La nieve virgen hace yermos los campos llenos de cicatrices, lamiendo sus heridas mientras promete a la tierra que de su vientre volverá a nacer la vida. Los crueles vientos que amortajan un calendario moribundo exilian a los hombres al interior de sus hogares. Los medianos elaboran cecinas y escabeches, los elfos cestas y aljabas, los humanos estandartes, y los enanos licor de cebada; los magos se encierran en sus altas torres; y los más previsores calientan sus manos encallecidas de sostener una espada forjando nuevas armas.
Asi se ocupan durante las primeras heladas, hasta que el festival del nuevo año los reúne a todos en torno al gran árbol y las luces que susurran antiguos relatos de armonía entre las razas, distrayéndoles de los aullidos hambrientos que rondan en la oscuridad de la noche.


La primavera es la estación de la siembra.


El regreso del sol da a luz el deshielo que alimenta regatos y arroyos, aquellos que los Ammuni domesticaron hace milenios para irrigar sus campos. La semilla es numerosa y fuerte, una promesa de abundancia en el futuro. Como un ave fénix sin memoria de sus vidas pasadas, una generación entera juega a mecerse bajo los almendros, ignorantes aun de los recuerdos pretéritos que abonan su crecimiento. Corrales de muchachas bordan su ajuar bajo las sombras cómplices de los cerezos de la plaza, lanzando traviesas miradas de soslayo a la jauría de jóvenes galantes que fingen usar lo aprendido para derrotar a imaginarios dragones o batirse en duelo por el favor de una doncella -diferente cada día-. Las bodas de junio siembran el fruto que habrá de nacer la siguiente primavera.


El verano es la estación de la guerra.

Brotada la simiente, solo queda esperar a que los tallos se alcen altos y orgullosos como soldados en formación. Vacías las despensas, las órdenes de los señores son claras: más tierras, más lejos, más tesoros, más ansias. La distancia encarece cada vez más la hazaña, y las negociaciones se vuelven imposibles. Los días ven tornarse las juveniles espigas en resecas pajas -doradas como las charretas de un general, pero solo útiles como forraje con el que alimentar la voraz maquinaria. Como antesala al milagro del fruto, los prados se llenan de pétalos carmesies; la dulce y salada fragancia de su néctar brotando a borbotones de donde antes lo hacía la osadía, el honor y el coraje.


Exultante tras narrar el punto álgido de su relato, torna al fin la vista a su audiencia, para descubrir que el último de los infantes, acurrucado como los otros al pie del fuego, también ha cedido al sueño. Para los de su condición no existe el descanso, recuerda. Con un gruñido más de irritación que de queja, se incorpora y regresa a su eterna tarea. Este año la mies ha sido rica y abundante, y teme que le llevará más tiempo del esperado segar todas las tierras a su cargo. Entre dientes, murmura el último verso de su historia:

El otoño es la estación de la cosecha.

EQUINOCCIO.

Después de 18 años de vida en común, aún me fascina mirar el rostro de Morwen, mi compañera, su pelo negro como el azabache agitándose por la brisa que corre en el Campo de aterrizaje de Dragones en esta mañana de finales de verano. Está mirando, con sus profundos ojos azules, hacia el cielo, y alza su mano señalando un punto a la vez que me dice:

-Mira Herin, ya llegan.

Alzo la mirada. En efecto, ya puede verse la imponente figura de Seiryü, el dragón de mi amigo Ryu, con su inconfundible color azul. Cuando aterriza, al lado de nuestra plataforma, acerca su morro, nos huele y asiente, reconociéndonos.

-Qué gran alegría volver a veros, queridos amigos -digo, abrazando a Ryu y a Mizuki, su mujer. Junto a ellos Natsuki,su hija de 16 años, nos mira con curiosidad.

-Cuantos años sin veros, Herin. Estás preciosa Morwen, estoy emocionado de estar en Elvenar y deseoso de ir a vuestros talleres y participar contigo en el festival de mañana. Pero Natsuki, hija, saluda a nuestros amigos…por cierto, ¿dónde está Turen?.

-Mi hijo está en el taller, esperándonos. Bueno, veo que los mozos ya han cargado vuestros baúles en el carro. Marchemos, pues. No os preocupéis por Seiryü, lo alimentarán y asearán en los hangares, se lo merece tras el largo viaje.

En media hora entrábamos por las imponentes puertas del Gran Edificio de la Manifestación del Fuego, nuestro lugar de trabajo. Los aprendices cargan con el equipaje de nuestros invitados y lo dejan al pie de la gran mesa central del taller principal.

Ryu, Mizuky y Natsuki empiezan a vaciar su contenido. Preciosas ánforas llenas de las mezclas mágicas que mi amigo hace con los minerales y artefactos de aire, tierra y agua que producen en su ciudad.

En ese momento llega Turen, alto y fuerte como un roble a sus 17 años.

-Hola a todos. ¿Ya trabajando?

Nos acercamos a abrazarle y puedo comprobar su cara de sorpresa al ver a Natsuki. La misma que se ve en el rostro de ella.

-Qué alto estás Turen – comenta Mizuki, acercándose junto a su hija- ¿te acuerdas de Natsuki? Sólo teníais 5 años la última vez que os visteis.

-Me acuerdo de ella, claro, pero no la conocería si la viera por la calle. Es toda una mujer, bellísima. -dice tomando sus blancas manos.

-Y tú todo un hombre hecho y derecho, bonita pareja hacéis.

Y después de las presentaciones y de preparar todo para el evento de mañana, nos retiramos a nuestra casa para comer y descansar. El día siguiente prometía ser intenso.

La mañana del 23 de septiembre, día del equinoccio de otoño, es perfecta. El sol luce ya radiante cuando nos dirigíamos a los talleres para cargar nuestros carros con los artefactos que montaremos en las terrazas traseras del Capitolio.

Cuando llegamos Ryu y su familia, ayudados por amigos del taller, colocan sus artefactos de fuego en la terraza derecha, siguiendo el estricto orden que les dice mi colega. Todo estudiadísimo. Yo hago lo mismo en la terraza izquierda con los míos. El trabajo, meticuloso, nos lleva toda la jornada, con pequeñas paradas para comer.

Y sin darnos cuenta se ha hecho de noche, ya son las 21,30 horas y todo está listo. Nos damos un respiro y nos asomamos a los balcones del Capitolio. La vista de la Avenida de los Sabios de Elvenar es imponente. Está a rebosar de gente deseosa de que empiecen los Fuegos.

La Avenida está esplendida, en ambos márgenes los edificios de las Maravillas que las distintas razas de Elvenar fueron construyendo. Desde los más antiguos como el Torno de los Secretos, a los más nuevos como los Baños de la Victoria, pasando por El Trono de los Hombres Altos o el Centro Comercial.

Las escaleras de acceso al Capitolio están decoradas con las estatuas de los Sabios Sagrados de Elvenar, engalanadas con jaulas de flores y postes luminosos.


Marwen me susurra “ya es la hora, la función debe comenzar”. Ryu y yo nos abrazamos y nos deseamos suerte.

El comienza, va encendiendo las mechas y suben sus cohetes que explotan formando en el cielo un bellísimo espectáculo de luz y color. Las explosiones dibujan bolas de intensos colores, impresionantes dragones, delicados farolillos y bellísimas abstracciones que, durante un cuarto de hora nos dejan boquiabiertos.

Nuestro turno. Encendemos los cohetes, que se elevan y explotan dibujando una luna y un sol que se sonríen, para resaltar que hoy el dia y la noche duran lo mismo, a su alrededor bolas luminosas van haciendo explosión una tras otra hasta diluirse. Otros artefactos forman las banderas de Elvenar y Nagano, la ciudad de Ryu, que sonríe agradecido. La gente estalla en aplausos.

Éxito rotundo. El final soñado del Festival de Otoño.

LA PROMESA

Los primeros rayos de sol iluminaron los cristales de la casa cuando el muchacho se despertó, aunque esa fecha no era un día laboral como otro, no tenía que dirigirse hacia la fábrica de elixires. Abrió la enorme ventana notando el viento frío en su cara, el calor había desaparecido y con ello el final del verano. Se dirigió hacia las calles, a toda prisa, observando como los aldeanos empezaban a despertar, se escuchaban los sonidos de las espadas que chocaban en cuando pasó cerca del cuartel y el olor del pan recién horneado de los talleres ya inundaba agradablemente las calles. Los árboles ya estaban completamente teñidos de colores anaranjados y rojizos aunque el fuerte viento removía las ramas esparciéndolos por las calles de piedra. Las hojas crujían a cada paso mientras observaba como los aldeanos empezaban a decorar las casas para el nuevo festival que se estaba preparando. Se escuchaba la gente que hablaba animadamente mientras recogían las cestas de comida, cerca de las tabernas se escuchaban risas y vasos tintineantes de cerveza de algunos elfos que habían vuelto de las batallas celebrando su victoria. Pasó cerca del pozo de los deseos y no pudo evitar empezar a correr, el nerviosismo inundaban su cuerpo.

Paró sus movimientos en el momento que había llegado al Jardín de la armonía, el lugar de la promesa que le había hecho en el caluroso verano del año pasado. Intentó recomponerse, cogiendo aire, algo cansado de correr por todo el camino mientras intentaba que su respiración se normalizase, notaba como su rostro estaba helado y sus manos se encontraban tan frías como sus puntiagudas orejas. Se tiró un poco de aliento cálido para entrar en calor y observó el mágico lugar. Las hojas de los árboles parecían rojas mientras cubrían la arena en el suelo, el sonido de la cascada conseguía que el lugar fuera realmente relajante. Observó hacia los alrededores, pero no vio a nadie, suspiró empezando a ponerse demasiado nervioso, notando que sus manos temblaban pensando lo peor, preguntándose si no había podido volver. Últimamente las batallas eran seguidas, se enviaban muchas tropas alrededores del reino para combatir a los enemigos y aunque eran buenos luchadores muchas veces no conseguían volver con vida. Intentó relajarse diciéndose que no podía haberla perdido, que realmente habría vuelto viva de la batalla. Se acercó al agua entrando la punta de los dedos, estaba tan fría que los sacó en seguida, el fuerte viento otoñal consiguió que cerrara los ojos en cuando las hojas revoloteaban por el suelo.

Estaba seguro que cumpliría su promesa. Fue en ese entonces que escuchó el crujido de los zapatos al caminar, de las hojas que se rompían debajo de sus pies. Cuando se giró estaba una figura alta, con sus largos cabellos recogidos como de costumbre, aún con el uniforme de espadachín. Abrió tanto los ojos cuando sus miradas se cruzaron que sus palpitaciones se aceleraron, estaba seguro que le saldría el corazón de su pecho. La alta muchacha se bajó mínimamente la tela oscura que cubría su boca y le sonrió cálidamente. El elfo se dirigió hacia ella notando todo el nerviosismo que recorría su cuerpo desaparecía al ver que seguía viva. Separó sus brazos y la rodeó en un caluroso abrazo.

- Una vez prometí que cuando el otoño llegara y las hojas cayeran nos encontraríamos de nuevo – dijo ella rodeando el cuerpo del elfo que mantenía una agradable sonrisa.


- Bienvenida a casa
 

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Luna de Ruda




Raianna apresuró su paso, tenía que cruzar toda la ciudad para poder llegar al acantilado y quería ver la puesta de sol. Estaba cambiando el tiempo y aunque, todavía quedaban las celebraciones de Mabon para festejar la recogida de las últimas cosechas, se notaba en el ambiente esa sensación de que se acaba la vida al aire libre que nos proporciona el verano, y se acerca el tiempo de recogimiento. Era el tiempo de lluvia de hojas. Mientras caminaba de forma apresurada otro pensamiento le cruzó la mente: la llegada de Mabon (o el otoño) no sólo traería los cambios en los habitantes de Ciudad Espejo, propios del equinoccio, sino que coincidiría con la llegada¡ por primera vez en la historia de la ciudad, de una nueva raza! Mucho se había oido hablar de los enanos; recordaba los relatos que le contaba su abuela al calor de la hoguera en las noches frescas y oscuras. Eran una raza esquiva, huraña y malhumorada que nunca habían hecho buenas migas con los humanos. Claro que, por lo que ella recordaba de las historias, los enanos nunca habían salido bien parados de las alianzas con los hombres, siempre había habido una relación de abusos y burlas, una vez obtenido lo que querían de ellos. Y como decía su padre ¡habían construido cosas maravillosas para los dioses! De repente recordó que en la última reunión de la Hermandad, alguien había susurrado que los enanos comparten territorio con los elfos oscuros…¡los elfos oscuros! Raianna nunca había oído hablar de estos seres con anterioridad pero su nombre no presagiaba nada bueno.


Desechó estos pensamientos con un movimiento de cabeza y se arrebujó el chal: la tarde estaba empezando a ser fresca; el otoño se acercaba con paso sigiloso. Llegó al acantilado y sentándose en su piedra favorita, se dispuso a contemplar como el sol se escondía por el horizonte, mientras el cielo se teñía de rojo. Dejó divagar su mente, imaginando como sería la fiesta de la cosecha. Los bailes, las comidas, las ofrendas a los dioses y los rituales para que éstos les fueran propicios…la muchacha adoraba los cambios de estación y todas las celebraciones que ello comportaba.

De pronto se sintió incómoda, como si hubiese una presencia a su espalda. Algo se movió detrás de ella y sobresaltada, se dio la vuelta.


-Hola Raianna, ¿preparada para el baile de la Luna de Ruda? dentro de pocos días despediremos los días de verano.


Raianna enrojeció ante la pregunta del joven mozo que trabajaba en las canteras de mármol. Recordaba haberlo visto en las fiestas que se organizaron en la ciudad con motivo del solsticio. De echo se había fijado en él porque saltaba la hoguera de forma temeraria, como si creyera que las llamas no podían dañarlo.

¿ La había seguido? Pero esa, esa es otra historia.

El balance del sacerdote

Este verano he invocado a los enanos, y gracias al portal podemos abastecernos no solo de los productos salidos de las minas de granito y cobre mediante vías, sino que también tenemos acceso a su tecnología, a su conocimiento antiguo, a sus edificios, mucho más eficaces en cuanto a producción y que nos permiten subir a un nivel superior nuestra ciudad humana.

La llegada del otoño es inminente y los sacerdotes predican desde el templo. Llegan unas semanas de cambios y las tormentas veraniegas van tocando a su fin. El sumo sacerdote deja de mirar su códice, tan útil en batalla contra las unidades pesadas, tanto de infantería como a distancia, para alzar la vista, como si en el cielo pudiera leer las formas de las nubes. Todavía falta para las hadas.

Los paladines, ya bendecidos, mantienen a ralla a los bárbaros de la tormenta, totalmente inútiles para el torneo de mármol y el presente torneo de acero. Ahora los reyes del campo de batalla son los ballesteros maestros, que no solo gozan del favor de las Agujas de la tempestad, que no solo del Santuario, además tienen la audacia proporcionada por un edificio especial de un evento pasado. Así son bendecidos con un gran ataque durante 5 días, suficiente como para dejar las negociaciones a un lado y luchar día a día, ronda a ronda.

Del cuartel solo salen sacerdotes y ballesteros, bien entrenados, y a muy buen ritmo durante todo el día. Y por la noche prácticamente no hay pausa alguna. Los 5 arsenales son fundamentales para que cuando nadie da la orden de entrenamiento se mantenga la cola. Se que otros no invierten población, cultura y espacio en esto, se dedican a mejorar su capacidad de producción mediante fábricas de los 3 productos bonificados, pero los que amamos la batalla, los que disfrutamos con la lucha y tenemos tiempo para ella, lo tenemos muy claro.

Estas mejoras en la producción de la ciudad van a necesitar de más bienes básicos. Los talleres de provisiones ya no tienen excedente y habrá que aumentarlos. La conversión a viviendas enanas ya está finalizada pero ¡nunca hay población de sobras! Las nuevas expansiones son utilizadas para edificios residenciales casi exclusivamente. No se donde voy a meter la Caverna de la Montaña, pero algo habrá que hacer.

El evento de otoño será duro, con casi 90 misiones, ¿seremos capaces de llegar al final? No es una prioridad pero es conveniente. Habrá que empezar fuerte y para ello hacernos una bebida, ¿café? algo que de energía para ponernos con las 2 herramientas sencillas. Debemos prepararnos para comenzar con buen pie, y si es con diamantes mejor pues el pozo de los deseos (a pesar de la mejora) parece bastante seco.

EL REGALO DE LAS ESTACIONES

“Por favor Enendil, por favor, cuéntanos otra historia”.

Y Enendil, el elfo más viejo y sabio de la aldea, miró aquel corro de niños sentados mirándolo fijamente con sus suplicantes hermosos ojos.

“Vale, está bien niños, todos sabéis que esta semana pasamos del verano al otoño, pero ¿sabéis porqué? ¿no?.

Cuenta la leyenda que en tiempos muy muy lejanos los elfos vivíamos en ciudades hermosas, con una tierra fértil y ríos caudalosos, donde siempre brillaba el sol, y nada cambiaba. Ayer era igual que hoy y que mañana.

Un día llegó a la aldea un forastero pidiendo alojamiento. Parecía tan cansado, que no tuvieron corazón para echarlo. A la mañana siguiente, cuando fueron a despertarlo solo encontraron su capa marrón cubierta de semillas. Curiosos, las plantaron y para su asombro vieron como las semillas absorbían los colores de la tierra, devolviendo a cambio árboles, frutos y campos con hermosos colores que pasaban por todos los tonos del dorado, marrón y hasta mil tipos distintos de rojo. Y para sorpresa de todos, aunque los tonos eran tristes, su entorno seguía siendo fértil, pero proporcionando colores y sabores desconocidos hasta entonces.

Y pasaron algunos meses….

...Y llegó un extranjero pidiendo cobijo. Parecía tan triste. Sus ojos acuosos parecían indicar que hubiera estado llorando y no tuvieron corazón para echarle. Al día siguiente solo encontraron su capa gris con unas semillas. Cuando las plantaron y crecieron, pareciera que absorbieran el agua del río, para luego hacerlo caer del cielo. Y el paisaje cambió y trajo sabores y colores nuevos.

Y pasaron algunos meses....

…Y una desconocida muy alegre apareció en la ciudad, toda ella desprendía vitalidad y energía, y les dijo que la vida era un regalo maravilloso que había que disfrutar. Fue tan agradable que la invitaron a quedarse. A la mañana siguiente en su capa verde encontraron semillas. En cuando las plantaron una explosión de colores inundó su ciudad y la tierra se llenó de una inmensidad de sabores desconocidos.

Y pasaron algunos meses...

…Y una hermosa joven llegó; y por donde pasaba se iluminaba la estancia, ¡tal era su carisma! La gente se sentía atraída a su luz como si fuera un faro. Y por supuesto, la invitaron a quedarse. A la mañana siguiente su manto azul estaba cubierto de semillas, y cuando éstas crecieron el valle se llenó con una luz nunca vista, y los colores más vivos conocidos hasta entonces.

Y así niños, es como el Padre Otoño, el Padre Invierno, la madre Primavera y la madre Verano bajaron a Elvenar a regalarnos los cambios de las estaciones para que la vida fuera diferente”.

LA AMENAZA DEL LANCERO NEGRO
El verano ya se retira ante los primeros nubarrones y vientos del sureste sobre las tierras de Elvenar. Los pastos, bosques secos y montañas casi sin nieve ahora se preparan para iniciar una nueva etapa de cambio y renovación en los bosques mágicos, renovando sus hojas cansadas y quemadas por el sol. También campos y praderas esperan ansiosos el inicio de las tareas de siembra de los habitantes élficos y humanos. Es un tiempo en que cada Capitolio ordenara el almacenamiento de productos y reliquias, que tanto costaron obtener durante este último e intenso verano, para estar bien preparados para el próximo invierno.
El árbol mayor de Elvenar, el padre de todos los árboles mágicos de este mundo, ya comenzara pronto a desojarse y se iniciaran las fiestas de otoño, donde tanto elfos como humanos celebran juntos los Cantos de Renovación del Bosque, con una serie de misiones y tareas que deberán desarrollar los pobladores y ejércitos en cada ciudad para acumular provisiones y mejorar sus viviendas, talleres, fábricas, caminos y armamentos.
Pronto veras a las hermandades, dirigidas por sus Archimagos y junto a sus habitantes, preparar las competencias de otoño, donde ciudadanos elfos y humanos compartirán estandartes y regalos en juegos y competencias que se realizan a campo abierto, debidamente protegidos por sus ejércitos, donde bailan y comparten acompañados de buena comida y refrescos de frutos secos. Lo bueno de esto, es que en otoño los corazones de todos los habitantes de Elvenar se renuevan y se abren para compartir entre todos, reuniéndose en amplios campamentos instalados en tierras neutrales, donde participan civilizaciones de todas las edades desde los que recién han llegado o comienzan a evolucionar junto a enanos, hadas, hechiceros del bosque, elementales e incluso amunis, los más evolucionados de Elvenar hasta ahora. En esta especial estación, humanos y elfos comparten tareas de arreglos de senderos, abonos del bosque e instalan nuevos campamentos para sus exploradores, mientras que búhos y dragones del bosque comienzan a recolectar sus frutos y alimentos preferidos, preparando sus madrigueras para el duro invierno que se avecina.
Sorpréndete en esta estación otoñal al ver como cada día caen desde el cielo, hermosas hojas de plata y oro que recolectadas y almacenadas correctamente, te permitirán junto a tus hermanos cambiarlas por exclusivos poderes como fungibles de gran tiempo e invocaciones maravillosas de semillas de árboles secretos y mágicos que, plantados en tus tierras, crecerán en algunas horas y te darán enormes y preciados poderes. Si te esfuerzas en esto, adquirirás valiosos artefactos mágicos que darán a hechiceras y sacerdotes habilidades que te serán muy útiles para mejorar la cultura de tu población y entregar poderes especiales a tus ejércitos, con magias y hechizos de valor y fuerza para enfrentar a los enemigos más duros, incluso a aquellos que menos te imaginas…...
Porque no todo está tranquilo este otoño en Elvenar……. Fuerzas oscuras y malvadas también se preparan para saquear y robar en tierras de elfos y humanos. Ellos vendrán por todas partes, bajando de las montañas siniestras y de los pasos sombríos, llenos de magia negra y personajes oscuros muy peligrosos…… En las tierras altas se habla de un nuevo Lancero Negro, que es como un paladín o espadachín enorme de combate cuerpo a cuerpo, que porta escudo, armadura, casco y armas en ambas manos, con una espada de fuego en una y una gran lanza de acero negro en la otra. Este nuevo enemigo combate solo y aun cuando se ve más pesado, es más ágil de los que has visto hasta ahora, desplazándose hasta tres espacios en el campo de batalla, pudiendo atacar a la vez hasta dos contrincantes que estén a su alcance. Entonces……. amigos míos, se requerirá que vuestros hechiceros o sacerdotes se preparen muy bien para enfrentarlos. Así que, cuando el equipo de Elvenar te invite, participa activamente de los torneos y fiestas de otoño y podrás adquirir nuevos poderes que te ayudarán a destruir esta nueva amenaza.
Que tengan todos y todas una buena temporada otoñal, si logran resistir……..

Mi Tierra de Gracia.

Siento una dulce nostalgia cuando llega el otoño. Asomada a una de las ventanas de la Academia de Magia, donde me encuentro estudiando, todos mis sentidos me anuncian que mi estación favorita está aquí y una ineludible evocación – la que comienzo a contarles – pone en mis ojos lágrimas de emoción.

Pareciese que fue hace muy poco tiempo, cuando el verano llegó a Elvenar pintando sus paisajes con radiantes colores; el aire se engalanó con las fragancias de flores y frutas maduras y los habitantes de todas las provincias se incorporaron con renovada energía a sus actividades, bullendo por los caminos, en los campos, trabajando en los talleres, admirando y agradeciendo la exuberancia de su tierra prodigiosa y felices de aprender a vivir en armonía con la naturaleza.

Yo nací en un país grande, rico, con gente generosa… ¡El más hermoso que se pueda imaginar! Pero allí la vida no siempre es buena y sencilla: en el pasado, durante más de doscientos años, fue oprimido por un reino de ultramar, hubo guerra, fueron alcanzadas la victoria y la libertad, pero luego un siglo de lucha interna y fraticida, terminó diezmando a la población, ya sumida en la más triste miseria.

Así como un verano renovador de esperanza, la paz llegó despacio a mi nación que al fin logró recuperarse: el suelo arrasado volvió a ser feraz y de las entrañas de la tierra brotó la riqueza en forma de oro negro, metales y minerales preciosos. Hubo prosperidad hasta el derroche, pero tal bienestar no se repartió con justicia al pueblo. Más pronto que tarde, La inescrupulosa codicia y el afán de poder de una élite oprobiosa, sembraron las semillas del odio, la ignorancia y el miedo, para sojuzgar y arrastrar a mis paisanos a la ruina.

Entonces decidí emigrar. Tomé un mapa y elegí una ruta al azar. El único tesoro de mi corazón, son siete gatos que puse como equipaje de amor en un carromato – junto a algunas provisiones indispensables - para echar a rodar juntos adonde el mundo nos llevase.

Tras extenuantes jornadas, con el calor de un sol inclemente o sorteando inesperados peligros en las noches, llegamos a una montaña solitaria y muy particular: parecía mágica y dentro de ella el sendero se convirtió en un túnel fresco y suavemente iluminado. Avanzamos con más sosiego hasta salir a un bosque, donde bajo un cielo color lila y circular, los árboles altísimos mecían sus copas para responder al saludo risueño del viento y el eco repetía largamente: ¡Uuuuuuuh, uuuuuuuuuuuh, uuuuuuuuuuuh! Mientras, blandamente, se desprendían y caían las hojas para formar la más linda, mullida y colorida de las alfombras.

Proseguimos como si el cansancio nunca pudiese vencernos. Aunque aparecieron súbitos nubarrones rebosantes de lluvia, bajo sus gotas como diminutas y heladas agujas, tampoco padecimos frío. Así, pronto se hizo a nuestra vista una aldea que - lejos de atemorizarnos – sólo inspiró ilusión y consuelo.

Mis gatitos saltaron contentos y noté que lucían largos lazos de seda azul que yo no les había puesto. ¡Qué extraño! También con el paso de las horas, percibí mi cuerpo más pequeño y ligero; mi piel se tornó azulada y al mirarme en el reflejo de un arroyuelo, no reconocí mis facciones y me sorprendieron mis orejas puntiagudas. ¡Caramba! ¡Mi cabello creció y de un radiante color rosa y dorado! ¡Dejé de ser humana! Siete pares de ojos felinos, brillantes como joyas, me contemplaron cariñosos y admirativos. Entonces, me despertó un coro de voces bondadosas:¡Marigreca, Marigreca! ¡Bienvenida a Elvenar!

LA VUELTA DE LAS VACACIONES

En el poblado élfico de los bosques, en su primer año como raza invitada, los enanos, que prácticamente se usaban como mano de obra barata (muchas veces aceptaban cerveza fría como pago), se están tomando unas pequeñas vacaciones, no están acostumbrados al calor, pues son más de vivir a la sombra de sus ruinas enanas dentro de enormes montañas y trabajar en las fundiciones y minas a pleno sol del verano es potencialmente peligroso para su salud.

Aprovechan para volver con sus familias y ver a sus bellas madres (si bellas con B, los enanos tienen bastante pelo y las mujeres no son una excepción) y pasar el tiempo con su hobbie favorito, tomar unas cervezas frías en la taberna de la ciudad en la barra y ver que enano aguanta más, demostrando así su hombría. También se celebró algún concierto y aunque en la ciudad élfica también había algún evento musical, no són del mismo estilo, los elfos prefieren música clásica mientras que los enanos son mas de Metal (lo habéis pillado? Por lo de las forjas enanas y eso…)

Pero a la llegada del otoño toca volver al trabajo en la ciudad élfica, algunos enanos con síndrome postvacacional aprovechan las mejoras sindicales para pedir baja por depresión. La producción de cobre y granito baja drásticamente y la ciudad queda prácticamente parada.

Ante esta situación los elfos decidieron indagar y descubrieron que los enanos echaban de menos sus ciudades y se sentían explotados en un ambiente pedante y extremadamente impoluto como es una ciudad élfica, donde todos los elfos te miran por encima del hombro. Así pues, tras muchos intentos de llegar a un acuerdo, se aceptó con los sindicatos adecuar la ciudad élfica a los enanos, con la condición de que dejasen de perseguir a las elfas y echarles piropos subidos de tono cada vez que pasaban cerca de alguna fundición.

Se inauguró una taberna enana (muchos enanos ya habrían renunciado a la baja solo por esto) con un guardia revisando que ningún enano de baja laboral entrase, aunque muchos intentaban colarse diciendo que el alcohol les curaba su depresión (cosa que en parte era cierto). Se creó un portal que les permitía hacer visitas a sus familiares los fines de semana y reivindicaron calzadas sin ramas de árbol que se enganchasen a sus rechonchos y patosos pies (aunque normalmente se les enganchaban sospechosamente al salir de la taberna y no saber ni donde ponían el pie). También exigían que las hechiceras les enseñaran a flotar, cosa que tras algunos huesos rotos y fracturas de cráneo se dejó por imposible.

No obstante esta situación no sólo benefició a los enanos, pues las calzadas eran mucho más fáciles de limpiar (imaginaos todos esos árboles soltando las hojas que caían en otoño), los elfos también aceptaron de buen grado la taberna (cuentan que una vez un elfo ganó a un enano bebiendo) y reforzaron los gólems con granito con una técnica aprendida de los enanos para defender su ciudad y machacar a los orcos que querían tomar sus bosques.

Además sabiendo de la gran dedicación que los enanos tenían en sus trabajos referentes a construcción, se mejoraron tanto las casas como los talleres, y se mejoró la productividad de las fábricas tras algunas mejoras enanas, se amplió el capitolio, e incluso aceptaron enseñarles a los elfos su arte de la guerra (que básicamente era coger su arma y golpear a su enemigo, que en muchas ocasiones ya era todo un logro para un enano ebrio).

Por último, se decidió que tras esta mejora de actitud de los enanos y gracias a su dedicación, se construyera una caverna enana con una montaña rusa incluida para los más pequeños (es decir todos los enanos).

La ciudad prosperó y ganó fama de ser un lugar donde si unas razas tan diferentes como enanos y elfos podían convivir en armonía, otras razas también podrían hacerlo, y de este modo se podía intuir la futura relación entre razas que habría en esta gran ciudad de Elvenar.

Elvenar un juego rico en experiencias



Todo comenzó con una invitación, hace ya más de un año, y entre curiosidades y ocios en el Internet llamo mi atención los gráficos que se presentaban en la introducción de este juego.

Sin haber transcurrido una semana ya estaba enganchado al juego, tanto así que mi progreso era rápido, y al paso de la historia mi ciudad tomaba cada día más vida, mezclas de colores y edificios llenaban de alegría mi aun pequeña ciudad.

Elvenar se me presento como ese mundo mágico de fantasías con que soñamos cabalgar algún día en nuestras vidas, ya más adelantado en la historia comenzaron la razas, allí los colores comenzaron a tomar otra secuencias, del verde y a la colorida primavera hasta ese amarillo del verano, luego en algún momento el rojizo color del otoño apareció en una raza llamada Elfos, que maravilla de tonos desde el pálido amarillo de las hojas de los arboles hasta ese rojizo de otoño al cambiar de ampliación en toda la ciudad.

Era espectacular, se siente como si lo viviéramos realmente, son tantas las horas que hemos disfrutado en estos mundos de Elvenar que ya es parte del día a día, de nuestros momentos de descanso.

Algunas sorpresas adicionales como eventos y aventuras nos hacen igualmente sentirnos atrapados en esos cambios de estaciones que nos brinda la vida misma, eventos para la primavera, para el verano, para el otoño y hasta el invierno, pero antes del limpio blanco del invierno el verano y el otoño nos recuerda que hemos cruzado un largo trecho durante el año, y nostalgia nos da a veces tener que dejar esos colores mágicos para comenzar de nuevo a reconstruir nuestra ciudad, así como las hojas caen de los arboles una vez llevado el nostálgico otoño.

Lo único hermoso no ha sido esto, también ha sido el poder haber conocido muchas personas y en algunos casos cultivados amistades, que después de haberlas conocido está muy claro que somos muchos los que buscamos aquí momentos de paz y desahogo y escape de agitado mundo en que vivimos, y que en una gran mayoría somos personas que estamos pasando por el verano de nuestra vidas y entrando al otoño de nuestra existencia, aquí jugamos unidos y contentos los que desde el verano de nuestra vidas estamos llegando al otoño de la misma, somos la mayoría, el color de nuestros cabellos lo diría, pero ese niño que siempre se lleva por dentro nunca saldrá de esa primavera de nuestra infancia, ese deseo de jugar y compartir …. Feliz juego para todos.

Viva la Vida


Nunca había estado tan expectante de que acabaran las vacaciones. Sé que esta vez va a ser diferente. ¡Qué bonito cambio de colores da la entrada del otoño! ¡Qué aromas tan diferentes empiezan hoy a emanar! ¡Qué espectáculo tan bonito nos da la naturaleza con el nacimiento de los primeros orcos!

Hoy estoy feliz, se acabó el verano y con él, por fin, las hadas han decidido irse, y con ellas se van sus extravagantes y apestosas flores. Mmm, que dulce olor a elementos podridos comienza a llegarme con la fresca brisa de las tormentas que se acercan, el cielo gris plomizo es la invitación perfecta para retomar con fuerza las batallas entre las razas de Elvenar.

Escucho a lo lejos los primeros estruendos, pero no son truenos, no, son algo mejor, steinlings, morteros, ranas perezosas y cañoneros, han comenzado los bombardeos desde las altas Rocas de Venar, nunca había visto un cielo tan bonito, estos son los verdaderos fuegos artificiales, destellos por doquier, relámpagos y explosiones se entremezclan en un alarde de luz y sonido, y las primeras víctimas empiezan a caer por los suelos.

Una dorada y caduca hoja de Treant cae sobre mi cabeza, por alguna razón se me queda pegada, la cojo y le doy la vuelta, ¿qué es eso rojo y espeso?, parece sangre, pero los Treants llevan savia verde en sus venas, miro hacia las ramas de arriba y allí está la explicación, la flecha perdida de una pequeña y tierna dríade ha atravesado el corazón de un precioso cuervo negro, dos graznidos más y cae impávido cual manzana madura sobre la cabeza de alguien, no he querido reprimirme y se me escapa una carcajada a mandíbula batiente.

¡Qué felicidad! Pasa un goblin vendiendo setas poderosas y le robo un paquete, que sabor tan chispeante tienen, siempre me ha encantado ese sabor picante de los goblins, las orejas lo mejor, las setas me las guardo para picotear algo en la merienda.

Ya han pasado unos días desde el Equinoccio, y la guerra en Elvenar está en su apogeo, los muertos ya no son muertos, sino muertos al cuadrado. Un delicioso hedor en el ambiente ya lo impregna todo, y la visión de tanta sangre corriendo por las alcantarillas hace brotar una pequeña lágrima de alegría por mi mejilla.

Paladines mutilados a un lado, golems desmenuzados al otro. Cuántos contrastes que tanto echaba de menos, qué sensaciones añoradas durante tanto tiempo. Millares de almas perdidas vagando por las esquinas sin saber de qué cuerpo son. Esta vez me ha salido bien, voy a poder llenar la despensa y papá se pondrá furioso de contento conmigo.

Y tú, querido o querida lectora, a todo esto te estarás preguntando quién soy, no?
¿Por casualidad no te habrán contado que raza dominará Elvenar después de los Amunis?

Los Demonios Learven vendrán a veros…
Pronto.

MIS ELFOS Y YO EN ELVENAR

Estamos ya en septiembre, mes en el que empieza el otoño, bonito mes, me gusta. Mi ciudad está empezando a vestirse con sus colores, casi toda tiene ese color marronaceo del otoño, esta preciosa. A mi capitolio lo abraza una gran rama con sus brotes marrones anaranjados, mis marmoleras son grandes árboles que, con sus ramas, agarran bien los trocitos de esa piedra, para sacar la producción a tiempo. Los talleres tienen un gran tobogán por donde van cayendo las provisiones constantemente (aunque más bien parece agua, jejejeje). Las casas brotan del suelo en forma de tronco, están llenas, pero no veo ningún habitante paseando por la ciudad tan hermosa que tenemos, lastima. Ahhhh!!! y mis llorones?, ainsss mis llorones, lloran y lloran y no paran de llorar, pobrecicos, los animo, venga que vosotros podéis, les presto unos cuantos klenex, pero los empapan enseguida, luego los exprimo bien ehhhhh!!, no sea se escape una gotica de maná y la fastidiemos. Las fábricas del bosque no paran tampoco, están muy verdes aún y solo fabrican lágrimas de maná, pero cuando esté bien entrado el otoño, producirán de todo o al menos eso espero.

¡Uy perdonadme! Los guerreros me llaman, tengo que salvar mi mundo de los malvados, ha empezado el torneo, tengo que ganar, debo ganar.

- ¡Estaos quieto villano! No os escondáis detrás de mis llorones, os veo, sois Vos el que me roba todas las noches mi maná, lo sé, pues esta noche no será así, pagareis por esto. Tomad por el flanco derecho, ahora por el izquierdo, en el centro. ¡Ahhhhhh! Que ganas tenía de pillaros infraganti, ahora ya podéis iros con vuestro sequito, os he vencido, no volváis más u os daré muerte como villano que sois.

Todos mis guerreros se han portado bien, hemos vencido, en esta noche de otoño, pero mañana vendrán más y ahora hay que reponer fuerzas, les haré un buen ternasco asado con patatas para cenar, rehogado con un buen vino D.O. de Cariñena.

El otoño ayyyyyyyyy el otoño, cuanta melancolía, mirar la ciudad transformarse, enfadándome ¡no tengo espacio ¡ ¡No tengo población¡¡Me falta maná!

Este escrito otoñal va dedicado a mis compis, sí, a ellos/as, por ayudarme a estar donde estoy y no, no estoy allí con ellos/as, me marche una noche de verano, cansada de jugar tal vez, no lo sé sencillamente. Gracias por estar.

Estoy acurrucadica en este rincón, viendo pasar el otoño, que ahora me produce tanta tristeza.

¡Estoy aquí, volved, salvadme! ¿No me veis? ¡Detrás del capitolio! Las hojas caídas, sin vida, muertas, con ese color marrón anaranjado del otoño, me ocultan de ellos. Agacho la cabeza y me siento a esperar la llegada de alguien que quizás, se acuerde de mí.

Vivo en una ciudad del mundo de Arendill. Un mundo imaginario de Elvenar.

EL SÍMBOLO DE UNIDAD

Estaba atardeciendo. Al sol todavía le quedaba vida por hoy, pero ya, cada vez vivía menos por día que pasaba. El verano perdía su fuerza, y el otoño tomaba más. Las hojas de los árboles no susurraban suavemente con la brisa, si no que, al estar más secas, chocaban unas contra otras en lugar de acariciarse suavemente como cuando eran verdes: terminaba la canción del verano y comenzaba la del otoño, repiqueteándose unas contra otras. Todavía quedaba camino para llegar de vuelta a La Ciudad. Había estado ayudando a una ciudad Hermana, en la última aventura de hermandades.

En La Ciudad, había un ajetreo especial, porque había que recoger todas las fábricas y talleres portátiles que habían estado funcionando durante la aventura de hermandad de finales de verano, y apretaba la prisa, ya que sería conveniente terminar antes de las primeras lluvias del otoño, que ya era realidad evidente, visto el fresco amanecer del día, que no remitió en fuertes calores. Menos mal: porque a principios de verano, llegaron los orcos y los goblins, y con el calor, las tufaradas de sus plazas y caminos se mezclaban con los variopintos olores de las setas que cultivaban. Era alucinantemente horroroso: “una enfermedad de Arendyll”.

Ya comenzaba a reconocer las proximidades de La Ciudad: aquel árbol donde tuvo que subirse escapando del oso que tenía que cazar; la roca de la que se cayeron su hermana y él …: pronto llegaría. Volvía varios días más tarde, porque había perdido el caballo, y hubo de caminar. Ansiaba ver a su esposa, que esperaba un hijo, y pronto cumpliría los días de gestación. Las hadas le confeccionaban unas mantas fantásticas cuando partió. Estaba deseando ver el resultado, y no sabía cómo iba a darle las gracias a la Señora de las Hadas, con la que tan buenas migas había hecho. Escuchó el sonido de unos cuernos, que parecía que venía de La Ciudad.

Era el fin del tajo en La Ciudad. Los capataces palmeaban para que los trabajadores volvieran a casa. Y los goblins hacían sonar cuernos, indicando que se abandonaran las granjas. Ese día, los orcos no estaban, porque habían salido a una incursión: ¡qué descanso!; con lo ruidosos que eran. Aunque cuando volviesen con el botín… a festejarlo en la Taberna del Caminante. Y saldrían de ella de madrugada, gritando y cantando en esa lengua tan repelente que hablaban, a ritmo de asquerosos pedos y escandalosos eructos, así como entrechocando jarras con cualquier tipo de “contenido líquido”, siempre alcohólico.

Estaba un poco extrañado, ya que no era normal el sonido de esos cuernos… no era el típico “gemido” de los cuernos que usaban los soldados. Era más un alarido ronco, sin ninguna frecuencia en particular, y todas en general; en resumen: lo desconocía por completo. No sabía si sentir alegría, miedo, inquietud... Ya lo investigaría.

Por la calle, aquél joven elfo corría despavorido. Llegó a la casa, y anunció que ya había avisado al doctor, y que venía presto. Después, volvió a correr hacia el capitolio, por si había que organizar la bienvenida a un nuevo ser.
El Doctor corría todo lo que le permitían sus grandes y planos pies, trastabillando casi a cada paso, hasta que llegó a la casa, y entró.

Ya veía el techo de las Torres de la Prosperidad, y distinguía la mágica luz rosada del Faro de Cristal. Pronto cruzaría el puente, y llegaría a La Ciudad. Estaba cansado, pero contento.

La casa era un hervidero de humanas y elfas corriendo de un lado para otro, siguiendo las instrucciones del Doctor. Hasta que pareció que quedaba contento con lo que tenía, y se hizo el silencio. Y al silencio, lo rompió un llanto.

Por fin llegó. Ya sólo tenía que caminar hasta su casa, saludando a diestro y siniestro a todos los conocidos que encontraba. Hasta que comenzaron a tronar los fuegos, anunciando un nacimiento. Y su corazón se aceleró vertiginosamente. Echó a correr como un rayo y, al llegar a casa, escuchó el llanto de la recién nacida. Todos lo saludaron y felicitaron. El Doctor, (¡¿un goblin?!), le ofreció a la pequeña, de ojos elfos y rizos humanos. Las lágrimas de felicidad no tardaron en humedecer sus mejillas. Miró a su esposa, humana, y le posó el bebé en el pecho, mientras besaba con dulzura su sudorosa frente.

Ya aseado y repuesto, se acercó a la ventana, desde donde se distinguían todas las luces de La Ciudad, su ciudad, que había crecido mucho. Tenía su nueva hija, mitad humana, mitad elfa: sería un símbolo de unidad de las razas de Elvenar. Nacida en el cambio de estaciones, medio verano, medio otoño. Buenos augurios. La noche refrescaba: se acababa el verano de veras. Miró las estrellas. Primero, un suspiro; después: una sonrisa.
 

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EN OTOÑO LA CONOCÍ

Por las adoquinadas carreteras de un pueblito en Elvenar se encontraba caminando una dulce niña que miraba hacia unos árboles en un “Jardín Pequeño”, veía como las hojas de estos caían lentamente y sentía tristeza porque pensaba que esos árboles morirían, recordaba que solo hace algunas semanas estaban frondosos y llenos de vida, fue entonces cuando ya se iba a su casa sin esperanzas que llego un pequeño elfo y le pregunta ¿qué le sucede, porque esta triste?, y ella le explico que tenia que ver con los arboles y sus hojas cayendo, pero nuestro querido elfo que venía de gastarse todos los tickets en premios del festival de elfos, le explico con sus naturales y buenos conocimientos sobre la naturaleza, que, se debe a la época del año, el otoño, y que consistía en un proceso que las plantas tenían que pasar, muy cerca donde se encontraban había una fabrica de tablones de elfos, fueron juntos a verla y le mostro como ellos convivían con la naturaleza, que no había nada que temer, porque aunque parezca mal que se caigan las hojas, el árbol necesitaba esa etapa para limpiarse de todo lo que no sirve y así florecer nuevamente dentro de muy poco tiempo.

La pequeña niña había cambiado drásticamente su estado de animo y ahora estaba feliz, de saber que pronto nacerían nuevas hojas en esos árboles, aprendió que, así como se caen las hojas, debemos también dejar caer todo lo malo que tengamos en nuestra mente y corazón, para poder florecer nuestra vida.

Pasaron los años y ella no se sabe que fue de la vida de aquel pequeño elfo, pero no pierde la esperanza de encontrarse, para seguir conversando sobre las cosas hermosas de la naturaleza, ansia los eventos donde ellos y humanos se reúnen en son de paz.

Por otra parte, al pequeño elfo (ya no tan pequeño) “el sistema” lo “cambio automáticamente” de su sitio en el mapa mundial, ya que a su alrededor no había personas con quien comerciar, y ahora no consigue como llegar a la ciudad donde conoció al amor de su vida, igualmente el sigue explorando cada vez más y más lejos, costándole cada día más y más dinero, pero con la esperanza de que llegara el momento en que pueda conseguir aquel pueblito y así ver el hermoso rostro de la pequeña que amaba la naturaleza tanto como el convivía con ella.

LA LLEGADA DE YAVIË

Los jardines de Ocü se encontraban repletos de las últimas flores del verano, Arwen caminaba entre los senderos en compañía de su fiel amigo. Con una simple mirada comprendieron lo mucho que añoraban sus primeros asentamientos.

- Queda lejos el día que abandonamos aquel lugar…. No nos ha ido mal desde entonces.

- Por supuesto que no querida, hemos avanzado y superado un montón de dificultades hasta llegar aquí.

- Echo de menos a mi pequeño Aldahir, es joven y pese a que crece fuerte y vigoroso el verano ha sido excesivamente cálido… confío en que esas pequeñas sigan cuidando de él tal y como acordamos. Todos sabemos lo perezosas que se vuelven las hadas en esta estación.

Se detuvieron un momento frente al manantial. Aunque era evidente la escasez de agua que brotaba de su interior resultaba agradable acercarse para combatir el calor. El estío tocaba a su fin, las plácidas tardes de verano se veían interrumpidas por el cálido viento del sur que cada día aumentaba su fuerza. En aquél lugar, junto al murmullo del agua, el tiempo parecía detenerse por unos instantes. Arwen observó a su alrededor y se tomó un instante para escuchar a los árboles, sus hojas perdían vigor y se comenzaban a preparar para abandonar las ramas.

- Debemos prepararnos… Isha nos anuncia la llegada de yávië. Pronto comenzarán a caer las hojas.

- Tienes razón, debemos recoger las cosechas antes de que comiencen las tormentas. Por cierto, ¿quién se encarga de preparar el Mabon?

- Este año se ofreció Eowine lleva semanas con los preparativos, ya sabes lo perfeccionista que es. Reunamos al clan y comencemos con la cosecha, los frutos están maduros y no podemos permitirnos que los arruinen las tormentas.

Durante varias jornadas los miembros del clan trabajaron sin descanso, la tierra había sido generosa y les permitiría pasar un buen invierno.

Eowine se esmeraba en los preparativos del Mabon. Mientras sus hermanos terminaban de recoger los frutos y los granos, ella apuraba la enorme cornucopia que tejía con delicadeza quería tenerla lista para la celebración de la última gran cosecha del año coincidiendo con el equinoccio de otoño. Una vez terminada, se dirigió a los pies de Tathar Nimquë y la depositó bajo la atenta mirada de Marlo:

- ¡Es hermosa! Has trabajado con esmero joven elfa… me siento impaciente por asistir a la celebración.

- Espero sorprenderte esta vez Marlo, deseo que salga mejor que la anterior. Entre nosotras te diré que me pareció un auténtico fiasco.

No le faltaba razón a la joven, el último Mabon fue un desastre, pese a los cuidadosos preparativos una gran tormenta impidió que se desarrollara con normalidad y tal circunstancia fue aprovechada por algunos para desvirtuarlo por completo.

Después de aquello, Eowine, decidió que no podía ofenderse de ese modo a la Madre Tierra y por ello asumió la tarea de organizar el festival. Seleccionó los mejores racimos de uva, las manzanas más jugosas, carnosos frutos y bayas, todo ello junto con unos manojos de espigas, girasoles y las últimas flores del verano servirían para llenar la cornucopia.

Los festejos durarían tres días en los que el clan despediría al verano y daría la bienvenida al otoño. El sol se debilitaba poco a poco y los jardines de Ocü empezaban a tonarse de vivos colores rojizos. Eowine, recogió las primeras hojas desprendidas de los árboles y terminó los últimos preparativos. Al despuntar el día, dieron comienza los actos del Mabon. Arwen se dirigió entonces a su pueblo:

- Despidamos a lairë. Isha ha sido generosa con gran cosecha, es tiempo de festejar y agradecer. Cantad y bailad, habéis trabajado duramente y ahora nos tomaremos un merecido descanso. Mañana daremos la bienvenida a yavië, nuestra hermana Eowine hará la ofrenda al atardecer.

La música inundó todos los rincones de Arendyll, los diferentes clanes festejaban el cambio de estación. Antes de ocultarse el sol, Marlo se reunió con los druidas trazando un círculo perfecto frente al sauce blanco. Eowine se internó en el centro, estaba espléndida ataviada con los colores del otoño. Arwen alzó su mano y la música cesó de inmediato coincidiendo puntualmente con el momento en el que el día y la noche se igualaban. La joven entonces, elevó sus manos lanzando el producto de la primera molienda hacia la cornucopia mientras mostraba el agradecimiento de todo el clan por las bondades de la tierra y pedía nuevamente su protección.

Terminada la ofrenda, la pequeña Eolande y las hadas del bosque se unieron a la celebración. En esta ocasión nada perturbó los festejos. Por primera vez el ciclo estacional había transcurrido con calma.

La Batalla del Solsticio.

Era un inusualmente caluroso fin de septiembre en Elvenar. Los Hechiceros de la ciudad de Crisélida se preparaban para su celebración favorita, el solsticio de otoño. Faltaban pocos días para la festividad y todo debía estar a punto. Las hilanderas tejían vistosas túnicas, los dragones pulían sus escamas, todo debía estar perfecto para celebrar la llegada de las noches largas y oscuras y el final del verano.

Para Arandun, un enano recién llegado de la aldea de Turnip, todo parecía mágico. Las facultades, los ritos, las calles empedradas. En su mina jamás se creerían lo que estaba viendo pero todo estaba a punto de cambiar. Una sombra acechaba entre los árboles esperando su turno. El espíritu de Ramikun, que había sido un poderoso aracnólogo en vida, quería apoderarse de Elvenar. Aprovecharía la noche del solsticio y utilizar el fuego de los dragones para rasgar el velo entre el mundo de los vivos y los muertos e invadir sus tierras.

Hacía tiempo que rondaba el mundo de los vivos camuflado en un cuerpo de un Uruk. No le costó mucho convencer al jefe de los orcos para que colaborase con él. Éstos estaban enfadados con los hechiceros ya que habían invadido su terreno para poner sus facultades. Apenas quedaba un recuerdo de sus fábricas de hongos y sus plazas orcas. Ignorantes del poder de Ramikun se prestaron a ayudarle para que expulsara a los hechiceros y dragones de sus tierras. Poco sabían ellos de los verdaderos planes de Ramikun que les envenenaba cada día la mente para volverlos contra elfos, hadas, hechiceros y enanos.

Arandun paseaba distraído cuando escucho voces apagadas que venían de un callejón. Hablaban de unos espejos que iban a desviar el fuego del dragón. Al principio pensó que era parte del plan para la fiesta pero pronto se dio cuenta de que algo no marchaba bien. Querían aprovechar el momento en el que los dragones encendiesen las hogueras para desviar su fuego hacia algún lugar pero…¿para qué?

Corrió todo lo que pudo para advertir al Barón de Crisélida de lo que estaba ocurriendo pero éste al ver al enano se mofó.

-Nuestras tropas llevan patrullando la ciudad durante días. ¿Crees que si alguien estuviese tramando algo no habría llegado ya a mis oídos? Fuera de mi vista enano impertinente.

- Señor, la ciudad está en peligro, ¡le juro que lo que digo es verdad!

-Guardias, llevaos a este…ser de mi vista. Y da gracias que no te meto en el calabozo, la próxima vez que me molestes no seré tan benévolo.



Arandun sabía que los enanos no eran bien recibidos por algunos gobernantes pero nunca había tenido que sufrir semejante humillación. ¿Qué iba a hacer ahora? Iba distraído cuando tropezó con Camelia, un hada que parecía bastante enfadada.

-Disculpe señora, caminaba distraído. ¿Se encuentra usted bien?

- A decir verdad no. Todo el mundo está encantado con el solsticio de Otoño pero yo solo puedo pensar en que se acaba el verano, la diversión, los baños en el lago…Tendré que volver a mis aburridas lecciones en Las torres de la prosperidad.

- ¡Oh! Entiendo. En fin, si lo que pienso es cierto puede que nunca más tengas que volver a tus lecciones pero no será por nada bueno.

Arandun estaba desesperado así que le contó a trompicones lo que había escuchado a Camelia. Parecía joven pero nunca se sabía con un hada, eran seres muy poderosos. Camelia no rechazó sus palabras ni dudó de sus intenciones y sin perder tiempo fue a las torres de la prosperidad a alertar a sus hermanas. Puede que el barón y sus tropas no moviesen un dedo pero ellas aún tenían fuerzas para luchar.

Prepararon trampas por todo el perímetro de Crisélida y se armaron para la batalla.

Cuando llegó el día del solsticio todo estaba listo. Vieron llegar a los orcos y prepararon sus armas y sus redes echas de espinas de árboles y resinas pegajosas. No tardaron ni 5 minutos en detener a los orcos que, entre súplicas para que los liberasen, acabaron confesando sus fechorías.

El Dragón Erastátonos al escuchar el alboroto se acercó a la ciudad y vio como un enano y un hada diminuta retenían a todos un ejército de orcos. Cuando le contaron lo ocurrido no dudo en destituir de sus funciones al barón y poner en su lugar a Camelia.

Camelia nunca más tendría que volver a sus lecciones ya que a partir de ese momento estaría a cargo de gobernar a su ciudad. La llamaron señora de Dragones y el enano Arandun fue su más fiel consejero. Pero espera…creo que eso era otra historia….

El otoño ha dejado una sorpresa

En una casita situada a los pies del portal de las hadas…

—Meiga, coge tu mochila ya o llegarás tarde al colegio. —Le dijo Anastasia a su hija, mientras terminaba de recoger el desayuno.

Anastasia era un hada obrera. Se había mudado recientemente a una nueva ciudad. Ella y sus compañeras estaban intentando arreglar el desastre que habían dejado los enanos a su paso.

—Mamá no quiero ir hoy al cole, me encuentro mal. —Dijo Meiga poniendo vocecita de pena.

—Pero si estabas bien hasta hace un momento. Es muy importante ir al cole cariño, si realmente no te encuentras mal... No intentes escaquearte, debes de aprender muchas cosas aún. — Le respondió su madre con tono calmado.

—Y pronto seré mayor y podré ir a las fábricas de hadas a producir ambrosia, crisálidas y esencia nocturna. —Saltó Meiga con ilusión.

—Si cariño, ahora vamos o mamá llegara tarde a trabajar.

De camino a las fábricas, mientras volaba, algo llamó la atención de Anastasia. Bajó al suelo, deseaba saber de qué se trataba… ¡Un extraño objeto! ¡Oh! Cuando lo pudo ver de cerca le produjo aún más curiosidad.

Estaba atónita. Lo cogió entre sus manos finas y lo examinó. Alucinada lo guardó en su bolsa de trabajo. Y emprendió el vuelo otra vez.

Ya habían aparecido los primeros indicios de la llegada del otoño. Un manto de color naranja cubría toda la ciudad. La brisa era agradable y fresca.

— ¡Hola Anastasia! ¿Qué tal han ido las vacaciones?—Le saludo su compañero Joan.

—Hola Joan, genial, he podido pasar mucho tiempo con mi hija.

—Sí, yo tenía tanto tiempo libre que no sabía qué hacer con él. Para colmo lo que más odio del verano es que las alas se te quedan pegadas, es francamente molesto.-Joan hizo una mueca mientras lo recordaba.

—Y que lo digas Joan y que lo digas. Anastasia le sonrió mientras fichaba para entrar a la fábrica.

Dejó sus cosas en la taquilla y se dirigió a su puesto. Hoy le tocaba producir ambrosía.

Trabaja siempre con espíritu y nunca y nunca te arrepentirás de no haber seguido el camino de la cigala….las hormigas todas juntas pueden más. Pero donde hay un hada la organización reinará… —Canturreaba Anastasia muy concentrada hasta que fue interrumpida por unos chillidos muy agudos.

—¡¡Desastre, desastre!! ¡¡La producción!! ¡Ayudaa!—Gritó una de las hadas trabajadoras.

Todas se acercaron a ver qué ocurría. La producción había sido completamente destruida.

—Oh no, jamás terminaremos a tiempo ahora.- Dijo una compañera.

Era desastroso como estaba todo patas arriba.

—¡¡POR LAS ALAS MOJDAS!!— Exclamó otra.

—Pongámonos a trabajar en cuanto antes, empezaremos otra vez. Recordad que no somos cigalas, tampoco hormigas, somos hadas. Las únicas que pueden llevar a cabo tarea tan tenaz y difícil, arreglemos esto y demostremos de que estamos hechas. —Animó a todas, la encargada.

Después del agotador día, se fueron a sus hogares; extenuadas.

Anastasia, llegó a la puerta de su casa. Y al meter la mano en su bolsa para sacar la llave descubrió que estaba rota.

—Qué extraño. —Vaciló.

Palideció, tembló y tragó saliva. Voló lo más rápido que pudo otra vez hasta la fábrica. Y le pidió permiso, desesperada, a Joan, para que la dejara entrar.

—Anastasia, ¿qué te ocurre? ¿Estás nerviosa? Intenta calmarte, no entiendo lo que dices. —Le dijo él.

Se oyó un ruido. Y corrieron los dos a ver de qué se trataba.

Encontraron a un bebé dragón en medio de la ambrosía.

—¡¡OH, POR LAS ALAS MOJADAS!! —Exclamaron los dos al unísono.

Anastasia lo miró con los ojos muy abiertos.

—Ves, esto es lo que intentaba explicarte. Cuando llegué a mi casa até todos los cabos. Me encontré un huevo de dragón, pero yo no sabía lo que era cuando lo cogí. Menuda he liado— explicó ella.

—En esta época, al comienzo del otoño los dragones ponen los huevos, éste debió de caer de alguna montaña y ha sobrevivo. ¡Puro milagro, sabes! Tendrás que hacerte cargo de él, Anastasia. —Dijo Joan.

Anastasia resignada cogió al pequeño dragón en brazos y éste le dio un lametazo.

— ¡Parece que le caes bien! —Exclamó Joan

La agridulce llegada del otoño

Para la mayoría de habitantes aquellos días eran festejos puros, la alegría se podía contagiar en cada esquina, daban ganas de sonreír con tan solo observarles. Niños, jóvenes y adultos, danzaban por igual al rededor de fogatas, no importaba si aun el calor se sentía abrasante, de vez en cuando se escurría una pequeña brisa que anunciaba la llegada del otoño.

Sin embargo, los adultos se mantenían vigilando las esquinas, los tejados, los callejones y en las afueras de la ciudad cada tanto había un relevo de vigilantes, ningún punto de la ciudad permanecía a ciegas. De esta forma intentaban que no hubiera una nueva víctima que alarmara a los pobladores, que se generara el caos que desde un inicio buscaban evitar, los altos mandos del Capitolio sugirieron que la ciudad siguiera con sus funciones cotidianas, que las pequeñas festividades siguieran su curso ya que pronto iniciarían los festivales de otoño que los habitantes tanto ansiaban.

Cerca de las 23 horas, una joven de cabello azabache se aparto de su grupo. Se recostó contra una pared mientras intentaba crear pequeñas brisas con ambas manos que dieran a su rostro acalorado, respiraba con dificultad gracias a su esfuerzo para mantenerse en el jolgorio con sus amigos de toda una vida, hasta que su cuerpo en una advertencia le hizo detenerse y buscar descanso, tal vez regresar a casa no era tan mala idea.

Caminar en compañía cuando era de noche, fue una de las tantas sugerencias que se pasaron de boca en boca para aquellos días, la mayoría de sugerencias provenían de madres asustadas, que en su afán de proteger a sus hijos les hacían prometer regresar en compañía, a lo que muchos jóvenes tomaban aquellas advertencias y sugerencias como una exageración, ellos eran muy listos para dejarse atrapar por un lunático.

Lucille se aparto las gotas de sudor que bajaban por su cuello, y en suspiro comenzó andar camino a su hogar. Las estrellas adornaban la noche, sin duda alguna lo más hermoso del verano con su cielo despejado, a su cabeza no vinieron ninguna de las palabras de su madre o incluso las de sus amigos que le ofrecieron compañía para regresar a casa, sus ojos se mantuvieron en el cielo mientras poco a poco dejaba de escuchar su corazón en los oídos, con un fuerte tamboriteo que podría jurar todos escuchaban.

Para cuando sus ojos volvieron al camino se sentía menos acalorada e incluso escuchaba el cantar de algunos grillos a la distancia. Lucille no se percato de la ausencia de vigilantes, quizás era la hora de cambio de turno de los mismos, doblo en una esquina y noto como aquella parte de la calle permanecía en oscuridad, justo al frente de los talleres y algunas fabricas de seda. Se lo pensó dos veces antes de continuar, era solo un pequeño tramo si corría... giro parara devolverse a la plaza, sus amigos habían quedado de encontrarse en una de las esquinas de la Academia de Magia para regresar todos juntos, en ese punto parecía lo más sensato.

Para cuando giro, se sobresalto al chocar con uno de los vigilantes, lo que la llevo a tranquilizarse, emociones mezcladas al sentirse segura de que no fuera alguien que le quisiera hacer daño, emociones que podían cambiar en cuestión de segundos.

El pánico reflejado en un grito alarmo a los vigilantes recién iniciados en su turno. Por más que corrieron no lograron encontrar de quien provenía dicho grito, con angustia y frustración, la ciudad recibiría al otoño junto con una nueva víctima que golpearía la seguridad y tranquilidad de cada uno de sus habitantes...

Senderos de azul terminal

Musgo y Brisa contemplaban el amanecer con determinación. Los Riscos del Devenir eran el mejor mirador sobre el valle del Bosque de Cobalto, y también eran el lugar donde se habían conocido.

Brisa era una goblin recolectora setas y Musgo un orco especializado en producir bosta. La noche anterior, una seta de la locura unió su destino. Ella la vio primero y tomó unos polvos mágicos para volverse inmune y poder recolectarla. La necesitaba para cultivarla en su granja. Él la vio después, con la boca hecha agua y dispuesto a ingerirla para garantizar su producción de bosta. Al ver llegar a Brisa, Musgo gruñó para ahuyentarla... pero ella no se movió. Entonces, él la miró con la más fiera de sus miradas... y ella se la devolvió, ante la sorpresa del orco, que tampoco se dio por vencido. Brisa sabía que llevaba las de perder, pues él era más grande, pero la ley protegía a los habitantes de la ciudad y a sus razas invitadas, así que el orco se exponía a duras sanciones en caso de atacarla. Musgo gruñó más fuerte sin apartar la mirada de ella, pero Brisa no se inmutó y aguantó la mirada durante un largo minuto. Pasado ese tiempo él lanzó una profunda carcajada y finalmente, en actitud relajada, dijo:

— Puedes quedártela. Los orcos estamos indefensos ante los valientes que no saben apreciar nuestra aparente ferocidad.

— ¿Hablas mi idioma? —Preguntó Brisa.

— Por supuesto, los orcos hablamos todas las lenguas de Arendyl de forma fluida... incluido nuestro idioma.

— Llamar idioma a un montón de gruñidos, me parece excesivo, aunque nunca esperé un mínimo de cultura en alguien de tu raza.

— Provocar miedo tiene sus ventajas, ya que nos permite ganar guerras sin derramar una gota de sangre. Yo tampoco esperé un mínimo de valor en un ser tan asustadizo como un goblin. Tengo un master en intimidación.

— «Una» goblin —matizó Brisa—. Mucho master y no sabes diferenciar un Treant de un Groot.

— Disculpe, señora, pero...

— «Señorita» —Cortó ella con orgullo— Estás hablando con la joven más deseada de su granja. —Él echo a reír ante tal arrebato de dignidad.

— Con todos mis respetos, los goblins sois igual de poco atractivos desde que nacéis hasta que os entregáis al bosque y vuestro aspecto no varía lo más mínimo

— Tal vez tengas razón, pero que un orco dé lecciones de belleza resulta, cuanto menos, desconcertante.

Brisa rió y, a los pocos segundos, Musgo la secundó con una carcajada gutural mientras asentía. La conversación era placentera para ambos y se extendió durante horas, ante la desesperación del «Ente» al mando de la ciudad, quien veía como la producción iba más lenta de lo normal e invocaba a los inquisidores del soporte.

Sobrevino el ocaso y la noche dejó caer su manto mientras ellos seguían conociéndose. Hicieron un fuego y comieron lo único que tenían, que era la seta de la locura que los había unido. A Brisa no le quedaba antídoto y los orcos no lo usaban, así que, tras ingerirla, la locura les sobrevino: rieron, bailaron, saltaron... y durmieron abrazados bajo la luz de las estrellas.

Antes del amanecer, un goblin llamado Shikk apareció entre la oscuridad y despertó a Brisa para advertirle que los inquisidores del soporte estaban buscándola a ella y a su nuevo compañero orco. La noticia no les sorprendió, pero no por ello era menos terrible, puesto que los inquisidores del soporte eran implacables. Luchaban con una especie de ratón de plástico que ostentaba poderes mágicos. Un solo «click» y ambos desaparecerían de Arendyl para siempre. Sabían que su falta era muy grave, pues habían incumplido con su deber y el «Ente» era muy estricto con los tiempos. Solo les quedaba huir hacia una nueva vida, incierta, lejos de la protección y las comodidades de la ciudad; pero una vida en la que se tendrían el uno al otro.

El particular tono azul del valle estaba adquiriendo tonos ocres para dar la bienvenida al otoño. Musgo y Brisa descendieron desde los riscos y emprendieron el único camino que les quedaba: un camino que, como la caída de las hojas, no tenía vuelta atrás.

No se arrepentían de nada.

Un otoño nublado

Hace algún tiempo atrás existió un hombre de nombre Peter de 32 años de edad el cual tenía una hermosa esposa con un cabello castaño ondulado y unos ojos color miel cuyo nombre era Scarlet con ella había concebido a dos bellos hijos, un niño de 4 años y una niña de 2 años.

Habían sobrevivido gracias a que Peter era escultor y obrero, pero su principal ganancia era creando obras con tablones ya que no había mucho trabajo y Scarlet lava la ropa de sus vecinos y de vez en cuando era nodriza. Pero existía un gran problema, no poseían los recursos para inscribir a su hijo en el colegio ni para comprar sus cuadernos y lápices.

Un día llego un correo a su buzón y cuando ven su remitente “Elvenar” los dos de miraron confundidos, no sabían de que era hasta que la abrieron y se dan cuenta que era una carta de trabajo.

+Trabajo, ¡al fin!

-Sigamos leyendo amor (agarrándole la mano y una sonrisa en el rostro)

La carta contenía un trabajo de obrero, pero no explicaba cuál era el horario ni donde era el lugar de trabajo, solo contenía un boleto de tren.

+Amor, si trabajo duro este verano vamos a poder inscribir a los niños en el colegio.

-Peter, aquí dice que te pagaran bien pero no dice nada de las horas de trabajo y que tienes que quedarte en ese lugar mientras trabajes, yo quiero que nuestros hijos crezcan y tengan un papá cerca.

-Tranquila, voy a regresar en mis tiempos libres.

El hombre emocionado armo su maleta y se fue a la estación, cuando llega se da cuenta de que había muchas personas como él que no sabían mucho del trabajo, pero necesitaban el dinero.

Al llegar a “Elvenar” su trabajo comenzó inmediatamente, construir una casa por aquí un taller por allá. Trabajos sencillos en sus tiempos libres le escribía cartas a su esposa contándole de su trabajo y mandado el dinero para sus hijos.

Conforme pasaba el tiempo los trabajos eran más largos y difíciles ya no le daba tiempo a escribir sus cartas solo enviaba el dinero, Peter tenía un compañero, pero no podían trabajar juntos para aliviar la carga y siempre estaba ocupado en otro trabajo.

Y llego el otoño y Peter sin poder ya desesperado con ganas de ver a Scarlet y a sus dos hijos fue a hablar con su jefe para pedirle un tiempo y visitar a su familia que lo esperaban con ansia en su casa.

+Señor, vengo a hablar con usted.

-Sí, dígame.

+Ya he trabajado todo el verano y deseo ver a mi familia ahora en otoño.

-Disculpe usted, pero este trabajo no tienes vacaciones ni se aceptan renuncias y si piensa en volver le aviso que no se puede.

Peter se dio cuenta que el trabajo que había aceptado era de ser esclavo y no podía ver a su familia nunca más. Ahora en cada construcción duraba mucho más y en cada bloque, con cada palada de cemento pensaba en su hijos y esposa. Por otro lado, Scarlet inscribió a su hijo en el colegio, pero no dejaba de pensar en Peter, todas las tardes se sentaba al frente de su casa viendo las hojas caer con la suave brisa esperando la vuelta de su marido y una lagrima rodando por su mejilla.

Una noche estaba lloviendo con truenos, relámpagos y fuertes vientos. Peter ya cansado de tanto trabajar sin descanso estaba colocando los últimos bloques de la parte alta del capitolio cuando ocurrió una tragedia, Peter resbalo y el seguro que lo mantendría colgado para que no cayera al piso estaba oxidado y se partió, cayendo en el suelo y sufriendo una herida irreparable en sus dos piernas. El jefe atónito y culpable de no hacerle mantenimiento a los equipos no tuvo más remedio que regresarlo a su casa y darle una gran cantidad de dinero para no recibir denuncias.

Scarlet como era de costumbre estaba sentada al frente de su casa con la esperanza de volverle a ver, cuando de repente ve a lo lejos a su esposo llegando en silla de ruedas salió corriendo a recibirle con lágrimas en sus ojos de alegría y tristeza juntas. La familia obtuvo el dinero necesario para darle el estudio a sus 2 hijos y aunque ahora Peter sin poder caminar fueron la familia más unida y feliz de todo su pueblo.

--LLUVIAS DE OTOÑO--


En el terreno de la narración hay historias de todo tipo.Unas para reir,otras para llorar.Otras describen.Esta que van a leer particularmente no es ninguna de las cosas anteriormente citadas.¿O sí? Juzguen ustedes y perdonen mi poca información sobre el juego.Soy recien llegada pero ahí va mi granito de arena.

-El caluroso verano está apunto de llegar a su fin.Y el otoño a la vuelta de la esquina está ya.Una estación un poco triste pero vistosa y bonita donde las haya.
En mi ciudad de Elvenar,la población por la llegada de esta estación no puede por menos de estar un poco triste..El verano se despidió pero sus recuerdos aun frescos están en sus cabezas.El sol.El calorcito.Las vacaciones en compañía de sus seres queridos en playas y montes.Es inevitable acordarse.Verano es sinónimo de alegría y pasarlo bien.
Ahora toca ya inevitablemente la vuelta a la rutina y los quehaceres diarios.en definitiva,la triste realidad.
La ciudad es un hervidero.Unos habitantes en sus casas,otros en sus respectivos trabajos en sus talleres y fábricas.Todo para que mi ciudad día a día crezca y prospere aun más.
Los obreros están en su cabaña esperando para ponerse manos a la obra e iniciar la construcción y ampliación de los edificios,para que todo día a día vaya creciendo y prosperando más.
Ahora vamos a echar una mirada al cuartel.Atentos todos de nuevo:
En su interior vemos a los espadachines,arqueros,hechiceros,los Treants y los Golem que entrenan sin pausa para ganar batalla tras batalla sin dar tregua alguna a los enemigos que quieran acechar mi ciudad.No habrá piedad para quien intente romper la paz y el buen hacer de las gentes de este lugar.
Esta noche tenemos previsto realizar una gran fiesta.Una gran celebración que no se ha de olvidar facilmente.En ella participaremos todos los miembros de la hermandad.En ella se celebrará la llegada del otoño y recordaremos con nostalgia esos recuerdos aun frescos del verano.Tambien haremos tributos para festejar esos triunfos de los torneos y los puntos que vamos ganando.
Tambien son bienvenidos los vecinos de provincia que serán agasajados con manjares y nos vestiremos con nuestras mejores galas para esta ocasión tan especial.
Bailaremos y cantaremos.Brindremos por el señor de los Elfos.Una gran hoguera realizará la doble función de calentarnos y de asar unas ricas castañas.Estas no han de faltar en cualquier buena fiesta otoñal.
En definitiva todo esto hará que ,cambiemos y olvidemos esas horas de esfuerzo y sudor por unas horas,momentos inolvidables y alegres todos juntos.
No daremos por finalizado este gran evento hasta el alba.
Una celebración que no se debe olvidar en unos días haciendo que toda esa rutina diaria.Ese día a día sea más llevadero.
¿Y en que consistirá el día postrero a este evento?
Esto es muy fácil y brevemente lo explico en estas tres ultimas lineas:
En mi Capitolio los impuestos recaudaré y con ese dinero haré que mi ciudad prospere y mejore.Y finalmente en la academia de magia,grandes y poderosos hechizos mágicos aprenderemos.Con ellos y la ayuda de la hadas mi ciudad protejeré.
Espero os guste.Mil gracias por vuestro tiempo.



-- FIN--

Razas invitadas y la madre que las trajo a … Sinya Arda

Desde hace años, en Sinya Arda las razas elfa y humana se dedicaban a divertirse en la época más calurosa del año, ambas razas se divertían juntas en los torneos veraniegos luchando después de un buen chapuzón en la piscina, pero este año algo cambio. Al llegar a la piscina el primer día de verano se encontraron la piscina llena de pequeñas criaturitas barbudas y malolientes que se hacían llamar “Enanos”, otras escandalosas y voladoras con voz de pito que se hacían llamar “Hadas”. Enseguida se dieron cuenta de que ese no iba a ser un verano como los demás, tranquilo y lleno de diversión. Elfos y humanos ya no podían jugar tranquilos en la piscina porque siempre aparecía un grupito de enanos dispuesto a molestar y a ocupar su espacio, se tumbaban en el césped y las hadas empezaban a revolotear a su alrededor con sus vocecillas criticando a todo aquel que estaba presente, hartos de la mala educación de unos y otros fueron a hablar con el gerente de la piscina para que pusiera un poco de orden. La sorpresa de elfos y humanos al entrar al despacho fue mayúscula, había un cartel enorme con fotos de enanos, hadas y otros especímenes muy feos y grandotes donde se podía leer que se llamaban “Orcos”, pidieron explicaciones de porque esa gente estaba en su piscina si después de siglos yendo cada año nunca les habían visto. El gerente, como buen mercader que era les explicó amablemente que eso era su negocio y allí entraba quien él quería, si pagaban como los demás eran bienvenidos, también les mostró las cuentas para que se dieran de que abrir solamente en verano y para elfos y humanos ya no le era rentable, tenía que ampliar su oferta así que decidió invitar a otras razas durante el año.
Tanto elfos como humanos parecían haber comprendido y aceptado lo que pasaba, pero no estaban nada contentos con la situación, no podían disfrutar tranquilos de su piscina, tampoco podían tomar sus refrescos favoritos en su taberna favorita porque se la habían apropiado los enanos y solo servían cerveza enana, por no hablar ya del pestilente aroma que salía de la letrina, no se habían dado cuenta y unos de los enanos se había quedado encerrado desde hacía horas con la mala suerte que se la había caído el papel justo delante de la puerta y con sus cortos brazos no llegaba a alcanzarlo, un par de delicadas doncellas elfas llegaron a aseverar que veían humo verde salir del cubículo. Ambas razas volvieron a casa a descansar para el torneo que empezaba al día siguiente.
Amanecía y sonaba la corneta de unos de los enanos, rápidamente elfos y humanos salieron a la calle a ver qué pasaba, las hadas y los enanos se iban, por fin, de sus tierras y aún quedaban una par de semanas de verano. Durante la primera de esas dos últimas semanas de vacaciones las dos razas se dedicaron única y exclusivamente a divertirse sin descanso, tenían que recuperar el tiempo perdido. Cuando faltaban pocos días para regresar a su rutina de la vida laboral se encontraron a unos feos y grandotes orcos en la piscina, justo como los de la foto del cartel que había en el despacho del gerente, pero con el verano que habían pasado pensaban que no podrían ser peores que las otras dos razas anteriores. Pues sí, eran bastante peores, les destruyeron casas, les echaron de la piscina, de la taberna, les plantaron montones de setas por todas partes y les obligaron a irse durante una temporada diciéndoles que ya era Otoño y ahora Sinya Arda era suya.

Bienvenidos al capítulo VIII.

El olvido de los dioses
Lo había intentado con todas sus fuerzas pero nada, no había manera, los dioses le ignoraban pese a lo razonable de su petición y así no había manera de llegar a Elvenar.

La primavera de Elvenar lo llenaba todo de flores. Las Hadas se habían encargado de ello. Las casas lucían su indeleble huella en ellas, llenas de florecillas que las cubrían con su alegría en cualquier rincón, hasta los talleres las lucían con paradójica gracia entre sus engranajes y sus poleas. Por doquier la vegetación se abría paso en cualquier hueco, incluso en medio de la aridez de los Amumi, las palmeras con su grácil figura proclamaban la presencia de la primavera.

El verano también estaba allí. Los frondosos árboles en el apogeo de su esplendor así lo atestiguaban, y el claro de los sonoelfos, donde en las cálidas noches veraniegas las razas se solazaban cantando y bailando hasta el amanecer, era su lugar de festiva exaltación.

Y qué decir del invierno, el magnífico invierno que todo lo cubría con su manto de virginal blancura, casi cegándonos con su brillo, enseñoreándose del paisaje de manera implacable.

Pero él, el otoño, ¿dónde demonios estaba? Los dioses se habían olvidado de hacerle hueco. Se habían olvidado o no habían querido que estuviera allí porque, en su mezquina mente, consideraban un incordio el manto de hojas caídas, ¡vaya dioses de las narices! Desarrolladores, les llamaban algunos. ¡Ni desarrolladores ni nada! ¿Cómo podían llamarse desarrolladores unos tipos que se olvidaban de la estación más importante de todas? Aquella que permitía recoger los frutos y nutrir a todas las criaturas de Elvenar.

Algo tenía que hacer pero el maldito programa era rígido e impenetrable, sin resquicios por los que colarse para poder llegar al mundo. ¿Resquicios? Espera, igual sí que había algún resquicio. Otoño se puso a estudiar los secretos de los dioses con mucho sigilo, clandestinamente y, en medio de todos esos códigos raros, comprendió que algunos pequeños cambios podían modificarlo todo.

Cometió muchos errores, bugs los llamaban los jugadores. Los habitantes de Elvenar empezaron a pensar que los dioses se habían vuelto locos o estaban tontos. Y los dioses sí que se estaban volviendo locos, no entendían porque aquí y allá surgían fallos espontáneos sin parar, se rompían cosas que dejaban de funcionar, desaparecían edificios, ejércitos y mensajes y las quejas no dejaban de llegar. Pero, tras mucho toquitear y romper, Otoño al fin obtuvo un éxito. ¡Consiguió que los árboles de los Elfos del Bosque lucieran sus colores! ¡Qué maravilla! ¡Toda la ciudad enrojeció con los colores del otoño! ¡Al fin él estaba ya allí! Los dioses contemplaron aquel nuevo bug desconcertados, pero como a los jugadores no parecía importarles, por esta vez, decidieron dejarlo estar. No iban a volverse tarumbas buscando una solución, ni tan siquiera iban a perder el tiempo intentando averiguar qué había pasado.

Pero Otoño no estaba satisfecho. Sí, había sido magnífico poder llenar la ciudad con sus colores, pero no era suficiente, él era mucho más que el color de las hojas de los árboles. Así que siguió toquitetando los códigos de los dioses y entonces tuvo una idea genial: ¿Y si creaba una raza que existiera sólo para exaltarle a él? Los dioses habían creado las pizpiretas Hadas, los agrestes Elfos del Bosque, los salvajes Orcos, los hacendosos Enanos, los altivos Hechiceros, los etéreos Elementales y los tiránicos Amumi, todas razas impresionantes y magníficas en su sabiduría y sus creaciones, pero Elvenar necesitaba una raza más humilde y más pegada a la tierra, como él. Y poco a poco su raza fue cobrando forma.

No era una raza de belleza apolínea, no tenían construcciones espectaculares, no albergaban la sabiduría de oscuros secretos arcanos, no pedía gran cosa para dar mucho. Lo que hacía aquella raza menuda, humilde y laboriosa, era lo que las personas menudas, humildes y laboriosas han hecho desde tiempos inmemoriales en todos los mundos posibles: nutrir a la tierra y a sus habitantes.

Y allí estaban aquellos pequeños seres, Medianos les llamó, casi tan feos como los Orcos, más pequeños que los Enanos, sin la gracia de las Hadas ni los conocimientos ocultos de Hechiceros, Elementales y Amumis, pero con la capacidad para traer al mundo cereales, hortalizas y frutas y, por fin, hacer que él llegara a Elvenar con todo su poderío.

Otoño se sintió satisfecho al fin. Había conseguido su propósito, estar presente en el mundo, y, de rebote, había dado una lección a los dioses, quienes perplejos se preguntaban de dónde había salido todo aquello. Pero una vez más, como ni ellos mismos eran capaces de entenderlo, miraron para otro lado y trataron de colgarse la medalla de la creación de los Medianos. Afortunadamente, ahora todos sabemos lo que ocurrió en realidad.

Si queréis comentar algo sobre las historias hacerlo AQUÍ, con respeto y educación.
 

DeletedUser6

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PREMIADOS
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Querida comunidad,

en los posts anteriores podéis encontrar los 29 relatos participantes. Sí, habéis leído bien, 29 porque el 30º está hecho por un miembro del Equipo actual del foro. :p

Seguiremos la tradición de los concursos anteriores y dejaremos anónimos todos los relatos que no hayan sido premiados. Para que sean los mismos autores, si lo desean, quienes desvelen sus obras.

No ha sido una votación fácil (ni rápida, como habéis podido comprobar) pero hemos logrado llegar a unas conclusiones. A continuación, ¡los premiados!:
  • 1º Puesto: relato nº 5 escrito por @Petonho - 500 diamantes
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  • 2º Puesto: relato nº 26 escrito por @casacadematraca - 400 diamantes
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  • 3º Puesto: relato nº7 escrito por @bart 2 - 350 diamantes
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  • 4º Puesto: relatos nº23 y nº 27 escritos por @LadyArendel y @Guthan respectivamente, 125 diamantes
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    para cada uno.
Sí, ha habido un empate y hemos decidido dejarlo así. Recordad que podéis dejar vuestras opiniones sobre el concurso AQUÍ.

¡Enhorabuena a todos los participantes y a los premiados!

Atentamente,
el Equipo de Elvenar
 
Estado
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